Juan Gelman, amigo de la muerte1
Por Anali Aguilera Peña2
La muerte es parte del hombre desde antes de que éste tuviera conciencia de que es hombre. Todas las muertes son diferentes: naturales, ocasionadas, por accidente, parte del ciclo natural de la vida, etcétera. Tomar conciencia del significado que tiene la muerte es algo que pocos entendemos y sólo algunos aceptan y asimilan.
De manera lamentable, los mexicanos nos familiarizamos desde hace algunos años con la muerte inesperada, violenta y llena de dolor. Escuchamos en la radio o vemos en el televisor noticias sobre cuerpos mutilados que aparecieron en un lote baldío. Sin embargo, la conciencia colectiva de cada vez más personas y otros factores diversos nos permiten no consentir ni justificar los asesinatos de niños por balas perdidas, las muertes de inocentes por descuidos en el sistema gubernamental; no aceptamos la desaparición de 43 normalistas, y en Veracruz, nuestro estado, desaprobamos la ausencia de periodistas que plasmaban en papel la realidad de un pueblo con temor a su gobierno. Afortunadamente, no sólo los periodistas con ética dicen la verdad sino también los escritores e intelectuales que se preocupan y ocupan de los aconteceres del día a día.
Juan Gelman, periodista, poeta argentino e intelectual de la literatura hispanoamericana, murió en el inicio de 2014. El vacío llegó por supuesto al mundo literario, que no podría cuantificar las aportaciones que ofreció con su pluma, pero también lo sintieron los padres que como él vivieron la desaparición de un hijo, porque al repetir alguno de sus versos se siente la falta y la desesperación y al mismo tiempo la esperanza de volver a ver al hijo arrebatado.
Gelman nació en Buenos Aires, Argentina, un tres de mayo, y podríamos decir que vivió una fructífera como también tormentosa vida. Fue poeta, traductor y periodista; este último quehacer lo llevó a conocer el exilio de su país natal entre los años 1975 y 1988, encontrando asilo en ciudades como Roma, Madrid, París, Nueva York y México.
En su juventud fue fundador del grupo de poetas El Pan Duro, que tuvo su apogeo en una época políticamente convulsa: eran los años del mayo francés, de Tlatelolco en México, de la Revolución cubana y de la intervención norteamericana en Santo Domingo. A pesar de que la preocupación política de los miembros de El Pan Duro fue bastante heterogénea, tuvieron entre sí muchos rasgos comunes: el rescate de temas citadinos, el ritmo o cadencia tanguera, el uso de un lenguaje coloquial en poesía, la conexión de lo estético con lo político. En general, podemos decir que la juventud de la década de los años sesenta se propuso conquistar un humanismo sin ataduras, sin prejuicios viciados, y en ese intento dejaron una visible huella en la historia. Juan Gelman formó parte de esa juventud inconforme y soñadora. Fue, sin duda, un joven de su tiempo, vibrando al centro de sus circunstancias, como hubiera dicho José Ortega y Gasset.
Durante la ausencia de Argentina, Gelman estaba condenado a muerte y sufrió en carne propia uno de los crímenes más abominables de la dictadura, el drama de los desaparecidos. Los militares argentinos, además de desaparecer a personas comunes, se encargaban de secuestrar a mujeres embarazadas y robaban a los recién nacidos. A Gelman le tocó vivir esto de manera lamentable, pues su hijo y su nuera formaron parte de esa lista. Este hecho indudablemente dejó una de las marcas más profundas en su vida y gracias a que escribió y escribió y escribió podemos leer, imaginar o hasta sentir el dolor, la desesperación de la ausencia y el desconocimiento del paradero, la salud o la vida del ser querido, todo esto plasmado en el poema Oración de un desocupado:3
Padre,
desde los cielos bájate, he olvidado
las oraciones que me enseñó la abuela,
pobrecita, ella reposa ahora,
no tiene que lavar, limpiar, no tiene
que preocuparse andando el día por la ropa,
no tiene que velar la noche, pena y pena,
rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.
Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,
que me muero de hambre en esta esquina,
que no sé de qué sirve haber nacido,
que me miro las manos rechazadas,
que no hay trabajo, no hay,
bájate un poco, contempla
esto que soy, este zapato roto,
esta angustia, este estómago vacío,
esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre
cavándome la carne,
este dormir así,
bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido,
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
tócame el alma, mírame
el corazón,
yo no robé, no asesiné, fui niño
y en cambio me golpean y golpean,
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
si estás, que busco
resignación en mí y no tengo y voy
a agarrarme la rabia y a afilarla
para pegar y voy
a gritar a sangre en cuello.
Su vida y su poesía están entrelazadas en cada uno de los versos. Oración de un desocupado simboliza el desamparo, el recuerdo, la búsqueda, la rabia y otros sentimientos no ajenos al hombre que no escribe poesía pero sobrevive día con día la desaparición de un hijo.
No toda la poesía de Gelman simboliza dolor. Encontramos entre sus versos ilusión y esperanza, el sentimiento que guía a la resignación y el disfrute de la muerte.
Los versos se encargan de reconciliarnos con lo que para el ser humano es inevitable. Cuando cada uno resuena fuerte como un tambor en el oído de aquel que está intentando soportar el dolor de la muerte, posiblemente esa mente aturdida se tome un momento para meditar, recordar e intentar asimilar la llegada de la muerte; y si se logra incluso sentir algo más allá, hasta parece que se encuentra una especie de goce inigualable. Así lo percibimos en Referencias, datos personales:4
A mí me han hecho los hombres que andan bajo
el cielo del mundo
buscan el brillo de la madrugada
cuidan la vida como un fuego.
Me han enseñado a defender la luz que canta conmovida
me han traído una esperanza que no basta soñar
y por esa esperanza conozco a mis hermanos.
Entonces río contemplando mi apellido, mi rostro en
el espejo
yo sé que no me pertenecen
en ellos ustedes agitan un pañuelo
alargan una mano por la que no estoy solo.
En ustedes mi muerte termina de morir.
Años futuros que habremos preparado
conservarán mi dulce creencia en la ternura,
la asamblea del mundo será un niño reunido.
Gelman alcanza a reconciliarse con la muerte, encuentra ese momento de quietud y tranquilidad, deja de estar al acecho de la inesperada llegada; logra quitarle el sobrenombre de verdugo porque probablemente espera que exista algo más fuerte después de ella. Probablemente encuentra esperanza después de la partida del ser querido, una especie de reencuentro eterno, o quizá sólo se resigna a la idea de que algo más poderoso que el hombre mismo reciba al ser amado. En Claro que moriré y me llevarán,5 la muerte adquiere el don de sanar, de unir de alguna o cualquier manera los fragmentos que quedan del hijo, de la madre, del amado e incluso de de sí mismo.
[…] claro que moriré y me llevarán
en huesos o cenizas
y que dirán palabras y cenizas
y yo habré muerto totalmente
claro que esto se acabará
mis manos alimentadas por tus manos
se pensarán de nuevo
en la humedad de la tierra
yo no quiero cajón
ni ropa
que el barro asuma mi cabeza
que sus orines me devoren
ahora
desnudo de ti […]
Perdimos a Gelman el poeta, el periodista, el que físicamente describe Cristina Pacheco como: “Alto, a veces un poco desorbitado en la mirada, tiene la voz profunda y baja. La protege siempre atusando las guías del bigote tupido y entrecano. No fuma pero tiene la voz y el gesto del fumador”.6
La frase de “se fue un grande” es perfecta para describir la partida de Gelman, una pieza irreemplazable del ajedrez literario del siglo XX. Se marchó el hombre que luchó incansablemente por encontrar a su nieta arrebatada del manto materno, el ejemplo de fortaleza y constancia, estandarte para el mundo de justicia universal e ícono para una generación de latinoamericanos.
Quedan versos y escritos que perdurarán en la memoria y que no nos permitiremos olvidar, porque al recordarlos, al leerlos o al conocerlos, escuchamos Ruiseñores de nuevo.
Bibliografía
GELMAN, Juan. Pesar todo: antología. Fondo de Cultura Económica, México, 2001.
_____. Miradas: de poetas, escritores y artistas. Era, México, 2006.
PACHECO, Cristina. Al pie de la letra. Fondo de Cultura Económica, México, 2001.
.- Una versión preliminar de este texto fue presentada en la mesa La muerte en las letras y otros escenarios, de las Jornadas Funerarias del año 2014.
2.- Licenciada en Letras por la Universidad Veracruzana. Actualmente se desempeña como asistente del posgrado en el Centro de Estudios de la Cultura y la Comunicación de la Universidad Veracruzana.
.- Juan Gelman, Miradas: de poetas, escritores y artistas, p. 93.
4.- Juan Gelman, Pesar todo: antología, p. 89.
.- Ibid., p. 112
6.- Cristina Pacheco, Al pie de la letra, p. 402.