Los ángeles de Lupe Pintor. Alberto Salcedo Ramos. México: Almadía, 2015

Luvia Estrella Morales Rodríguez[1]

Alberto Salcedo Ramos, considerado como uno de los mejores periodistas narrativos de Latinoamérica, ha sido ganador de múltiples premios, entre los cuales destacan el Premio Internacional de Periodismo Rey de España, el Premio Ortega y Gasset de Periodismo y dos veces el Premio a la Excelencia de la Sociedad Interamericana de Prensa. Algunas de sus crónicas han sido publicadas en importantes antologías internacionales y han sido traducidas hasta a cinco idiomas. El cronista colombiano publica Los ángeles de Lupe Pintor en 2015; el libro está conformado por diecinueve crónicas que proyectan la cultura, las costumbres y la historia de Colombia y de otros países de América Latina. Asimismo, el libro sigue algunos de los temas y recursos literarios anteriormente utilizados por Carlos Monsiváis, Truman Capote, Gay Talese y Norman Mailer.
La mayoría de las crónicas del libro representan tradiciones, folclor, cuestiones sociales, disputas económicas, asuntos territoriales, agendas étnicas y situaciones violentas de varias regiones rurales, semirrurales y urbanas de Colombia. Por ejemplo, registran la trama social y económica de la etnia indígena wayúu, lo llevadero de algunos velorios colombianos, travestis que juegan futbol, torturas consumadas por guerrilleros, masacres perpetradas por paramilitares, víctimas de minas antipersonales, desplazamientos de poblaciones a causa de la violencia, falta de empleo, personajes iletrados que hablan de temas literarios, expresiones populares, pueblos arquetípicos y vida cotidiana.
El libro hace un recorrido simuladamente errático en una versión poco ortodoxa de la historia cultural, económica y política de Colombia, recorrido similar a la historia que alguna vez delineó Carlos Monsiváis sobre México. Salcedo Ramos entrelaza cultura, prácticas sociales, subjetividad colectiva y costumbres de diferentes sectores del país como una suerte de representación de lo que significa ser colombiano. Sus crónicas están integradas por una multitud de temas, de imágenes, de personalidades que pueden ser leídas como una expresión desenfadada que va en contra de discursos oficiales. Por lo tanto, el modelo utilizado en el libro Los ángeles de Lupe Pintor sigue el del libro Los rituales del caos de Monsiváis, porque los temas son cambiantes y porque no hay una relación entre los tópicos presentados, pero la unión de los mismos retratan a un país.
Por otro lado, son solamente tres crónicas las que abordan a personajes no colombianos. “Las luces de Ana Lizeth” es una crónica de una hondureña exitosa y toma lugar en Tegucigalpa; la de “Los ángeles de Lupe Pintor” toma lugar en la delegación Cuajimalpa, Ciudad de México, y “El último gol de Darío Silva” tiene como escenario la ciudad de Treinta y Tres, Uruguay. En la crónica “Los ángeles de Lupe Pintor” se desarrolla el tema del boxeo, pero se hace caso casi omiso a las descripciones de ese deporte. En su lugar, Salcedo Ramos describe detalles íntimos del boxeador mexicano; resalta, por ejemplo, el enojo que siente el boxeador cuando le llaman asesino. Menciona que Pintor no era un boxeador de tácticas, sino de impulsos. Describe sus excentricidades y extravagancias, pero nunca se detiene en narrar explícitamente las peleas de boxeo. Además, por medio de Pintor, el cronista hace un señalamiento implícito a algunas prácticas comunes entre los mexicanos, como llamar “Lupe” a algunos de sus habitantes, aféresis alusiva a la Virgen de Guadalupe. Registra el uso común de cierta jerga mexicana, por ejemplo, la palabra “pinche”. Traza el uso de determinado tipo de calzado como botines de avestruz, de víbora o de cocodrilo, con el propósito de delinear identidades a través del boxeador.
Si la crónica de “Los ángeles de Lupe Pintor” tiene hermanas en contenido y tema, la de “Las luces de Ana Lizeth” no tiene precedentes en su índole positiva y en su incuestionable final feliz. A pesar de que la violencia y la pobreza están a la orden del día en la vida de la catracha Ana Lizeth, ella logra destacarse como una empresaria en Tegucigalpa por generar empleos en la industria de la tortilla. Por consiguiente, esta es una crónica distinta a las acostumbradas por Salcedo Ramos, porque la violencia usualmente descrita por el cronista se instala en el miedo y muestra el deterioro de la buena funcionalidad de la sociedad. Empero, esta vez, la violencia produjo una representación y una retórica diferentes. El relato de Ana Lizeth no conduce a la fatalidad; por el contrario, los círculos cerrados de la victimización y la pobreza encuentran una salida y tienen una suerte de moraleja: “Así que ella pudo haber sido una fracasada más, tal y como lo pregona el viejo dicho hondureño: ‘Quien nace pa' maceta, no pasa del corredor’. Pero ella pasó” (Salcedo Ramos, 2015: 147). En esta ocasión, el relato no partió de la vida de los malhechores hacedores de la violencia, que son incapaces de disolver su marginalidad, sino de una víctima de la violencia que estudia y se supera grandiosamente. Por ende, el discurso del cronista no es precario, no es fatalista, no es melancólico, no es hostil y, por ello, se aleja de los discursos habituales de las crónicas de Salcedo Ramos que plantean el tema de la violencia.
Esta crónica no solamente habla de la violencia sino que crea, por medio de Ana Lizeth, varias imágenes que denotan los rasgos de la comida típica de los hondureños: “Por ejemplo, un plato llamado casamiento, trae cerdo, arroz de frijoles, huevo picado, tajadas de plátano maduro y un refrescante jugo de horchata…” (ibid.: 132-133). El personaje señala la comida que usualmente comen los que tienen muy poco dinero: “Cada tortilla se rellena con frijoles o con queso rallado o con picadura de cebolla, tomate y ají, ¡y listo!” (ibid.: 137). Aclara que la tortilla es acostumbrada en la mesa de aquellos que tienen y no qué comer. De tal forma que, con estas imágenes, el cronista retrata la comida habitual hondureña en diferentes estratos de la sociedad.
Desde otro orden de ideas, el tema del futbol es tema reincidente en Salcedo Ramos, pero siempre lo lleva por diferentes directrices. En la crónica “El último gol de Darío Silva”, el cronista no intenta forjar hinchas, ya que no debate, no explica jugadas del futbolista ni hace comentarios estrictamente futbolísticos. Su acercamiento sigue las pautas del melodrama porque exalta las pasiones y dolores personales del futbolista. Por ejemplo, el cronista narra sobre la vida de Darío Silva antes y después del accidente que le llevó a la amputación de la parte inferior de su pierna derecha. Esboza brevemente la vida promiscua y bohemia del jugador. No conformándose con bosquejar la vida de Silva, el cronista también deja un lugar importante para señalar las prácticas y el comportamiento de los habitantes de Treinta y Tres que giran alrededor del futbol: “Aquella tarde confirmé que en la cultura rioplatense el futbol tiene unos rituales de iniciación similares a los del amor: acompañar al hijo en la cancha es como apadrinarle la primera novia” (ibid.: 93). Sobre los treintaitresinos, apunta que juegan ordinariamente el futbol de manera informal en las calles. Consecuentemente, el gran mérito de esta crónica es haber encontrado la combinación perfecta para narrar sobre la vida de Silva con ingredientes que retratan el comportamiento de los habitantes de Uruguay a partir del ángulo del futbol.
Finalmente, cabe mencionar que Salcedo Ramos toma mucho del Nuevo Periodismo de Estados Unidos. Comparable a esos periodistas, el cronista colombiano viaja por varios países de Latinoamérica para encontrar los temas de sus crónicas periodísticas, se convierte en protagonista y espectador de los hechos que narra y da su punto de vista al lector con el propósito de explicar sus conocimientos acerca de los sucesos que presenta. Al igual que Truman Capote, el cronista amontona en sus crónicas a varios personajes pintorescos pertenecientes a los lugares que visita. Mezcla las representaciones de ciudades con los retratos humanos. Al igual que Gay Talese, investiga y organiza la vida de sus personajes con maestría, no tiene miedo en escribir sobre los estilos de vida, libertades sexuales y vida trivial de sus personajes. De la misma forma que Talese, el colombiano investiga a boxeadores retirados, describe escenarios y pinta costumbres psicológicas de personas. Similar a Norman Mailer, Salcedo Ramos rebela su estado de ánimo y lo que está pensando. Sin embargo, la diferencia entre los dos es que cuando Mailer habla de sí mimo lo hace en tercera persona, mientras que Salcedo Ramos lo hace en primera persona.
 En conclusión, los lectores de esta colección de crónicas reconocerán que el cronista retrata mecanismos culturales, sociales y políticos no solamente de Colombia sino también, en discreta medida, de México, Honduras y Uruguay. Reconocerán que Salcedo Ramos escribe un testimonio del presente a través de un pluralismo y una multiplicidad de voces para crear un mosaico de imágenes realistas, cotidianas y peculiares. Asimismo, los lectores disfrutarán del corpus del libro al descubrir que hay temáticas y estilos distintos, porque el cronista es heredero de algunos tópicos y prácticas literarias de Monsiváis, Capote, Talese y Mailer. Saborearán del caldo literario que el cronista cocina con una combinación de puntos de vista, técnicas narrativas, armazón de imágenes y atmósfera


[1] Luvia Estrella Morales Rodríguez. Mexicana/Estadounidense. Estudiante de doctorado en la Universidad de Oklahoma en los Estados Unidos con especialización en la crónica latinoamericana del siglo XX y XXI. luvia.e.morales.rodriguez-1@ou.edu