Gabriel García Márquez, soñar su sueño1
Por Hazel H. Guerrero2
—Soñé que él estaba soñando conmigo –dijo, y mi cara de asombro la confundió–. ¿Qué quieres? A veces, entre tantos sueños, se nos cuela uno que no tiene nada que ver con la vida real.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ3
El universo narrativo y social de Gabriel García Márquez oscilaba entre la realidad y el sueño, donde la luz era agua y el amor se desarrollaba durante el estado de vigilia. La vida era un recuerdo o un anhelo. No había ahora. La maravilla y la magia eran posibles siempre.
Él dijo en su discurso de aceptación del Nobel de literatura: “Me niego a admitir el fin del hombre” (García Márquez, 1982), justo después de hacer un recuento de la violencia y de la muerte en América Latina. Hace más de 30 años que pronunció estas palabras, tristemente vigentes, porque seguimos a la espera de si agregamos 43 nombres a la lista de asesinados por el crimen organizado infiltrado en el gobierno o de si seguimos creyendo que México no los alcanzó. La realidad de hoy es inverosímil, las noticias parecen sacadas de un diario amarillista. Vivir en México es semejante a vivir con un padre abusador: lo amas y le temes, no sabes qué hacer con la confusión, cada día despiertas con la ilusión de que algo o alguien se haga cargo de él y el dolor pare; pero no pasa, ni Dios, ni el gobierno, ni tu madre pueden terminar con la violencia. Aun así, hay algo que te mantiene en casa: es tu patria, es lo hermoso de la gente, tus hermanos, tus amigos, tu cultura y, más que eso, tu derecho de estar allí, porque de esa tierra naciste.
Somos testigos del mundo de García Márquez, en el que la vida se convierte en relato, un cuento que trasciende y narra una verdad que los libros de historia no dirán. Contar la verdad cruda dentro de un mundo donde todo es posible fue uno de los caminos que el escritor siguió para mostrar una realidad alterada, que se asemeja más a lo que vivimos hoy día que a lo que diariamente nos afirman sucede en los noticieros, la verdad oficial. Pero lo que nos hace leer su prosa es su deseo por contarnos “algo”, el deseo de ser amado por ser único, lo cual se evidencia en estas palabras que dio a Rita Guibert:
Desde que tengo memoria, el recuerdo más antiguo que tengo es que dibujaba “cómicos” y ahora me doy cuenta que posiblemente lo hacía porque todavía no sabía escribir. Siempre he buscado medios para contar y me he quedado con la literatura, que es el más accesible. Pero pienso que mi vocación no es la de escritor sino la de contador de cuentos […] Tratar de que me quieran por un buen cuento que conté... esa es mi verdadera vocación.4
Sólo quería contar cuentos. Eso bastó para que mostrara una parte de la realidad que muestra la maldad, el amor, la soledad y el miedo que a nadie en México le es lejano, que se presenta cada vez que hay que salir a la calle, cada vez que alguien sale a trabajar temeroso de que lo despidan o de que lo secuestren. Miedo por los chicos que salen a manifestarse y son asesinados por quienes los tienen que proteger, miedo por los hermanos y compañeros periodistas, por los maestros y por los amigos estudiantes, miedo por los niños que creen que no los dejan regresar solos de la escuela porque no confían en que sepan llegar a casa, miedo porque cuando les explican que es porque corren peligro se asustan y callan, se tragan su miedo y éste crece junto con ellos. García Márquez contaba sus cuentos bajo la mirada de un periodista que, según él, se disparaba de la realidad. En una entrevista a Rodolfo Braceli decía: “Porque para nosotros [él y su madre] la realidad no es la realidad concreta, escolástica, de que si usted se golpea aquí, se rompe la cabeza. Esa es la realidad, pero también la realidad son los muertos que salen, los desaparecidos, las magias, Dios, los milagros, todo, ¡todo! No hay una frontera. Se pasa de una cosa a la otra...”5
¿Y acaso no esperamos todos que esa otra realidad se manifieste fuera de los cuentos? Que los chicos que perdió el Estado aparezcan milagrosamente; mas como en la mayoría de los cuentos de García Márquez, un final funesto se anticipa.
Pese a la violenta realidad de América en estos siglos, García Márquez fue un hombre chispeante, que sabía que desdecirse no es cosa seria, que el dogma lo acartonaría sepultándolo como escritor de un solo libro. Decidió no complicarse la vida y decir lo que opinaba en el momento de dar cada entrevista, sin tener que recordar exactamente qué había comentado en alguna entrevista anterior. Esta espontaneidad en su discurso terminó por convertirse en una curiosa constante de principios éticos, entre los que se encuentra el valor que le da a la mujer, que algunos catalogan como feminista y que él define como antimachista; o ese en que afirma que se levanta temprano a leer y a escribir todos los días, rutina que se autoimpuso desde que ya no tuvo necesidad de trabajar más que en la escritura –y porque sus hijos entraron a la escuela y tuvo que cambiar su rutina–; otro es escribir sólo una novela a la vez, pues aunque tuviera más cuentos en la cabeza no los mezclaría con el trabajo en curso. Si el cuento se le olvidaba, no valía la pena escribirlo. Pero a veces sí se nota este cambio de opinión a través de las entrevistas. Hay días en los que declara que sólo ha querido ser periodista y otros en los que dice que lo único que desea es que lo quieran por sus cuentos. O dice que hay que tener cierto grado de irresponsabilidad para ser escritor, y otras veces declara férreamente que hay que escribir todos los días para evitar la página en blanco. Se ríe de sí mismo y de todo, como cuando habla en entrevista con Braceli de sus incursiones en el cine y su trabajo como periodista:
—Yo he tenido que vivir de muchas cosas. Cuando me dediqué al periodismo, me dijeron: “¡Uy, te jodiste! El periodismo acaba con el escritor” […] pero no acabó conmigo. Después me metí en publicidad: “Te jodiste”. Me metí en el cine: “Te jodiste”. Más adelante, cuando me dieron el premio Nobel, otra vez: “Te jodiste, no hay escritor que haya sobrevivido al premio Nobel. Primero, porque se muere antes de los cinco años, y segundo, porque ya nadie ha escrito después del premio Nobel”. Yo creo que he escrito más después del premio Nobel que antes. Antes del Nobel tengo un promedio de un libro cada siete años, y después del Nobel uno cada tres años. Pero no es por el Nobel. Es por la computadora. La computadora hace el esfuerzo que antes hacía yo, perfeccionista enfermizo, cuando corregía cada hoja repitiéndola cada vez. Ahora escribo a lo loco y después corrijo.6
Pues no, no se acabó su carrera con el Nobel. El hombre cuyo problema más apremiante al escribir Cien años de soledad fuera la falta de papel, continuó creando historias y fue abrazando a la tecnología que le ayudaba a escribir más rápido. En su primera entrevista, cuenta que escribe a máquina y luego tachonea la hoja con errores y la vuelve a escribir. Años después se alegra al decir que la hoja tiene menos errores porque la máquina eléctrica le permite ser más ordenado; y en una entrevista más reciente, afirma que la computadora hace el esfuerzo que antes hacía él, un perfeccionista enfermizo.
Su vida fue la escritura. Desde pequeño dibujaba para contar algo. A los 17 años se sentó a escribir sin parar, y aun cuando el dinero faltaba en casa, no paró de escribir Cien años de soledad, aunque el casero llegara a cobrar la renta y su esposa tuviera que enfrentar al cobrador para extender el plazo de pago. Y qué hay de la muerte, toda vida irremediablemente lleva a ese instante final. García Márquez le contó a Braceli qué pensaba de la muerte:
GARCÍA MÁRQUEZ: Lo único malo de la muerte es que es para siempre. Lo demás, todo es manejable. Pero ésta sí que es una trampa, habernos metido en esto tan difícil y después...
BRACELI: ¿Qué siente por la muerte?, ¿miedo, asco, pánico, bronca?
GARCÍA MÁRQUEZ: Rabia, rabia. Porque es una cosa que siempre ha estado ahí, pero a partir de un momento empiezas a darte cuenta de que tarde o temprano te recibe. Entonces es rabia la mía. […]
GARCÍA MÁRQUEZ: Yo jamás pensé en mi muerte. Empecé a pensar en eso hacia los 60. Y lo recuerdo exactamente: fue una noche, estaba leyendo un libro y de repente pensé: Caray, me va a pasar, es inevitable, es así. Antes no había tenido tiempo de pensar en eso. Y de pronto ¡paf!, caray, que no hay escapatoria. Y siento una especie de escalofrío.
BRACELI: De manera que se pasó sesenta años creyendo que sólo se morían los demás.
GARCÍA MÁRQUEZ: Verdad, sesenta años de puro irresponsable. Yo lo resolvía matando personajes.
BRACELI: Por estos días escucho en Colombia una canción con un estribillo que dice: “A dónde irán los muertos / quién sabe adónde irán...” ¿Cómo responde usted a la pregunta de la canción?
GARCÍA MÁRQUEZ: Yo pienso que es como que se apaga la luz. Yo he estado anestesiado para mi operación y no he sido consciente de eso sino cuando desperté. Si no me hubiera despertado, jamás me hubiera dado cuenta de eso. Lo que es muy inquietante es la idea del tránsito, el paso de... 7
El 17 de abril de 2014, a los 87 años, deja de latir su corazón, y al ver que sucedió después de una convalecencia de semanas, me extraño de su muerte. Pero ¿por qué?, si la edad lo había alcanzado, el amor no le fue ajeno y su fama lo precedía ¡Me extrañó que no muriera baleado, secuestrado o desaparecido! Y me alivia la forma en que se fue, porque México no lo alcanzó. Vivimos en un sueño que parecía imposible, en la pesadilla de la que despertábamos aliviados en las oscuras noches de otoño. La pesadilla que nos come a pedacitos, cada uno más grande y más doloroso que el anterior. Se fue a dormir García Márquez con su dosis de terror de Colombia, México y el mundo, y aunque la violencia no se lo llevó, ésta no le era ajena. Prueba de ello son los personajes que sueñan y no descansan; algunos de ellos son: Frau Frida, la dama que se alquila para soñar y muere trágicamente en su automóvil, arrastrada por una marejada en Cuba.8 Los hombres también se ven vulnerados durante su tiempo de sueño: Arcadio Buendía9 sueña cuartos infinitos para encontrar a un hombre que había asesinado tiempo atrás, para luego de varios sueños nunca despertar; Bolívar10 tenía pesadillas recurrentes que no lo dejaban dormir; el Patriarca11 se sueña a sí mismo indefenso, rodeado de hombres que lo amenazan con cuchillos. El sueño no es el espacio del descanso, sino el de la revelación del tormento humano. No podemos saber con qué soñaba el escritor al estar inconsciente, si sufría o si era rodeado por las historias de su madre; pero sí podemos saber sus anhelos a través de las líneas en su discurso de 1982, que bien pudieron ser dichas hoy:
Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas, que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.
Para soñar su sueño hay que ver las ilusiones y aspiraciones de la gente, conocer al hombre sombrío de la esquina, al vagabundo que no abandona a su perro, al niño que vive de la chatarra, al vecino que nos mira con desconfianza. Hay que preocuparse por el sufrimiento de la gente. Hay que soñar despierto.
Bibliografía
BRACELI, Rodolfo. El escritor en su laberinto. 1996, consultado el 28 de febrero de 2015, disponible en: http://www.rodolfobraceli.com.ar/pagina2.html.
GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Discurso de aceptación del premio Nobel. La soledad de América Latina. 1982, consultado el 28 de febrero de 2015, disponible en: http://cvc.cervantes.es/actcult/garcia_marquez/audios/gm_nobel.html.
GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. “Me alquilo para soñar”, Doce cuentos peregrinos, Primera edición, Editorial Diana, México, 1992.
GUIBERT, Rita. 7 voces. Los más grandes escritores latinoamericanos se confiesan en estrevista con Rita Guibert. Novaro, Naucalpan, 1974.
.- Una primera versión de este texto fue presentada en la mesa La muerte en las letras y otros escenarios, de las Jornadas Funerarias de 2014.
2.- Licenciada en Letras por la Universidad Veracruzana. Actualmente es estudiante de la Maestría en Literatura Mexicana del Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias de la misma casa de estudios.
3.- Gabriel García Márquez, “Me alguilo para soñar”, Doce cuentos peregrinos, p.101.
.- Rita Guibert, 7 voces. Los más grandes escritores latinoamericanos se confiesan en estrevista con Rita Guibert, p. 331.
5.- Rodolfo Braceli, El escritor en su laberinto
.- Idem.
.- Idem.
8.- Personaje del cuento “Me alquilo para soñar” que aparece en Doce cuentos peregrinos de Gabriel García Márquez.
9.- Personaje de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.
10.- Personaje de El general en su laberinto de Gabriel García Márquez.
11.- Protagonista de El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez.