La danza del muerto de los Popolucas de la Sierra de

Soteapan1

Por Alfredo Delgado Calderón2

Introducción

La danza del muerto de los popolucas de la sierra de Soteapan es conocida también como la danza de la basura y guarda similitudes con algunas danzas del norte de Veracruz y con la danza fúnebre del toxo hó de los mazatecos. En la actualidad quedan muy pocos danzantes y músicos de la danza del muerto. Aunque hay testimonios de que también los nahuas de Mecayapan la practicaban, hoy sólo los popolucas la ejecutan. Dicha danza fue registrada por varios investigadores en la primera mitad del siglo XX, aunque a partir de los años ochenta poco a poco fue quedando en el olvido.3

Si bien la tradición oral afirma que data de tiempos porfirianos, seguramente dicha danza es mucho más antigua, ya que su música es muy parecida a la música religiosa europea del siglo XVII. Aunque se le llama danza, en realidad es una ceremonia luctuosa que incluye varios sones tocados con jarana, violín, bandolina, sonajas y tambor. A la danza del muerto se le asocia más con San Pedro Soteapan por los escritos de Foster, Williams y Hangert, pero también se practica o practicaba en comunidades popolucas del municipio de Hueyapan de Ocampo, como Sabaneta, Santa Rosa Loma Larga, Los Mangos, El Aguacate, El Tulín y Soncuobital, así como en Santa Rita Laurel y Quiamoloapan, del municipio de Acayucan, y en comunidades aledañas a la cabecera municipal de Soteapan como San Fernando, Benito Juárez y Amamaloya.4

La danza responde a la creencia de que, para que encuentre su camino al más allá, las almas de los muertos deben ser honradas con ceremonias luctuosas, pues de lo contrario se quedan en la tierra, convirtiéndose en aparecidos que asustan a los vivos. Para evitar este terrible infortunio, para asegurar un feliz arribo de las almas ante la divinidad, hay que cumplir escrupulosamente lo que indica la tradición. Hay distintas maneras de honrar a los difuntos, desde la preparación y velación del cadáver hasta los tiempos postreros al sepelio, que pueden ser ciclos de días, meses e, incluso, años.

La ceremonia

La danza o ceremonia del muerto se celebraba en honor de un difunto a los 20 días después de su muerte, aunque desde hace algunos años, por influencia del catolicismo, es frecuente que se celebre a los nueve o a los 40 días del deceso. Como anotábamos líneas atrás, en realidad se trata de un elaborado ritual fúnebre que demora varios días. Cuando se opta por el ciclo de 20 días, los preparativos inician a los 18 días, en casa de los deudos, bajando del tapanco algunas mazorcas de maíz para hacer nixtamal, acto que se denomina “la bajada chica” o “maíz chico”. El día 19 bajan más mazorcas y a esto le llaman “la bajada grande” o “maíz grande”.5 Así, se escogen siete de las mejores mazorcas de la “bajada grande” y se sahúman y desgranan para hacer con ellas unos tamales especiales, siete en total, que no llevan condimento alguno.

El día 20 se matan gallinas y cerdos para dar de comer a los asistentes a la ceremonia de esa noche. Uno de los cerdos es escogido para ser la “cabeza” o principal. A la cabeza del cerdo le desprenden la quijada y ambas, cabeza y quijada, son amarradas en un manojo u “ochole”; también se hace otro manojo con las cuatro patas y ambos manojos son puestos a freír en manteca. Cuando la carne está sancochada, se sacan los ocholes y se cuelgan en el lugar donde agonizó o se veló al finado. Parte de esa carne la usan para hacer los siete tamales blancos, sin sal.6

El grupo mínimo de personas que ejecuta la danza se compone de dos a cuatro bailadoras, de dos a tres jaraneros, un ejecutante de bandolina, un violinista y un sonajero, además de dos rezadores.7 En San Fernando se toca con un violín y dos bandolas y en Quiamoloapan se incluye también a un tamborero. El número de sones que interpretan varía de 18 a 40, según el lugar, pero en conjunto los sones de muertos son más de 80. Los rezadores empiezan su tarea atardeciendo, al mismo tiempo que se cuece la carne de los cerdos. Mientras rezan y cantan alabanzas, otras personas sahúman la casa, la cruz, los ocholes de las patas y la cabeza del cerdo.

Al primer son que tocan los músicos de Santa Rosa Loma Larga le llaman “Misa”, para luego tocar la “Misa Cantada”, y sólo se tocan al principio y al final de la ceremonia. Sin embargo, el canto que acompañaba a los sones ya se perdió. En San Fernando, a la primera melodía se le llama “Son de Entrada”. Enseguida se tocan los sones de la iguana, del chango, del huerfanito, del cazador, del zopilote, del caballo, del pescador, de la nube, de la lluvia y otros, pues cada pueblo o ranchería aumenta o disminuye el número de sones o danzas. Mientras se toca cada uno de estos sones, los bailadores imitan los movimientos del animal, instrumento u oficio a que se refiere la danza.

Cada son cumple una función: purificar y ayudar a las almas a sortear ciertos obstáculos en su tránsito al otro mundo. Entre esos obstáculos se cuentan un desierto, evitar a los animales que el difunto dejó malheridos en esta vida (y que tratarán de castigarlo con el permiso de Chane, el señor del monte), pasar por un bosque donde los changos tratarán de impedir que cruce, esquivar las almas de los brujos, convertidos en zopilotes, y otros impedimentos por el estilo. Por eso se dice que estas danzas son para ayudar al alma del difunto a sortear los peligros que le impiden llegar al paraíso.

Los danzantes y tocadores procuran terminar con los sones poco antes de la media noche. A la media noche, justo cuando comienza el día número 21 de la muerte de la persona, se cambia de son y se toca el son del cacao, mientras dos ancianas muelen 21 semillas de cacao para hacer el chocolate o pozol. El son del cacao en realidad se compone de varios sones, para tostar, moler y tomar, y se alargan en tanto dure cada una de estas acciones. La bebida así preparada se reparte junto con los siete tamales blancos entre los integrantes de la danza y los rezadores. El resto de la comida se reparte entre los asistentes. La música y el baile se suspenden mientras todos comen.

Luego se procede a levantar la cruz y a barrer la casa, con música de la “Misa Cantada” y otros sones que acompañan a distintos actos, como el levantamiento de la cruz, el levantamiento de la basura, la procesión de la basura, la salida de la casa y la tirada al basurero. Cada acto, como recoger la basura, sahumarla, abrir la puerta para salir de la casa y tirarla es acompañado por un son diferente. Al tirar la basura, nuevamente es sahumada, y entre ella tiran algunos de los objetos que el difunto usó en la vida.8 Luego se emprende el regreso a la casa tocando los mismos sones y bailando un poco más. Posteriormente, se sahúma a los familiares del finado y una ancianita los lleva al río o a los manantiales a bañarse y a cambiarse de ropa.

Cuando regresan nuevamente a la casa, se hace la “danza del despedimiento”, que consiste en una serie de sones. Se cree que, si no se hace todo esto, el alma del finado regresará a espantar a la gente.

La explicación que dan los indígenas para la realización de cada una de estas acciones está íntimamente ligada a la cosmovisión mesoamericana. Originalmente se demoraban 21 días en levantar la cruz del difunto, merced a la creencia de que ese es el tiempo que el alma tarda en llegar al otro mundo: la música, los cantos y las velas anuncian a los otros difuntos que pronto tendrán un nuevo compañero, para que le preparen un recibimiento.

En el tránsito, el alma tiene que pasar varias pruebas antes de llegar al paraíso: tiene que cruzar un río de sangre en el que es auxiliado por su perro, pero si trató mal a estos animales en su vida le será más difícil, pues no le ayudarán. En otra versión, lo que el difunto cruza es un puente tan delgado como una navaja, por lo que se necesita un perro para que lo pase ligero y evite cortarse. También puede ser atacado por los animales que sacrificó pero, si dejó sus cráneos y quijadas en el río para que se purificaran, no le harán daño.9 Refiere Williams10 que antiguamente se arrojaban los sesos del cerdo principal y su quijada para que el alma pudiera entregarlos como sustitutos al Joonchu, una especie de espíritu, para que no devorase los propios en caso de encontrarlo en el más allá. También los animales a los que cazó y dejó mal heridos buscarán hacerle daño, pues el chaneco, señor del monte, los mandará a desquitarse por los dolores que aquél les infligió.

Por eso se le rinde honores al cráneo de uno de los cerdos sacrificados durante el velorio de los 21 días, para que las almas de los animales que sacrificó el difunto mientras vivía no le dañen; por eso se baila el son del cazador, para que los animales a los que dejó malheridos lo dejen pasar por un bosque mágico, por el que deben atravesar; y la danza del chango, para entretener a los changos de la otra vida, mientras el alma del finado pasa por los huertos y come frutas. En algunas comunidades, como Santa Rita Laurel y Sabaneta, al enterrar el cadáver le ponen una vara de cocuite en las manos para que se defienda de los animales que le puedan atacar en el más allá.

La danza de la lluvia es para que el alma no tenga sed al cruzar un desierto por el que tiene que pasar y la danza de la iguana es para que no sea engañado por las lagartijas y lo lleven por otro camino, perdiéndolo en unos páramos donde vagará eternamente. El son del zopilote se danza con restos de animales como pollos y cerdos, para distraer a estas aves carroñeras mientras pasa el alma del difunto. De hecho, la asociación de estos animales con la muerte es lógica, ya que se alimentan de cadáveres. En lugar de zopilotes, algunos mencionan unos pollos negros como los animales que impiden el paso a las almas.

La danza del cacao es para que los gusanos de los árboles de cacao que están al otro lado del río de sangre dejen pasar al difunto. Hay sones específicos para mujeres, hombres y niños. Dependiendo del sexo del muerto, en San Fernando se toca el Fandanguillo de mujer o de hombre, pero si es niño se toca el son del Comalintú, el Suno Senano o el Huerfanito. Los cerdos sacrificados en la ceremonia son recibidos por los difuntos en la otra vida al pie de un gran árbol de zapote, al otro lado del río, donde los bañan para llevárselos sin inmundicias al más allá.11

Hasta aquí la danza del muerto parece reflejar el concepto de los popolucas y los nahuas sobre la muerte y el inframundo, estableciendo paralelismos entre este mundo y el otro. A pesar de nuestras indagaciones sobre aspectos tales como por qué tarda 21 días en llegar el alma al paraíso o por qué se considera que las lagartijas son mentirosas y pierden a las almas, en la mayoría de los casos se desconoce el motivo.

Parte de las respuestas las encontramos en los mitos y leyendas nahuas y popolucas, pues ambos, mito y rito, forman una unidad inseparable, como bien observa Jensen12 y documentan los estudios de numerosos antropólogos. Para Mauss, “los mitos se establecen en el espacio y se reproducen en el tiempo a través de los ritos, que son descripciones de aquéllos, o bien conmemoraciones”.13 Para Mircea Eliade,14 el ritual es un medio para volver a actualizar el mito original.

Esta íntima conexión entre rito y mito se hace evidente entre la danza del muerto y uno de los mitos fundamentales de popolucas y nahuas del sur de Veracruz: el mito de Homshuk, el santo y dios del maíz, llamado también Sintiopiltzin o Tamakaatzin entre los nahuas. Son diversas las variantes de este mito y cada comunidad agrega o suprime pasajes, pero los aspectos esenciales permanecen.15

El dios del maíz

En breves trazos podemos sintetizar este mito. Se dice que, en el principio del tiempo, una mujer quedó viuda poco antes de nacer su hijo. Cuando éste nació, y ante la imposibilidad de darle de comer, decidió molerlo en el metate y tirarlo al arroyo, pero Dios no quiso que muriera y lo convirtió en un huevo. Una bruja caníbal llamada Chichiman encontró el huevo flotando en el agua, pero no pudo sacarlo, por lo que llamó a su marido (que unas versiones llaman el Chichiman y otras el Serpiente), quien se dio cuenta de que el huevo del agua era sólo un reflejo, pues el huevo real estaba en la rama de un árbol. El brujo caníbal se quería comer el huevo, pero la Chichiman insistió en empollarlo. A los siete días, del huevo nació un niño y en siete días más ya hablaba y caminaba.

Los brujos criaron al niño con la intención de comérselo más tarde. Mientras crecía, el niño ayudaba a sus abuelos. Cuando iba por agua al río, los peces se burlaban de él diciéndole: “¡Elote cabello rojo, nacido de un huevo!” El niño mató a todos los peces, pero su abuela se enojó (porque eran los tíos de Homshuk) y el niño los tuvo que revivir brincando siete veces sobre ellos, pero los condenó a ser alimento del hombre.

Después eran los tordos quienes se burlaban de él, por lo que pidió a su abuelo que hiciera un arco y varias flechas. Así mató a los tordos, pero su abuela se enojó porque los pájaros eran sus gallinas. Nuevamente el niño Homshuk tuvo que revivirlos brincando siete veces sobre ellos, pero antes les puso unos ojos de maíz, pues cuando estaban muertos se los habían comido las hormigas. Los condenó a anunciar las lluvias.

Al crecer Homshuk, los brujos Chichiman decidieron devorarlo, pero él se dio cuenta de sus intenciones y pidió ayuda al ratón y al murciélago. Como el niño dormía en el tapanco, una noche sus abuelos le hablaron, pero él no contestó, fingiéndose dormido. El anciano brujo subió para matarlo, pero el murciélago le cortó la cabeza y el ratón hizo un agujero en el techo de la casa, por el que escapó Homshuk. La bruja empezó a beber la sangre que escurría, pero como le supo amarga reclamó a su esposo, porque pensaba que se estaba comiendo lo mejor del niño. Cuando subió al tapanco y encontró muerto al brujo, salió a perseguir al espíritu del maíz, el cual fue dejando obstáculos en su huida, como grandes lagunas, montañas y breñales, los cuales pudo sortear la bruja Chichiman.

La bruja encontró a Homshuk descansando sobre una palma de coyol. Entonces, el santo del maíz pidió al tlacuache que rodeara con lumbre la palma, pero el tlacuache se quemó la cola, por eso tiene la cola pelona hasta hoy. Fue el armadillo quien al cabo cumplió esta tarea, dejando una salida para Homshuk. Cuando la Chichiman subió a la palma, Homshuk le dijo que mirara la lumbre. Como ella nunca había visto el fuego se quedó asombrada y Homshuk aprovechó su descuido para escapar; la bruja caníbal quedó atrapada por el fuego. Por sus servicios prestados, el santo del maíz dio una capa de cuero al armadillo, que se convirtió en su concha. Enseguida buscó las cenizas de la vulva de la Chichiman y las sembró; de ellas nació el chayote. Con el resto hizo un atado y encargó al sapo que lo llevara al río. Como las cenizas le picaban, el sapo abrió el atado para ver qué contenía, y salió de éste una gran cantidad de insectos que lo picaron y lo dejaron roñoso. Por eso los animales ponzoñosos no están sólo en el agua, como Homshuk quería.

Homshuk decidió buscar a su madre, a la que encontró bajo un nanche.16 La madre, arrepentida, le pidió perdón por haberlo molido y abandonado. Como era muy pobre y no tenía qué comer, Homshuk le dijo que lo bañara, y las gotas de agua del baño se convirtieron en maíz. Luego decidió bajar al otro mundo por los huesos de su padre.

En el camino, mientras dormía, fue casi devorado por una piedra, a la que mató con su cuchillo. Por eso las piedras no tienen vida, como antes. Luego le cortó la lengua a un lagarto que lo quería devorar y, finalmente, llegó al río que nos separa del otro mundo. Allí pidió a la tortuga que lo pasara al otro lado, pero como ésta se negó la condenó a vagar por la llanura, donde la alcanzara el fuego. Fue la tortuguita Pochitoca quien lo pasó al otro lado, pero a medio camino se le quebró el pecho. Como recompensa, Homshuk le permitió vivir en las ciénagas, donde no la alcanzan los incendios del bosque.

Luego buscó la tumba de su padre, pero el dios de la muerte lo encarceló, primero en una casa de machetes vivos, los que no le hicieron nada y a los cuales condenó a servir al hombre; luego fue encarcelado en una casa de tigres y en otra de serpientes, pero también salió ileso de esas pruebas. Ayudado por las tuzas derrumbó la ciudad del dios de la muerte. Ya con los huesos de su padre, brincó siete veces sobre ellos y lo revivió. Antes de regresar mandó un recado a su madre con la iguana, para que cuando aquélla viera a su padre vivo otra vez no lo viera de frente y no llorara ni se riera. Como la iguana tenía tos, la lagartija se ofreció para llevar el recado más rápido, pero dijo todo al revés.

Cuando llegó el santo del maíz con su padre, su madre lo miró de frente, se rió y lloró, por lo que su marido se convirtió en un venado;17 por eso los hombres no son inmortales. En castigo, Homshuk le partió en dos la lengua a la lagartija.18

Homshuk decidió irse a vivir cerca del mar, donde empezó a hacer una casa de cedro. El ruido que hacía al derribar los árboles molestó al Centello, el rayo viejo del sur, quien mandó primero al tigre y luego al toro para que llevaran a Homshuk ante su presencia. El espíritu del maíz venció a los mensajeros del Centello mediante distintos artilugios, por lo que el propio rayo viejo fue a enfrentarse con él. Luego de varias pruebas en las que fue ayudado por la codorniz, los gusanos, la tuza y el pájaro carpintero, el santo del maíz venció al rayo viejo. En la lucha, el Centello perdió una pierna y el espíritu del maíz le hizo una casa en medio del mar. Desde entonces la tarea del rayo viejo del sur es anunciar la lluvia con sus relámpagos y bañar las plantas de maíz.19

La ruta de las almas

Como se advierte, el descenso al inframundo de Homshuk por los huesos de su padre es similar al que realizan las almas, enfrentándose casi a los mismos obstáculos. Pero, además, el mito nos explica el porqué de varios actos de la danza de la basura o del muerto. El son de la iguana conjura el peligro de que el alma pueda ser engañada por la mentirosa lagartija, que ya una vez engañó a la iguana y a la madre del dios del maíz, privando a los hombres del privilegio de la inmortalidad. Así, los deudos se aseguran de que las almas obtengan el descanso eterno. El son del pescador también tiene por objetivo proteger a las almas de las burlas de los peces que pueden distraer su camino y dejarlas atrapadas en el mismo río que atravesó Homshuk con el auxilio de la tortuguita.

Las siete mazorcas, los siete tamales, los 21 granos de cacao y los 21 días de espera para hacer la ceremonia se dan en múltiplos de siete, el número mágico con que Homshuk revivió a los peces, a los tordos y a su padre. El nombre esotérico que antiguamente recibía el mismo dios del maíz, Chicomecóatl, siete serpientes, nos remite al mismo número mágico, dador de la vida, como el maíz.

Respecto a los 21 días que tarda el alma del difunto en llegar al paraíso, hay consenso en algunos ancianos popolucas en cuanto a que representan también los 21 días que Homshuk estuvo en la tierra: siete días en forma de huevo, siete días con sus abuelos caníbales y siete días de aventuras. Aquí cabe agregar que, según algunas versiones nahuas, sus siete días de aventuras abarcan desde que sale de la casa de sus abuelos hasta que regresa con los huesos de su padre, omitiendo la lucha con el Centello. Para otros, esos últimos siete días incluyen desde la muerte de la Chichiman hasta la sujeción del viejo rayo del sur. Como quiera que sea, el total de días es 21, pero no son los días de un tiempo normal, sino mítico. No transcurren de manera lógica pues, como en todo mito, los hechos narrados suceden simultáneamente en el presente, pasado y futuro:20 los vivió y los vive Homshuk, y los viven y los vivirán las almas de los difuntos en su tránsito al más allá.

Mitos mesoamericanos

Varios elementos del mito popoluca del dios del maíz recuerdan a otros mitos cosmogónicos mesoamericanos. Por ejemplo, las luchas entre Quetzalcóatl y Tezcatlipoca durante las distintas creaciones del mundo, en las que este último queda cojo, parecen calcadas en la pelea de Homshuk y el Centello. El mensaje alterado de la lagartija parece remitir a dos pasajes del Popol Vuh: al mensaje que los señores del infierno, Xibalbá, envían a los gemelos divinos para que jueguen con ellos a la pelota, enviando primero su abuela al gorgojo, quien recibe ayuda de un sapo, y éste, a su vez, de la culebra, la que a su vez es llevada por el gavilán.21 Aunque el mensaje no se altera en esta ocasión, en un pasaje anterior los resultados son los mismos que con el padre de Homshuk: los gemelos divinos convierten a sus hermanos en monos, mas cuando son regañados por su abuela, los llaman nuevamente a casa, advirtiéndoles que no debe reírse, pues no volverán. La abuela hace lo contrario a lo pedido y por tres veces intentan regresarlos, fracasando debido a la risa de la abuela.

Al igual que el espíritu del maíz, en la leyenda de los soles Quetzalcóatl también baja al inframundo, al Mictlan, a rescatar los huesos de su padre para que los dioses hagan a los primeros hombres. El dios de la muerte, Mitlantecuhtli, también lo somete a varias pruebas de las que sale bien librado gracias a su astucia y a la ayuda de varios animales. Al regresar, Quetzalcóatl cae en una trampa y rompe los huesos preciosos. A punto de fracasar en su encomienda, es ayudado por la bruja Quilachtli, quien molió los huesos para que Quetzalcóatl se sangrara sobre el polvo y de esa pasta nacieran los primeros hombres.

Otros elementos similares entre el Popol Vuh y el mito de Homshuk los encontramos en el hecho de que es un murciélago el que decapita al abuelo Chichiman y a Hunahpú, uno de los gemelos divinos. Los héroes de ambos relatos reciben ayuda del ratón, de las aves, de la tortuga y de otros animales. Sus tiempos míticos también transcurren en conjuntos de siete días.

El nombre Chichiman es una deformación de tzitziman, el monstruo en que se convierten las cihuateteotl, las mujeres muertas en el parto, después de transcurridos cuatro años de su muerte. Entre su fallecimiento y su transformación en tzitziman, las cihuateteotl acompañan al sol en su recorrido por el firmamento, defendiéndolo de los monstruos que lo atacan y llevándolo con bien desde el mediodía hasta el ocaso. En Pajapan chichiman es ahora el nombre que se le da al diablo. Y en general entre los nahuas, zizimite –otra deformación de tzitziman– es un ente mágico que devora a los hombres.

Los mitos nos hablan de un tiempo antiguo en el que vivían hombres y mujeres con poderes sobrenaturales, que a menudo nacieron de forma milagrosa, como Homshuk, que brotó de un huevo. Aunque vivían como nosotros, sus actos, por ser los primeros, fueron inaugurando sucesos, instituyendo celebraciones o creando objetos nuevos. Esos hombres, espíritus o dioses creadores reciben el nombre de “demas”22 y casi siempre padecen una muerte violenta, convirtiéndose en plantas, accidentes geográficos o fenómenos naturales. Pero esa muerte es aparente: “Los demas no se fueron de esta tierra; al morir se transformaron en todo lo que existe en ella. Esto convierte a la muerte en el principal factor creador. De ahí surgió el verdadero culto a la muerte y a los difuntos, y –lo que es más todavía– a la muerte violenta y a la destrucción”.23

Las deidades dema aparecen también en el relato de Homshuk: las cenizas de la bruja Chichiman, la abuela caníbal del dios del maíz, se transformaron en el chayote y en los animales ponzoñosos. Las aventuras de Homshuk fueron conformando parte del universo popoluca: dejó la lengua bífida a la lagartija, fijó el destino de los peces, los tordos, la tuza y las tortugas, mató a las piedras, dio origen al venado, al armadillo lo dotó de su caparazón y al tlacuache le peló la cola, sujetó al rayo viejo del sur y lo condenó a bañar al maíz y a anunciar las lluvias.

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1.- Una primera versión de este texto fue presentada como conferencia magistral en las Jornadas Funerarias de 2010.

2.- Maestro en Antropología por la Universidad Nacional Autónoma de México. Es investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en Veracruz. Su libro más reciente es Historia, cultura e identidad en el sotavento veracruzano.

3.- George M. Foster, Sierra Popoluca, folklore and beliefs; Waltraud Hangert, Religión y vida económica; Roberto Williams García, Los popolucas del sur de Veracruz; Santiago Martínez Hernández y Emilio Pascual Reyes. “La danza del muerto: un testimonio de los popolucas de Santa Rosa Loma Larga, Hueyapan de Ocampo, Ver.”, Una caricia a la tierra. Danzas y bailes de Veracruz.

4.- Santiago Martínez Hernández y Emilio Pascual, op. cit.

5.- Santiago Martínez Hernández y Emilio Pascual Reyes, “La danza del muerto: un testimonio de los popolucas de Santa Rosa Loma Larga, Hueyapan de Ocampo, Ver.”, Una caricia a la tierra. Danzas y bailes de Veracruz.

6.- Santiago Martínez Hernández y Emilio Pascual Reyes, op. cit.

7.- Santiago Martínez Hernández y Emilio Pascual Reyes, op. cit.

8.- Foster refiere que hace algunas décadas también arrojaban la quijada del cerdo y los sesos (op. cit.).

9

.- Waltraud Hangert, op. cit.

10.- Roberto Williams García, op. cit.

11

.- Santiago Martínez Hernández y Emilio Pascual Reyes, op. cit.

12.- A. E. Jensen, Mito y culto entre los pueblos primitivos.

1313.- Marcel Mauss, Lo sagrado y lo profano, p. 82.

14.- Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano.

15.- Guido Münch Galindo, Etnología del Istmo Veracruzano; Antonio García de León, “El universo de lo sobrenatural entre los nahuas de Pajapan”, Estudios de Cultura Náhuatl; Genaro González Cruz et al., Historia de Tamakatsin y otros cuentos nahuas; Técnicos Bilingües de la Unidad Regional Acayucan, Agua, mundo, montaña; George Foster, op. cit.; Félix Báez-Jorge, “Homshuk y el simbolismo de la ovogénesis en Mesoamérica”, La Palabra y el Hombre.

16

.- Genaro González Cruz et al., op. cit.

17.- Antonio García de León, op. cit.

18.- Técnicos Bilingües de la Unidad Regional Acayucan, op. cit; Genaro González Cruz et al., op. cit

19

.- Guido Münch Galindo, op. cit.;Técnicos Bilingües de la Unidad Regional Acayucan, op. cit.

20.- Claude Levi-Strauss, Antropología estructural.

21.- Alfredo López Austin, “Un mito zoque popoluca de origen africano”, México Indígena.

22

.- Waltraud Hangert, op. cit.; A. E. Jensen, op. cit.

23.- Waltraud Hangert, ibid.