La
soledad ontológica dentro del filme El
tunco Maclovio de Alberto Mariscal
Ontological Solitude in the film El tunco Maclovio by Alberto Mariscal
RESUMEN
En
este ensayo se analiza la cinta cinematográfica El tunco Maclovio como una mínima parte de una investigación en
relación con el tiempo interno y con la soledad del mexicano en el libro El laberinto de la soledad de Octavio
Paz, a través del cine mexicano. Se retoma la concepción de Martin Heidegger
sobre el ser y el tiempo, para discernir sobre el ser y el estar. Asimismo, se
deconstruye la cinta referida por medio del discurso escrito, para que dentro
de él se observe la poética como la acción que lleva a algo a ser otro, sin
dejar de ser el mismo, y a la vez mostrar esta paradoja con el personaje de
Maclovio Castro, protagonista del filme.
ABSTRACT
This essay analyzes the film El
tunco Maclovio as part of a broader investigation into internal time and
the Mexican condition of solitude presented by Octavio Paz in El laberinto de la soledad, as seen through
Mexican cinema. Martin Heidegger's concept of being and time is taken up in
order to reflect on distinct modalities of being (ser and estar); at the
same time, the film is deconstructed via written discourse, in order to observe
how poetics function as the action that leads to something becoming other while
remaining the same, and how this paradox operates in the character of Maclovio
Castro, the film’s protagonist.
PALABRAS CLAVES
Cine
mexicano; Alberto Mariscal; soledad; ontología; El tunco Maclovio
KEYWORDS
Mexican
cinema; Alberto Mariscal; solitude; ontology; El tunco Maclovio
Introducción. El western mexicano de Alberto Mariscal
El
filme que vamos a considerar fue rodado en 1968, en el estado de Durango, que
se ubica en una región semidesértica del país. En 1966, con una atmósfera
semejante, pero en Almería, España, se filmó Il buono, il brutto, il cattivo [El bueno, el malo y el feo], dirigida
por Sergio Leone, que fue un éxito de taquilla por romper con el paradigma que
imperaba entonces, según el cual sólo en Estados Unidos se hacía buen western, y asimismo por romper con
algunas técnicas y encuadres del mismo género, como sucede en el plano inicial de
este filme, que no presenta un típico plano panorámico o general en el que los
dos contrincantes se retan a la mitad del pueblo, mientras sus manos tiemblan
por encima de los revólveres. Leone rompe con ese clásico inicio de las cintas
de John Ford, Howard Hawks, Raoul Walsh o Delmer Daves y elige un apacible inicio
después del cual el arranque de la acción detonará de adentro hacia afuera, al
salir volando un hombre a través de la ventana de una cantina. A esta clase de cine
italiano se le conoció como spaguetti
western.
En la cinta El
tunco Maclovio (1969), Alberto Mariscal también rompe con el estereotipo de
los inicios clásicos de las cintas estadounidenses de una forma muy peculiar.
La cinta comienza con un duelo, como en el cine clásico. Los hombres se miran,
hay planos americanos, planos medios, de acercamiento y de detalle. La gente
que está cerca se cubre para no ser lastimada. En un plano sobre el hombro, se
enfatizan las intenciones de los protagonistas del duelo y, en un movimiento, a
los dos participantes del duelo se les ve disparando y tumbando a otros hombres
que se encontraban escondidos sobre los techos de los salones. Cuando ya ha
terminado el tiroteo, los contrincantes se levantan, se sacuden el polvo, se
dan las manos y sonríen. Mariscal rompe con las reglas del western. Existen también otros aciertos por parte de nuestro autor,
que nos permiten reconocer su trabajo fílmico, que realmente es un western mexicano, pero se le catalogó
como chili western. El western es el cine clásico
estadounidense, con el tipo de información que Estados Unidos se proponía enviar
al extranjero: el hombre rudo que tuvo que domesticar terreno y nativos del
desierto. Hombres que tuvieron que cimentar una nación con el trabajo duro,
bajo el sol y las flechas de salvajes indígenas que no conocían a Dios y que
eran asesinos por naturaleza. El vaquero y el astronauta, como lo podemos
verificar en la cinta Toys, son el
símbolo del pasado y del futuro del pueblo estadounidense. Estos dos personajes
son los estereotipos de la fuerza y de la inteligencia unidos para lograr un
ideal: llegar al infinito y más allá.
Estar y habitar
Martin
Heidegger (2009) escribe que para ser hay que habitar y que estar no significa
habitar ni ser. El verbo to be en el
idioma inglés nos indica estar o ser, de modo que este verbo nos confiere dos
acepciones en una: el ser es el que habita. Lo mismo sucede con el verbo alemán
sein. Estos dos verbos, en diferentes
idiomas, nos expresan que quien habita es,
quien está existe. En el español, ser
y estar son verbos que designan conceptos diferentes. El estar condiciona
transitoriedad, mientras que ser determina permanencia. La disparidad en los
conceptos de ambas palabras nos proporciona significados distintos y, por lo
mismo, estar no necesariamente implica existir. Esta disyuntiva, a quienes
escribimos y hablamos el español nos proporciona la posibilidad de interactuar
en tópicos diferentes cada vez que usamos cualquiera de estas dos palabras.
Para poder ser se necesita habitar –hablando ontológicamente–, habitar en uno
mismo. Pero podríamos suponer que para habitar en uno mismo se debe ser. Pero ¿cómo
lograr este ser? En la cinta cinematográfica El tunco Maclovio de Alberto Mariscal este concepto de no ser, de
no habitar es la esencia del mismo filme. Heidegger (2009) escribe que para ser
no basta con estar: para ser hay que habitar y el ser es la habitación del
humano. Al hombre moderno, la alienación no le permite contemplar la realidad
de los objetos y de los sucesos, y produce un vacío de existencia en las nuevas
generaciones. Estos vacíos en algunas personas se deben a frustraciones, a
sueños no realizados y, en algunos casos, a oscuras experiencias que en casos
extremos, al no ser resueltas, crean un sentimiento de destrucción. Maclovio
Castro, el tigre de Santana, lleva
este infierno dentro, al sentirse víctima del destino, para convertirse en
victimario.
Inicio de análisis
cinematográfico
La
sombra de los recuerdos le quema el corazón
y
su huella quema al desierto y mata ya sin razón.
(Canción tema de la
cinta)
Con
estas líneas y un baqueteo country in
crescendo que Ernesto Cortázar realizó para la cinta, y dentro de un plano
medio, se presenta la vacua figura de Maclovio Castro (Julio Alemán), quien
antes hizo un favor a un mensajero al darle un balazo en la cabeza para que ya
no sufriera. Bajo la sombra de la sierra duranguense, su propia humanidad es
otra sombra más sobre aquellas descomunales rocas.
En el arranque de la acción, podemos observar que el
tunco es apalabrado por Laura Montaño, y es literal, porque jamás se muestra el
rostro de este personaje en la película, sólo es un velo apalabrado que lleva
cifrado el destino de todos los hombres que cruzan por su camino. Laura es la
desgracia de muchos que habitan esa zona, pero ella realmente es el pretexto
del hombre para llorar sus pérdidas ante el deseo complacido. Laura proviene
del latín Laurus, que quiere decir ‘aquella
que triunfa’. El abuelo (Eduardo Arcaraz) de Julián Moncada (Juan Miranda), el
novio de Sara Montaño, con resentimiento le comenta a su nieto:
—¡Laura Montaño se fue
quedando con estas tierras poco a poco!
Y su nieto le contesta:
— ¡Laura Montaño a usted no le quitó nada, nada, le
dio su cuerpo a cambio de toda la tierra!
Y agrega:
— Pero… ¡qué caray, si
fue así, bien aprovechado estuvo!
A lo largo de la cinta, se muestran imágenes
sobrepuestas de una mujer, la hija de Laura, Sara Montaño (Bárbara Angely), la
princesa de esos terrenos, que posteriormente será el eje/destino de Castro,
quien jamás ha sabido qué es el amor: “… Amar, jamás ha podido, huyendo siempre
andará”, como dice la canción tema de la cinta. Maclovio huye de sí mismo y al
ensimismarse se excluye del mundo. En cuanto al hombre, la mujer es la única
que nos puede extraer de ese ensimismamiento o ahondarnos más en él, y para siempre.
Octavio Paz lo refiere como la alteridad del hombre: “La mujer nos exalta, nos
hace salir de nosotros y, simultáneamente, nos hace volver” (Paz, 1986: 135). A
través de la mujer somos otros, ella nos contrapone con nuestra creencia de lo
que somos, la devela, aún sin nuestra anuencia.
Cuando el tunco Maclovio va rumbo al rancho de
Laura Montaño, pide un poco de agua y, a la vez, que le indiquen el camino. El
hombre que sacia su sed camina unos pasos y, de espaldas a él, le pregunta,
presagiándole el destino:
—¿Sabes qué camino estás pisando, mijo?
Durante la historia hay unos ojos que el tunco
lleva pegados a la espalda. Son las pupilas de Juan Mariscal (Mario Almada). Éste
lo sigue por todas partes, como si fuera un rezago de su pasado. Sobre el
camino, conoce a otro personaje, al amigo Marcelo Pavón (Julián Bravo), quien,
después de robar algunas pertenencias a Maclovio, lo invita a comer de su
propia carne.
El tunco ha sido contratado para matar a un
hombre, pero él no sabe quién es ese hombre. En cambio, el hombre que tiene que
morir por la mano de Maclovio Castro está alertado de este contrato. Julián
Moncada está consciente de que Castro tiene consigna de asesinarlo, pero esto
tampoco lo sabe el mismo Maclovio. Ante la persecución de la ley, Maclovio
llega a un desfiladero. En ese pequeño camino, sólo cabe un caballo y, de
frente, se topa con el destino: con Julián Moncada. Echan suertes: el caballo
que relinche primero se va al abismo con todo y jinete. El caballo del tunco es
el primero. Pide un minuto a Moncada. Éste le dice que le hunda en el lomo el
cuchillo al caballo, para que caiga sobre sus propias patas. Maclovio, con un
gesto serio, le pregunta si él mataría a un caballo. Moncada ríe y comienza a
burlarse de su suerte. Al final, le dice a Maclovio que él le enseñó a su
caballo a caminar hacia atrás, por si se presentaban circunstancias como las
que estaban pasando. Se vuelve a reír de Maclovio y le dice que le ha salvado
la vida sólo por el placer de saber que a él le deberá la vida. Maclovio le
dice: “El hombre que busca burlarse de otro hombre se burla y se acabó ¿No es
así?”
Julián no logra contestar. Él ha pasado a otro
estado, como lo describe su abuelo, durante su funeral: “… Ahora respira según
el tamaño del espacio. Julián Moncada se está haciendo transparente como una
idea. En estos mismos momentos se está transformando en aire y en luz, se está
fundiendo por entre todos los árboles, por entre todas las aguas, por entre
todos los cielos… y mi hijo ahora está flotando como la vida misma de las
cosas… su orgullo, su poder, su sonrisa fresca son ya sólo un recuerdo”.
Los significados profundos de las cosas nos llevan
a otra realidad. Por lo mismo, existen la intuición y las ideas, el lugar donde
nos recreamos, esa revelación donde nadie podrá tener confirmación de este
hecho más que el mismo espíritu, como un lenguaje transparente y vibratorio.
Maclovio Castro no lo siente, ni siquiera vivo. Al encontrarse con una bella
mujer sobre el camino, él mismo le dice:
—Vaya curiosidad la mía,
nomás por saber si todavía existe en mi persona el hombre.
La mujer le contesta:
—Olvídelo, en usted sólo vive el tigre de Santana,
porque Maclovio Castro, el hombre… ha muerto como hombre.
Esta mujer le comenta que ella es la más ligera de
todas las mujeres de la región, que se entrega a cualquier hombre, pero no a un
asesino como él. Cuando termina de decir esto, Castro le pide que lo acompañe.
Llegan a una tumba y es cuando le cuenta el porqué de su vida sangrienta y
violenta. Le expresa que en esa tumba está su mano pegada al cuerpo de otro.
Un humano puede percibir el sentido de vida a
través de lo no ético. En esta dimensión se adquiere la libertad, la
comprensión de una unidad a través de los demás y de aquello que siempre está,
pero que no se mira ni se toca. Lo que no es tangible, pero siempre está
presente.
Hay en la cinta una escena, con algunas imágenes
como recurso, que me hizo rememorar a cierta revista muy leída por aquellos
años, llamada El Libro Vaquero. Reconstruyamos esta escena: al ir a buscar a
Maclovio por la muerte de Julián, Sara y él se enredan en una lucha donde
terminan los cuerpos volcándose acaloradamente, de forma semejante a los
recuadros de acción del Libro Vaquero: “El regocijo de los sonidos de las
aguas, las caricias del viento y el murmullo de los árboles fueron testigos
mudos de su entrega”. Tal vez estas imágenes y planos fueron realizados de
manera intencional por parte de Alberto Mariscal.
Juan Mariscal se vuelve a presentar y le comenta a
Castro que él le debe algo, le recuerda una deuda. Castro le dice que ya ha
pagado mucho por ello. Mariscal le contesta:
—¡La vida de mi hijo no
vale un pedazo de tu carne!
Maclovio le dice que
entonces se cobre, pero Juan le contesta:
—No, todavía no estás pa mí. La vida me enseñó cuándo
las cosas duelen poco o duelen mucho… Cuando llegue la hora, lo sabrás con
certeza.
El sentido de vida
“Me
pasé la vida buscando algo, y ahora que ya no busco, el destino me ha empezado
a regalar: un amigo, una mujer y un gusto por vivir que nunca tuve”.
El destino le ha regalado a Maclovio lo que nunca
ha tenido: el gusto por vivir. Desea estar con la mujer amada, con Marcelo
Pavón y con el dinero que ha juntado para tener un pequeño paraíso, al fin que
lo principal ya lo tiene: la familia. Se encamina al rancho de Laura Montaño,
ahí lo espera su destino: Sara. Maclovio va feliz, en su cabeza se crean sueños
cálidos y acariciantes, su futuro es un sol que emerge por sus ojos. Está
experimentando algo que jamás logró, un gusto por la vida. En algunos casos, el
ser humano, al encontrarse en ningún lugar y saberse que no es, provoca al
mundo para saberse habitado, se sabe expulsado del universo. La irrealidad es
una realidad más real que la propia realidad, el día y la noche se mimetizan y
el cielo y la tierra se le tallan frente a los ojos, y todas las palabras
transportan oscuros signos que lo atormentan y le crean voces en la cabeza, y
estas voces siempre son sus verdugos. Se necesita saber para ser y en una
explosión comprende que todo ese vacío lo hace ser, y el mundo se desnuda y se
vuelve a vestir, y todo lo conocido le parece nuevo y extraordinario. Las voces
del silencio, de tan antiguas le parecen nuevas, y el árbol ya no es el árbol:
ahora es el grito enramado de la reunión, y el agua ya no es agua: es la
cristalización de la imagen en el ser y el día es acción y la noche sueños y el
hombre es oído, voz y canto, y nuestros ojos son todos los ojos, nuestras manos
las del niño, las del anciano, las de la mujer, las propias, y al ser cada uno
de ellos y ellas, se es un nosotros.
En el rancho lo espera Sara. Ella lo recibe, se
acerca a él y, lentamente, las bocas se juntan. En la entrada los mira Marcelo,
quien sonríe, pero detrás de él una voz se escucha: “Toda la vida te sonríe, ¿verdad,
muchacho? Te lo dije, llegando el momento lo sabrás con certeza”.
Maclovio no sabe qué hacer, tiene una deuda muy
profunda con Juan Mariscal, pero ahora ama la vida, desea vivir, no puede
dejarse matar, ahora que la vida sí importa. Se va hacia el patio, observa a
Mariscal, los dos se miran. Maclovio baja la mano, desea ser otro, sabe que ya
no puede seguir siendo un asesino. Está a merced de Mariscal. Éste lo mira
fijo, lo observa. Baja la mano y mejor camina rumbo a la salida. Se escucha una
ráfaga de explosiones y quejidos, el cuerpo de Maclovio se retuerce. Las balas
entran y salen de su cuerpo. Mientras con su muñón se cubre el corazón, lo ojos
del tunco se impactan con las palabras de Sara:
—¡Mátenlo!
Pero ya no importa, él estaba muerto desde antes.
Alberto Mariscal metaforiza la muerte por una
cascada de balas que perforan y deshacen el cuerpo de Maclovio Castro, que no se
comparan con la traición y las palabras de Sara Montaño que le pulverizan el
alma, simbolizando que se va a la otra realidad, sabiéndose que aquí y allá es
nadie, porque muere el espíritu a través de las palabras de la mujer que era su
sentido de existencia, como si nunca hubiese existido. Es lo contrario a lo que
dice el abuelo en cuanto al espíritu de Julián.
En el filme no se muestra el rostro de Laura
Montaño, sólo sus palabras. Se sabe de ella al inicio y al final de la cinta y,
sin estar presente en toda la trama, es la creadora de toda esta historia.
Metaforiza que la palabra es poder y contiene dos funciones: una es crear y otra
es destruir.
A manera de epílogo
El
análisis de esta cinta es sólo una mínima parte de una investigación
relacionada con la obra El laberinto de
la soledad de Octavio Paz y la visón de la contradicción de los personajes
en el cine mexicano, muy cercanos al sentir de lo que escribió el poeta,
metafóricamente, en 1950, en cuanto al mexicano como un ser que lleva un pasado
trágico a cuestas, que no le permite avanzar ni pertenecer al mundo.
Aceptado
el 14 de noviembre de 2017
Bibliografía
HEIDEGGER,
M. (2009). El ser y el tiempo. Argentina:
Fondo de Cultura Económica.
FRANKL,
V. (2004). El hombre en busca de sentido.
España: Herder.
PAZ,
O. (1986). El arco y la lira. México:
Fondo de Cultura Económica.
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(2008). El laberinto de la soledad y otros
ensayos. México: Siglo XXI.
[1] Profesor en la Escuela de Artes de la
Universidad Anáhuac México Norte. Su línea de investigación alterna cine
mexicano, literatura mexicana y educación. Obtuvo el Premio Accésit en la
categoría de Investigación Cinematográfica Internacional, en el Festival Cine
en Español de Málaga, en 2015. tn_obed@yahoo.com.mx