Miriam Quiroz Ramírez [1]
RESUMEN: Este artículo aborda las interacciones directas y
mediadas entre mujeres rurales a partir del interaccionismo y los estudios
culturales, con la finalidad de caracterizarlas desde sus referentes
identitarios. Para ello, se retoma el caso de San Bartolo Teontepec, en el sureste
del estado de Puebla, México. Se concluye que la identidad de las mujeres,
derivada de las interacciones, se constituye y es constituida: las define, pero
también es susceptible de variabilidad.
PALABRAS
CLAVE: Mujeres rurales, identidad, interacción directa
(socialización), interacción indirecta (consumo cultural) y cotidianidad.
ABSTRACT: This article addresses direct and mediated
interactions between rural women, utilizing interactionism and cultural studies
in order to understand the factors that contribute to the construction of
social identities. It examines the case of San Bartolo Teontepec, in the
southeast region of the state of Puebla, Mexico, and concludes that the sense
of identity derived from these interactions both constitutes and is
constituted: it defines them, but is also susceptible to variation
KEYWORDS: Rural women,
identity, direct interaction (socialization), indirect interaction (cultural
consumption), everyday life.
Mujeres rurales y consumo cultural de
telenovelas: referentes identitarios desde la interacción. Un caso en el
sureste poblano[2]
Introducción
En la
actualidad, las dinámicas desarrolladas por los sujetos se encuentran en
interrelación con diversos aparatos tecnológicos, entre los que destacan medios
de comunicación como la televisión (TV) que, al estar inmersa en su
cotidianidad, se convierte en un objeto significado socialmente.
Por ello, el objetivo de este trabajo es abordar la
identidad de las mujeres rurales desde las interacciones entre sujetos y las
mediadas por objetos; las cuales se describen y se conjuntan en formas que aquí
se denominan, para el primer caso, interacción directa a través de la
socialización de normas y valores y, para el segundo, indirecta al ser
prácticas sociales intervenidas por un objeto en un contexto espacio-temporal y
consumo cultural.
La temática es de relevancia en los contextos
contemporáneos, sean estos globales o locales, donde se observa la
tecnologización de las prácticas con la incorporación de diversos aparatos
electrónicos; a la vez que, la existencia de “referentes tradicionales”,
socializados de manera directa y arraigados al constituir parte del modo de
vida de los sujetos, particularmente, aquellos en contextos rurales.
El artículo posibilita una visión del medio rural, con
base en un estudio de caso, ya no sólo agrícola sino inmerso en procesos
modernizantes que reflejan los reacomodos y adaptaciones que ponen en marcha
sus actores y que configuran sus espacios. Lo rural ha sido tratado desde lo
económico, político y territorial, empero se hace necesario su abordaje desde
lo sociocultural, de importancia para entender y analizar lo ocurrido en estos
entornos. Se plantea que este acercamiento debe considerar a la identidad de
las mujeres desde la socialización y el consumo cultural.
Las mujeres son actores rurales que han sido abordados,
mayormente, desde perspectivas monetarias y políticas mediante sus expresiones
prácticas (empoderamiento, estrategias de sobrevivencia, proyectos productivos,
feminización agrícola, entre otras), no obstante no explican el porqué de
éstas, es decir, no abordan la base de la cual derivan y en la que, se ubican
nexos culturales como la socialización, consumo e identidad.
La identidad de las mujeres rurales define el papel que
juegan como parte de un grupo y donde se hacen necesarias las interacciones con
otros, la apuesta es retomar sus lazos en relación con el consumo cultural. El
consumo es una herramienta analítica para acercarse a las realidades de las
mujeres al permitir analizar al crisol que conforma y pluraliza lo rural,
especialmente, a sus actores. El consumo ha sido tratado mayormente para los jóvenes
a partir de su vínculo con los contenidos de internet y en los entornos
urbanos. No obstante ¿qué pasa en lo rural? Esto abre la veta para el estudio
del consumo y socialización de las mujeres rurales, en pro la constitución de su
identidad.
El artículo muestra a la identidad de las mujeres como un
tipo de identidad social que se precisa en la interacción de iguales y
diferentes (cercanos y lejanos). Por ello, se parte de enunciar la mutua
definición entre las interacciones directas e indirectas: no se puede hablar de
las interacciones directas como aisladas sino que se ponen en contacto con el
consumo cultural. Igualmente, el consumo es apropiado y valorado desde la base
de lo socializado para mostrar los posicionamientos y los aspectos que delinean
a las mujeres rurales. Por eso, la exposición que se presenta no se limita a la
lectura que las mujeres hacen de las telenovelas ya que, parte desde su
trasfondo sociocultural en las interacciones directas para desarrollar las
indirectas.
Si bien algunas telenovelas han comenzado a incluir
temáticas como la homosexualidad y mujeres exitosas, lo cierto es que prima la
imagen de la mujer en sus modelos tradicionales. Por eso el consumo,
contrariamente a lo que plantean diferentes disciplinas sociales, no lleva a la
despersonalización de las relaciones sociales, más bien puede contribuir al
reforzamiento de éstas, dado que sus contenidos plantean modelos del “deber ser”
similares a los de conjuntos específicos. Sin embargo, también hay cabida para
la variabilidad y adaptación ante nuevas circunstancias y la apropiación de
referentes, que hacen dinámica a la identidad de las mujeres. Motivo por el
cual se exhiben constantes idas y venidas entre ambos tipos de interacciones y
su relación con los cambios. Asimismo se aporta la visibilización al tipo de
interacción intermedia que expresa lo directo e indirecto conjuntamente.
Dicha propuesta se basa en la postura interaccionista y
en los estudios culturales al ser complementarios. Éstos son abordados con el
estudio de caso de la comunidad rural de San Bartolo Teontepec, en el sureste
del estado de Puebla; a partir del consumo cultural de telenovelas y de las
relaciones entre 10 mujeres con una edad que va de los 30 a 70 años,
pertenecientes a tres conjuntos familiares extensos que, a pesar de sus
diferentes actividades, ven telenovelas de Televisa en horario nocturno.
Los datos que se presentan fueron obtenidos con una
metodología cualitativa, consistente en técnicas etnográficas: estancias de
campo del 2014 al 2016; entrevistas semiestructuradas para conocer el punto de
vista de las féminas (se retoman algunos fragmentos de su testimonio y frases
señaladas con comillas) en torno a los contenidos que consumen, el actuar
propio y de otras mujeres; y observación participante, que permitió acercarse
al día a día de las mujeres y a los momentos de consumo cultural, a fin de
mostrar sus relaciones directas e indirectas. Se resalta
la situación metodológica de la investigadora al compartir la condición
genérica, que proporcionó un acercamiento directo y mayor acceso con los
sujetos de estudio, pues en caso contrario y dados los referentes locales de
conducta esto no hubiera sido posible. El proceso de análisis consistió en la ordenación e interpretación de la
información con base en el objetivo perseguido en este artículo. No se incluyen
los nombres de las mujeres en los testimonios dada su petición de
confidencialidad.
El trabajo consta de los siguientes apartados: primero se
plantean los supuestos teóricos de análisis desde el interaccionismo y los
estudios culturales en diálogo con el dato etnográfico, a fin de dar cabida a
una propuesta que evidencie los matices que adquiere la identidad de las
mujeres rurales; después se hace una identificación etnográfica de Teontepec
como contexto cultural en modernización, donde se desarrollan identidades
múltiples por la diversidad de sus actores; a continuación se muestra a la
identidad a partir de las interacciones directas (socialización), indirectas
(consumo cultural) e híbridas que mezclan a las dos anteriores[3] para la constitución de
las mujeres y como todas éstas son atravesadas por el cambio. A manera de
conclusión, se explicitan algunas reflexiones sobre el cambio y continuidad en
la identidad de las mujeres en entornos rurales.
Interaccionismo y estudios culturales: puntos de
partida
Se
apuesta a entender la identidad de las mujeres rurales como un tipo de
identidad social, es decir: “[…] referida a actores concretos, sólo puede
resultar de la interiorización selectiva y contrastiva de un determinado
repertorio cultural por parte de los actores sociales individuales y colectivos”
(Giménez 2016, 16). Se caracteriza por la particularidad y diferencia a partir
de relacionar ciertos elementos culturales (normas, valores y haceres) con las
mujeres, que les son trasmitidos en su día a día con base en la interrelación
con otras mujeres y con colectivos familiares. A lo que se han sumado los
medios tecnológicos y sus contenidos.
Por eso, los puntos teóricos de partida para entender a
la identidad de las mujeres rurales son las posiciones: relacional-situacional
y los estudios culturales.
La postura relacional-situacional (o interaccionista)
bosqueja que “la identidad es siempre una relación con el otro […] la
identificación se produce junto con las diferenciaciones” (Cuche 1999, 112). La
identidad es una manifestación relacional entre un nosotros-nosotros y
nosotros-otros.
La relación nosotros-nosotros se da cara a cara a partir
de los procesos de socialización de normas y valores que conducen su hacer,
tiempos y espacios; se presentan entre sujetos que comparten una condición, el «ser
mujer», imprimiéndoles un “visión” sobre sí mismas y sobre los otros.
Se entiende que: “la
socialización se refiere al proceso por medio del cual las personas adquieren
los conocimientos, las habilidades y la disposición que las convierten en
miembros más o menos hábiles de la sociedad” (Páramo 2004, 103). En este sentido, la socialización y lo que se
socializa está determinado por aquello que se considera adecuado para un sujeto
y que se ha gestado desde condiciones sociales y culturales que varían de
colectividad en colectividad.
Así, la
mujer rural se autorreconoce como tal y se adscribe a un grupo social, en un
primer momento, a nivel familiar. De ahí que, en la constitución de su
identidad, la socialización sea un detonante de autorreconocimiento y de
singularidades.
La relación nosotros-otros, refleja las jerarquías y
posiciones al interior de los conjuntos sociales (las familias) dadas por el
género. Esta interacción se establece
contrastantemente entre nosotros-mujeres y otros-hombres por los modos de
socialización diferenciados. La
identidad se define de la relación con el colectivo y, al interior de éste,
entre iguales y diferentes, donde también hay cabida para mostrar a las mujeres
en moldes alternativos.
Para los estudios culturales “la identidad
tiene que ver con la creación de vínculos entre personas, pero también de poner
límites […]” (Sardar y Van Loon 2011, 126), lo cual viene a reforzar lo
planteado anteriormente por la postura relacional-situacional, mostrando un
punto de encuentro entre ambas.
Otras vertientes de los estudios culturales
complementan esta idea al retomar a los medios de comunicación como la TV y sus
contenidos para el abordaje de la auto y heteroconstitución (Portocarrero y
Vich 2010, 36), que aquí se proponen en dos niveles: de contenidos y
contextual.
El
nivel de contenidos se manifiesta en la interacción sujeto-objeto-contenido, es
la relación más indirecta: no se da inmediatamente entre las mujeres y los
personajes de las telenovelas, la TV se convierte en el intermediario mediante
el consumo de contenidos, entendido como:
[…]
el conjunto de procesos socioculturales en que se realizan la apropiación y los
usos de los productos. Esta caracterización ayuda a ver los actos a través de
los cuales consumimos como algo más que ejercicios de gustos, antojos y compras
irreflexivas, según suponen los juicios moralistas, o actitudes individuales,
tal como suelen explorarse en encuestas de mercado (García Canclini 1995, 42).
El
consumo, para el caso de la identidad, reviste una interacción indirecta que
permite explicar su entrecruzamiento con otros compendios de la vida social y
brinda una comprensión más amplia sobre los colectivos, pues se vincula con la
interacción directa, al valorar el consumo desde ésta.
Los contenidos a consumir por las mujeres
reflejan “la recepción de los medios, para pensar a éstos como parte crucial de
flujos de sentidos sociales que los trascienden y los incluyen” (Grimson y
Caggiano 2010, 27).
Esos “sentidos sociales” (tipos físicos,
normas y conductas) expresan lo qué es o debería ser una mujer. Por tanto
constituyen modelos, representados por sus personajes, que pueden ser o no los
de un grupo social y que se conjugan en historias melodramáticas. De acuerdo
con esto, las telenovelas:
Las
entendemos como dispositivos de producción de subjetividades y como agentes
centrales en la reproducción social. Es de notar que [el sujeto] se constituye
viendo televisión, escuchando música, yendo al cine, decodificando los anuncios
de publicidad y leyendo revistas o periódicos […] es ahí donde hoy en día se
produce la «educación sentimental» de las subjetividades y donde se moldean los
valores y las ideologías sociales (Portocarrero y Vich 2010, 36).
En este sentido, las telenovelas se vinculan con la
subjetividad de las mujeres: al estar frente a la pantalla, no sólo reciben los
mensajes emitidos por ésta; no se trata de meros actos de recepción sino que,
conllevan un reconocimiento del “yo” desde la comparación con las historias,
los personajes y sus formas de vida. En consecuencia “en
el contexto televisivo, los aficionados modelan su propia identidad a través
del proceso hermenéutico al que someten los productos mediáticos, pero también
a través de la interacción con otros” (Lacalle y Castro 2018, 3).
Los
sujetos expresan valoraciones sobre lo que se ve, basadas en los principios del
conjunto de pertenencia y en las condiciones específicas de su contexto. Con
ello el colectivo y las situaciones culturales continúan influyendo a las
mujeres y relacionándose directamente con lo que comunican sus objetos y
consumos, en los tiempos y espacios de los que disponen para ello. En lo
precedente se expresa la influencia mutua entre consumo y socialización: las
interacciones directas influyen en la valoración del consumo; así el consumo es
una relación indirecta que incide en la constitución del yo mediante la
comparación con el hacer de los personajes.
El
nivel contextual se determina por la relación sujeto-sujeto en torno a un
objeto, que puede ser definida como un híbrido entre la interacción directa e
indirecta, es decir, el momento del consumo se constituye por determinadas prácticas (“ver”), en
tiempos y espacios, donde la permanencia frente al objeto TV funge como “pretexto”
para el desarrollo de interacciones sociales entre mujeres rurales. No
se trata de acciones al azar, al ser interiorizadas y significadas por medio de
procesos de socialización y diferenciación. Por ello, aluden a la identidad de
las mujeres y expresa la relación que ésta tiene con el consumo:
Thompson
irá chamar a atenção para o fato de que se as formas simbólicas pressupõem a
existência de signifiados que emergem da interação simbólica entre os agentes,
estes signifiados apenas ganham validade quando inseridos em contextos
socialmente estruturados. Nesse caso, nem os signifiados produzidos na
interação são totalmente autônomos, nem os contextos sociais são completamente
normativos em relação à ação (Moebus 2008, 150).
A su vez,
los objetos empleados por las mujeres las identifican en la medida en que
comunican algo sobre alguien (al otorgarles un significado y apropiación), es
decir, pueden constituir indicios de lo que es una mujer de Teontepec, como
sería la TV al momento del consumo en determinados espacios. En este tenor, las
interacciones desde el contexto se encuentran mediadas por lo socializado, al
mismo tiempo que esos contextos no son unívocos sino que hay pie para
alternativas de definición de las mujeres a partir del ocio.
Se ha
podido observar que la constitución de las mujeres rurales se da a partir de
los procesos de interacción. Es conveniente señalar que se dan vistazos de sus
variaciones, pues las interacciones directas y “los
medios de comunicación son agentes socializadores de procesos de redefinición
identitaria. Aquí se muestra cómo cierto contenido de telenovelas es
resignificado y valorado, así como su identificación con él” (Doncel y Miranda 2017, 265).
La
identidad generada desde las interacciones directas e indirectas puede ser
considerada como dinámica: no está dada, se constituye y reconstituye a partir
de las relaciones con otros desde la oposición, desobediencia y acciones
diferentes, es decir, “se producen identidades diferenciadas y múltiples” (Ibarra
2007, 73-84), presentándose diferentes formas del ser mujeres rurales a pesar
de la existencia de un modelo dominante.
La
postura relacional y de los estudios culturales pueden conjugarse de la
siguiente manera: “En las sociedades contemporáneas, la interacción social no
se limita a la comunicación y a la relación cara-a-cara, es decir, una
comunicación e interrelación directas. En la actualidad, la interacción social
y la comunicación pueden ocurrir mediadas por el uso de la tecnología” (Páramo
2004, 105). Ideas tomadas para el análisis, presentado más adelante.
En
resumen, los objetos, como la televisión (TV) y sus contenidos, son un medio
para acercarse a la cultura de una sociedad como la rural y permiten la generación
de identidades. Lo anterior, puede sintetizarse en la propuesta planteada, a
través de las interacciones entre sujeto-sujeto, sujeto-objeto-sujeto y
sujeto-sujeto-objeto.
Tabla
1. Puntos de complementación entre la teoría relacional
situacional y los estudios culturales en el análisis de la identidad. En las
columnas extremas se aprecian las propuestas de cada postura y en las
intermedias su interpretación a datos etnográficos para evidenciar a la
identidad y la utilidad que tendrán para el artículo, desarrolla paralelamente
a lo teórico.
Puntos de complementación entre la teoría relacional-situacional y los estudios
culturales para el análisis de la identidad. |
|
|||||
Relacional-Situacional |
|
Referentes
etnográficos para evidenciar a la identidad |
Con la finalidad de
mostrar |
|
Estudios Culturales |
|
Es una construcción
|
|
Pertenencia a un
colectivo |
La particularidad
de las mujeres |
|
Reproducción social
|
|
Marcos sociales |
|
Valores, normas,
reglas |
Influencia del
colectivo en el individuo |
|
Flujos de sentidos
sociales |
|
Es una
manifestación relacional |
•
|
Opone grupos Refleja jerarquías Determina la posición del agente y orienta sus
representaciones y elecciones |
La comparación y diferenciación entre sujetos «Visiones diferentes» |
|
El yo en relación a los otros Reconocimiento del yo ante otros Producción de subjetividades |
|
Es relativa y
evoluciona |
|
Dinámica |
Cambios y continuidades |
|
Variaciones |
|
Fuente:
Elaboración propia con datos de campo y a partir de Cuche 1999; Grimson y
Caggiano 2010; y Portocarrero y Vich 2010.
Sobre San Bartolo Teontepec, Puebla
San
Bartolo Teontepec es una junta auxiliar perteneciente al municipio de Tepanco
de López, se ubica en el sureste del estado de Puebla. Según el Censo de Población y Vivienda 2010 del Instituto Nacional de
Estadística y Geografía (INEGI), la localidad cuenta con 5,593 habitantes,
siendo 2,632 hombres y 2,961 mujeres, divididos en 1,336 hogares (INEGI 2010), que
pueden ser identificados por una forma de vida, expresa en transiciones que
evidencian la pluralidad de sus actores, miembros de familias rurales. Esto se pronuncia en el paisaje, los
discursos, las prácticas y relaciones sociales entre la diversidad de actores
de Teontepec.
El paisaje adquiere un carácter híbrido, al reflejar la
confluencia de casas “lujosas” de concreto, construidas a partir de la inmersión
de los hombres padres de familia en la migración por largos periodos (más de 10
años continuos de estadía), que cuentan con cocinas de carrizo[4] mantenidas desde antaño,
al caracterizarlas como “frescas” en comparación con otras edificaciones. Al
mismo tiempo se observan casas de diferentes materiales (carrizo, tabique y
adobe) con espacios multifuncionales y solares amplios en los que se pueden
encontrar huertos de traspatio y corrales para el ganado caprino y avícola a emplear
en la alimentación familiar. En ambos casos, resaltan las cocinas como lugares
de socialización de prácticas domésticas a las niñas y de sociabilidad para los
integrantes de las familias extensas.
Los terrenos agrícolas se intercalan con las viviendas,
reflejan una de las principales acciones económicas de Teontepec. Actualmente
la agricultura ha tendido a la incorporación de cultivos comerciales (jitomate
y sorgo) o tomado diferentes formas (temporal, riego y por contrato) para
soportar al consumo familiar y del ganado caprino; así como adaptarla a
contextos adversos, caracterizadas por los bajos precios de venta de los
cultivos básicos; acceso diferenciado al agua y la escasez de mano de obra. Se
destaca a los invernaderos, de los que participan aquellos que también se autorreconocen
campesinos, cuyas edades son menores a los 40 años, esta modalidad se
identifica por la participación de ingenieros que brindan asesorías a cambio de
un pago y de instancias gubernamentales que les otorgan insumos y material para
su construcción.
Además existen naves de metal donde se hallan maquilas,
fuentes de trabajo asalariado para jóvenes y mujeres por medios turnos, al
permitirles a ellos la asistencia a la escuela y a ellas el cuidado de su
descendencia. Con eso las mujeres conservan los valores de la “responsabilidad”:
si salen a trabajar es para obtener ingresos para el sustento familiar. Las
granjas avícolas en las inmediaciones de Teontepec emplean a varones maduros y
a quienes están alcanzando la vejez. A ellos, se les ve transitar en sus
bicicletas de ida y vuelta a sus domicilios. Actualmente, para el ingreso
laboral se les solicitan requisitos de escolaridad secundaria que no siempre
tienen.
A lo que se suma un ambiente árido del cual los adultos
mayores, principalmente mujeres, toman palma, flora que se tiñe, deja secar y
teje para elaborar productos como tenates, chatanates, mixteco y cruzado,[5] todos los que, en
conjunto, se denominan localmente como jarcia. Es una actividad que enfrenta el
abandono de los más jóvenes (quienes prefieren incursionar en otras actividades
económicas) y la regulación de la extracción de flora, al ser la comunidad
parte de la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán.
Qué decir del “monte” (cerro), útil al pastoreo de
ganado, abundante en la zona, realizado por familias o niños a los que se les
ve pasar por las calles, para su posterior matanza y la preparación de barbacoa
destinada a las celebraciones. Las instituciones de oferta local educativa
(hasta el nivel medio superior) conllevan jerarquías y distancias sociales
entre jóvenes y adultos mayores, debidas a que los primeros han accedido al
bachillerato y la universidad en comparación con los adultos mayores, quienes sólo
asistieron unos años, derivando en actividades diferentes (unos la agricultura,
los otros los servicios), que son valoradas en contraposición a partir del
posicionamiento de los sujetos. Pero, irónicamente, estos profesionales
estudian carreras vinculadas a Teontepec: Derecho Agrario, importante para
mantención de la propiedad ejidal; Administración y Contabilidad, al ligarse a
actividades secundarias como las maquilas y granjas avícolas.
En consecuencia el paisaje se convierte en expresión de
las modificaciones de las prácticas económicas de los sujetos y sus relaciones,
al pasar de la agricultura a aquellas de tipo industrial y de servicios.
Los discursos de los sujetos son un medio de expresión de
la modernización y de sus perspectivas sobre ésta. Según datos de campo, el “antes”
(el tiempo pasado) se define por la escasez: únicamente se obtenían los
recursos (monetarios y en especie) necesarios para la subsistencia. Se mantenía
un lazo más directo con el medio ambiente, al conocer diferentes especies
animales y vegetales para la alimentación y cuidado de la salud, tales como los
alaches,[6] la víbora de cascabel o el
venado.
En comparación con el “ahora”: lo que se adquiere es
descrito por “gustos”, no necesariamente obedecen a sus necesidades básicas;
las prácticas manuales (domésticas y agrícolas) que implicaban inversión de
fuerza física y habilidades cuando se molía en el metate o sembraba, se han
reducido por la incorporación de electrodomésticos y maquinaria (tractores y
sus implementos).
La contemporaneidad es representada por “ya ha mejorado
un poquito”. Se han ampliado los consumos alimenticios: aquellos de tipo “tradicional”
se complementan con comida rápida (pollo rostizado, estilo kentucky o berbecue), eficientando los tiempos de las amas de casa,
empero son calificadas despectivamente por otros (adultos mayores), al no
realizarlas ellas mismas; la presencia de servicios en la vivienda, verbigracia
la electricidad, ha influido en el aumento de las acciones en los horarios
nocturnos y el uso de aparatos como la TV.
Los discursos en torno a las condiciones actuales y de
antaño de Teontepec son representadas diferenciadamente, se expresan en el
hacer de los sujetos y en el modo de ver a otros desde del papel que se les
otorgó.
Se propone que Teontepec es una comunidad que ha
enfrentado diferentes procesos de modernización que configuran cambios y
continuidades sociales, que han dado paso a disposiciones diversas y
contrastantes con su pasado. Al igual que, en estos procesos sociales y
económicos, se ha hecho más evidente la diversidad de los actores. Ello deriva
en la presencia de campesinos, migrantes, adultos mayores, mujeres, jóvenes y
niños que pueden ser parte del mismo grupo familiar. Cada uno con
especificidades en sus prácticas, experiencias de vida y relaciones sociales.
Por lo cual, cada uno comporta una identidad diferenciada. A continuación se
abunda en las mujeres.
Primer referente de identidad: las
interacciones directas como socialización
Las
mujeres son actores que conjuntan múltiples interrelaciones, entre las que se
encuentran las de tipo directo, es decir, de mujeres que “enseñan” a otras a “ser
mujeres” y que aquí se denomina socialización. Dándose entre madre e hija o
bien con alguna otra que tenga cercanía social o de parentesco con las mujeres
niñas y jóvenes (madrastra, tía, abuela o hermana mayor).
Lo anterior, denota lo que Aguado y Portal llaman, una autoridad pedagógica, la cual es una “[…]
autoridad cultural, que funge como elemento básico de reproducción del orden cultural, y por la acción, pedagógica, referente al acto
de interpelar al sujeto para que se conduzca de tal o cual manera […]” (Aguado
y Portal 1991, 36) (el subrayado es de los autores). Ejemplo de ello es el siguiente testimonio:
Cuando
crecí como esta niña [señala a su
nieta…] me enseñó mi abuelita [cómo llevar
a cabo las labores domésticas],
nomás ésa conocí […] mi mamá no
conocí, sólo a mi papá […mi hermana y yo]
quedamos chiquitas y huérfanas ¡pues órales!
[…su papá] luego buscó su
compañera, ésa nos bañaba, nos peinaba, lavaba
nuestra ropita […] estábamos muy
inservibles […] ésa nos enseñó al quehacer
[…].[7]
La incorporación comienza desde la
infancia y se puede extender a etapas de vida posteriores, se basa en un
sistema de posicionamientos al interior del grupo donde la autoridad pedagógica constituye sujetos con cierta autoridad. Se
destaca la mención de las mujeres: “[…] no sabíamos, pero ahí aprendimos […] un poco, a veces mi
mamá, mi niño tiene esto, ¿qué le dan?, dale esto. Ahí fui aprendiendo, igual
que cosa […Mi suegra] igual, ella sabía curar de golpe, les daba su cerradita
[…]”.[8]
Las
prácticas y valores que fueron adquiridos por esta autoridad pedagógica cuando
la mujer fue “aprendiz” son transmitidos a las más jóvenes. La socialización
implica el paso de un rol a otro, cuya transición se basa en la experiencia que
poseen las mujeres y su mayor edad con relación al sujeto a incorporar. Dado
este rol son figuras con determinada jerarquía que les permite “regañar” y “llamar la atención” cuando los más
jóvenes no realizan las tareas que les son asignadas. Es decir, cuando esa
identidad que poseen las mujeres se torna como alternativa, a través de la
desobediencia, se ponen en marcha medidas para su normalización.
En
este sentido, la generación de identidad tiene que ver con la transmisión de normas y comportamientos, considerados propios
para determinado actor, su género y cesión de una generación a otra. Por eso,
muchas veces, las prácticas se naturalizan e incluso llegan a ser aceptadas sin
aparente cuestión, al respecto mencionan las mujeres de Teontepec “así es la
vida de uno”.
Aquello
que se socializa tiene que ver con prácticas como los quehaceres
(la molienda,
la preparación de alimentos, aseo y lavado de la ropa) para que
cumplan ciertas
características: “tortilla bonita”,
“sazón”, “limpio todos los días”,
“sin
manchas” y “listo antes de que lleguen a comer [los
miembros de su familia]”.
Por
tanto, las mujeres tienen una ubicación física y social relacionada con los
espacios domésticos; se les avizora para tener un marido e hijos, para lo cual
en un tiempo presente están siendo socializadas; deben “darse a respetar” (la
interacción con hombres consiste en un trato cortés) y “ser seria” (“no enseñar
el diente”), pues la sonrisa podría ser interpretada como coqueteo y a la larga
ser adjetivadas despectivamente en la comunidad.
Por
otro lado, las acciones que se salen de la norma: la “desobediencia”, robo, ser
“locas” (tener diferentes parejas sin que exista algún lazo social que las
legitime o el cambio frecuente de cónyuge), “peleoneras” o “engañar” a su
esposo (ser infiel) son reprendidas con el chisme, en muchas ocasiones,
generado por las propias mujeres; o los golpes de esa autoridad pedagógica o alguna figura masculina (su padre o marido).
A la
vez que sirven para la alineación y mantenimiento de otras en las normas y
valores locales. A las mujeres se les otorgan atributos, detonantes de autorreconocimiento
según sus singularidades y diferencias con otros actores. Sin embargo, también
dan indicios de su variabilidad, aunque tiene mayor peso aquello que determina
a las mujeres, las situaciones fuera de lo establecido reflejan la dinamicidad
de las identidades.
Por otro lado, la relación con los otros constituye un
factor de identidad: “una mujer es lo que no es un hombre” (un argumento
similar al de Giménez 2000, 35-59). Se hace explícito el vínculo entre
nosotros-mujeres y otros-hombres que se establece en la divergencia ya que, a
ellos se les permiten ciertos comportamientos considerados “disidencias” para
las mujeres.
Entre lo concedido a los hombres se encuentra el tener
múltiples parejas; se les liga con actividades que implican esfuerzo físico
(cargar objetos en las granjas avícolas) y se les dota de cierta autoridad,
considerada “superior” con respecto a las mujeres. Muestra
de lo último es cuando se “pide
permiso”, es decir, ella
solicita el consentimiento del jefe de familia o esposo para realizar alguna
actividad, generalmente, fuera del hogar. Expresado en términos de las mujeres,
como “ganarle la voluntad”
si es que es aprobado.
De todo esto se desprende que, la identidad de las
mujeres rurales se genera mediante procesos de socialización, derivados de la
relación entre iguales, es decir, de mujer a mujer. No sólo se trata de
destacar lo similar sino las diferencias, principalmente, con los hombres. La
identidad implica una mirada desde un posicionamiento específico otorgado por
la colectividad y al ser parte de ella.
Por lo tanto, los entramados sociales expresados en las
relaciones entre “iguales y diferentes” confieren a los sujetos lugares en la
estructura social, desde los cuales se generan puntos de vista según la
posición ocupada. La última es de importancia al intervenir en las acciones y
relaciones de las mujeres y desde las cuales se pueden generar alternativas de
interacción entre mujeres y con otros actores. Del mismo modo, la ubicación
social de las mujeres influye en su constitución propia y otorgada, incidiendo
en los consumos culturales que realizan.
Segundo
referente de identidad: interacciones indirectas en el consumo cultural de
telenovelas
En la
interacción indirecta existen mediadores como los objetos: el consumo de
telenovelas. Se propone que los espacios donde se ubica
la televisión son físicos y sociales.
De los espacios físicos, se observó que las
mujeres miembros de familias extensas se reúnen durante la noche, al verse
disminuidas sus actividades laborales y domésticas, argumentando “vamos a ver
la novela”, posicionándose en determinada habitación
de sus viviendas. Ésta es un espacio multifuncional: igual que es usado como
dormitorio o cocina, se emplea para el consumo de contenidos televisivos.
Las
mujeres se sientan sobre la cama, para tener acceso visual a la TV o bien toman
sillas, formando un semicírculo alrededor del aparato y colocándolas una sobre
otra al terminar la telenovela, para ir a sus viviendas o habitaciones. El
espacio se ve apropiado, es decir, modificado por las acciones de los sujetos.
Señalando que “cada cultura y dentro de ella cada grupo social
que la conforma, tiene una forma para ordenar sus prácticas en espacios y con
ritmos particulares, y de darles significados” (Aguado y Portal 1991, 37). Esto se expresa en el espacio social o relacional, para el caso que nos
ocupa, bajo dos modos: sujeto-sujeto en relación con un objeto y
sujeto-objeto-contenidos.
a)
Relación
sujeto-sujeto en torno a un objeto
Un “mediador” de las interacciones es la TV,
de la observación de sus contenidos, las mujeres se reúnen y refuerzan sus
relaciones sociales. El consumo cultural se convierte en el contexto donde se
llevan a cabo determinadas prácticas (“ver”), en tiempos y espacios concretos.
La
singularidad de la relación sujeto-sujeto en torno a un objeto es la
permanencia frente al objeto como “pretexto” para el desarrollo de interacciones
sociales entre mujeres. En este sentido, los lazos y comunicación están
presentes a través de la TV.
Lo
previo se ilustra al entablar conversaciones frente a la TV, manifiestas en
intervalos variados y discontinuos según la programación. Por ello, la charla
sobre acontecimientos y sujetos de la comunidad, disminuye en el periodo de
consumo de programas y aumenta al momento de los comerciales.
Con lo que las mujeres saben lo que
está pasando en la TV, aunque el eje de su práctica sea la referencia expresa
de lo que es una mujer; de la evaluación que hacen según lo socializado; y de
sus interacciones previas directas. Enfatizando que la identidad de las
mujeres, derivada de su situación relacional, se vincula directamente y de ida
y vuelta con el consumo cultural.
La
plática tiene que ver con “echar chisme”, consistente en
la conversación sobre otras mujeres de Teontepec, de la edad que sea; sobre las
cuales se expresan una serie de valoraciones para calificar su comportamiento
como “adecuado” o no a su
constitución como mujeres. Por lo que no hay una relación directa entre mujeres
de otros grupos, pero la conversación al respecto de ellas es lo que media la
interacción, conjugando dos elementos aparentemente diferentes en un periodo.
Además de que incluye el “relajo”, consistente en
bromas, risas y anécdotas basadas en su día a día. En este sentido, hay cabida
para mostrar a las mujeres rurales de Teontepec, desde uno de sus recovecos,
que no necesariamente les fue socializado. El tiempo de consumo cultural de
telenovelas es corto (aproximadamente una hora de trasmisión de capítulo), mas
refleja la condensación de las interacciones directas, el consumo cultural como
contexto y la apropiación del tiempo de sujetos como las mujeres para la
relación con otras y el ocio.
Cabe mencionar que el consumo
cultural de telenovelas se convierte en un tiempo de tipo colectivo, que se
desenvuelve de las relaciones y negociaciones con los grupos familiares de
pertenencia de las mujeres, sean estos hijos, cónyuges u otras mujeres con las
que comparten algún tipo de lazo social.
Al que se
le suman lo cultural que las ubica en un “ser para otros”
y que se expresa en los roles sociales que han adquirido (hijas, esposas y
madres). Siendo la
constante, la caracterización de estos momentos por su feminización, porque las
mujeres son los principales sujetos que se reúnen a ver las novelas,
apropiándose de este momento y de los espacios domésticos de un modo diferente.
De ahí
que las prácticas de las mujeres, otorgadas y apropiadas, son elementos de
identidad que se ubican espaciotemporalmente en un contexto social y las
relaciona con el colectivo, lo cual les brinda particularidad: “La construcción
de identidad corresponde a un proceso intersubjetivo de reconocimiento mutuo. En
tal proceso se construye la conciencia de “nosotros” y, conjuntamente, la
identificación de ‘los otros’” (Valenzuela citado en Oistra 2012, 39).
Se
puede decir que, la identidad de las mujeres de Teontepec posee una cara de la
identidad social (obligaciones y responsabilidades) que se viven de acuerdo con
lo socializado y que plantea a la mujer en el hacer constante y la práctica
doméstica. A la par de mostrar a esta identidad social como dinámica: hay
cabida para la identificación de las mujeres con tiempos y espacios
determinados para el consumo, los que constituyen alternativas para el ocio y
la socialización.
Así,
el dónde destaca los lugares
domésticos, mientras el cuánto/do se
ve reducido al de las telenovelas. Estos dos puntos les otorgan especificidad a
las mujeres al ser relacionados directamente con ellas. Lo que se manifiesta en
la relación sujeto-sujeto en torno a un objeto como contexto para la relación
directa entre mujeres, a la par que la indirecta con otras mediante la charla
sobre ellas. Hay otros casos donde los contenidos son privilegiados.
b)
Relación
sujeto-objeto-contenido
Las
telenovelas son parte de los contenidos vertidos en la TV, de esta manera
comunican tipos y modelos de vida. Para ello, las telenovelas utilizan un
lenguaje que mezcla lo visual y lo sonoro para anunciar historias. Éstas
dicotomizan valores como el bien y el mal; y condiciones sociales (la riqueza y
pobreza), donde uno de los principios (el bien) sobresale y “triunfa” al final
del melodrama.
Con base en estas historias se transmiten modelos de
valores (abnegación y virginidad) y de corporalidad física que, por lo general,
se conjugan en un personaje: la protagonista, vista como “la buena” y que posee
belleza física, convirtiendo esto en prototipos del “ser mujer”, que se
novelizan para ser transmitidos.
Las imágenes presentadas llevan a establecer confrontaciones
entre la vida de las mujeres de Teontepec y la de las protagonistas de las telenovelas:
“[…] las comparaciones interindividuales y el número de modelos de conductas
potenciales a los que todo individuo está expuesto en nuestros días […]
representan escenarios posibles para establecer comparaciones, referencias
sociales o modelos a mirar” (Páramo 2004, 106).
La comparación yo-mujer de Teontepec con
otra-protagonista identifica a las primeras con determinada condición social
que se contrapone al estilo de la vida de los protagonistas de la historia. De
ahí que estos contrastes de grandes mansiones con respecto a sus viviendas,
inevitablemente derivan en una autodefinición a partir de lo que no se posee y
de la consideración de que “somos pobres”. En este sentido, las telenovelas
reflejan modelos de valores y condiciones de vida antitéticos.
Para
evidenciar la carencia, una de las tipologías que resaltan las mujeres sobre su
vida, es ejemplificada en que, pese a que pueden acceder a algunos de los objetos
mencionados, se sabe que no son “último
modelo” o que “se viste
sencillamente”, lo que implica no usar marcas internacionales, ni maquillaje,
ni tacones altos, ni uñas postizas, ni joyería. Se describen a sí mismas en el
hacer doméstico constante, cuidado del ganado, asistencia a la escuela o
trabajo asalariado, para lo cual no requieren estos accesorios e incluso su uso
dificultaría sus prácticas, pues “tantito,
ya se cayó la uña”.
Otro modelo es apreciable en la idea de la virginidad, la
cual también es destacada en la comunidad abordada, como signo de “una buena
mujer”, que “se ha librado de cometer el error” si es que aún no ha contraído
matrimonio. En las novelas hay temáticas al respecto de la pérdida de
virginidad, éstas son usadas como ejemplos para reforzar lo que no se debe
hacer, lo que refiere un consumo local como apropiación selectiva. Se concuerda
con que:
A pesar de los cambios (en la sociedad), la mujer sigue
representándose bajo los mismos tópicos y estereotipos, asociados, a menudo, al
mundo de las emociones, la pasividad, la maternidad y la sexualidad, en
entornos privados o íntimos como el hogar; mientras al hombre se le siguen
otorgando, de un modo generalizado, atributos como el raciocinio, el liderazgo
y la acción, apareciendo normalmente en espacios públicos (Galán Fajardo citada
por Romero y Bergero 2016, 3).
Igualmente,
hay paridad con las protagonistas, resaltando los pesares de sus vidas que, al
final, las llevan al ascenso social y a casarse con el protagonista.[9] Las mujeres de Teontepec
lo relacionan con su historia de vida: para ellas, ha sido de “sufrir mucho”
debido a las vicisitudes que enfrentan ante su situación económica adversa o
bien porque en su historia de vida no siempre se presenta este final feliz.
En una plática, se mencionó que “[…]
así con las señoras cuando son malas, no conoce hija es bien desconsiderada […]”,[10]
al recordar las telenovelas donde la suegra de la protagonista es la villana de
la historia, que ellas ubican en su vida y que genera cierta correspondencia
con las novelas.
En este tenor, las mujeres rurales resaltan a los personajes que tienen
etapas de vida, prácticas, relaciones y vivencias similares a las suyas:
También a veces esa, sino la otra [novela…] el que salen los
animales del campo, ¿cómo se llama? Esa hasta las ocho de la noche, esas horas
veo tele, […] es amores trampa […] de los animalitos, hasta mi nieta le gusta
[…] ta´ muy bonita esa novela, sale un señor ya grande que te habla de todo, es
una familia de campo […] pero como hora es sábado, mañana no hay novelas, ni me
dan ganas de prender la tela, mejor está allá apagada, mejor me apuro a hacer
mi quehacer y ya […] ya va a dar fin […] son dos telenovelas las que ya van a
acabar […]. [11]
En el
testimonio presentado, la historia no gira en torno a la relación entre el
abuelo y el nieto, esta mujer la destacó al recordarle su condición de abuela,
al encargarse del cuidado de su nieta. Reiterando, el vínculo entre la
interacción sujeto-objeto-contenido con la interacción sujeto-sujeto, y como
desde ésta última se interpreta y apropia lo que se ve.
Si bien muchas mujeres se integran a ver las telenovelas, el consumo no
es aceptado por todas.[12]
Las reseñas que se tienen al respecto versan, mayormente, sobre aspectos
negativos, entre los que se encuentran aquellos que tienen que ver con los
contenidos y lo que se considera su influencia en el hacer de los sujetos de
Teontepec:
Novelas es puro pleito, aquí están platicando bien, al ratito se están
mordiendo […] se están
peleando […] puras
loqueras […] No más tantito ve uno las visiones,
no me gustaba la telenovela […] ese es para ir por el mal camino […] son cosa
que no importan, en lugar de que nos den un buen ejemplo […] no ves que están
en matrimonio se descompone casi, viene descomponiendo matrimonios, en vez de
dar un buen ejemplo, dan mal ejemplo, a nosotros. No nos caen esas cosas […] en
vez que ponen un buen ejemplo, ponen mal camino […] pero ¡Hora los matrimonios
como vienen haciendo! ¡Cómo se van desarrollando! ¡Horita uno, al rato el otro!
[…] Las mujeres ven esas cosas, comienzan ¡vaya! […] no es un ejemplo bueno
¡más que la verdad! Nosotros, no nos convienen porque cuando nosotros nos
criamos no había esas visiones […] hora que tal se vienen esas cosas […] ¡Esa
es pura descomposición de la muchachada! Hay hombres grandes como yo que
engañan a las muchachas […] ya viene cambiando, ya se vienen modernizando
muchas cosas […] de ahí viene, por las novelas esas […]. [13]
Se plantea la influencia de las
telenovelas y de sus contenidos en el apartamiento de los cónyuges al ir contra
esos principios localizados en la comunidad y que se relacionan con la idea de “hasta que la muerte los separe”. De esta discordancia con la
forma de vida se generan interrelaciones diferentes, resaltando a las mujeres
como aquellas que, mayormente, “imitan” los comportamientos de los
personajes de éstas. De ahí que, se explique el que algunas de ellas tienen
diferentes parejas a lo largo de su vida, calificándolo de “¡descomposición de la
muchachada!” o “¡puras
visiones!”, al ser considerados comportamientos fuera de la norma establecida
por las generaciones precedentes a los sujetos y por la influencia de la
televisión.
Aunado a esto, en muchos casos
las mujeres refieren a las telenovelas como “taranovelas”,
lo que lleva a que coincidan con la caracterización negativa que hacen los
adultos mayores. Apelativo debido a que las mujeres tienen la posibilidad de
pausar sus actividades para permanecer frente al televisor y consumir sus
contenidos, posicionándolas contrariamente al hacer constante y para otros,
haciendo de la edad un referente para el consumo diferenciado, donde los de
menor edad parecen más flexibles para acceder al consumo.
Las mujeres que gustan de ver telenovelas argumentan que ese tipo de
prácticas dependen de cada una: “no todas
somos iguales”. Hay quienes, a pesar de verlas frecuentemente,
mantienen un comportamiento acorde con lo socialmente aceptado. Lo anterior, atañe a la identidad, al generar
identificaciones de la similitud y diferencia con los personajes. Así, “no se
trata, por tanto, de una identificación meramente admirativa, sino analítica y
reflexiva” (Peña-Marín 2002, 78). La identidad de las mujeres se constituye del
reforzamiento de lo socializado a nivel local. Además del análisis reflexivo que
selecciona los contenidos a resaltar.
A partir de
las interacciones indirectas expresas a la manera de consumo, se explican
identidades alternativas en las mujeres, aunque prima la interpretación desde
lo local para incorporar a las mujeres, permite dar cuenta de la existencia de
las identidades de las mujeres rurales, para el caso, de “una mujer mala”, que no es la
que corresponde a los valores locales, se caracteriza por el cambio a lo
establecido a partir de sus acciones y relaciones valoradas comparativamente con
los contenidos y su hacer.
Lo que refiere esos procesos de continuidad y cambio en la constitución
de las mujeres, expresos en lo que tiene que ser y hacer una mujer, pero
también de cómo esto ha variado de generación en generación, evidente en la
valoración de los contenidos consumidos a partir de que unas son más jóvenes
que otras; de esos puntos de vista de encuentro y diferencia; que en conjunto
remiten a la identidad como dinámica.
Para cerrar:
identidades dinámicas
Hay “tres funciones básicas de la identidad:
la función locativa, la selectiva y la integradora” (Giménez 1995, 42). Para
el caso de las mujeres de Teontepec, la función locativa se expresa en el
posicionamiento de ellas con respecto a distintos actores y personajes de TV
que las ubican a partir de lo que comparten y las diferencia, lo cual les
otorga un lugar en relación a otros y les imprime determinadas normas, valores
y modelos de la práctica para otros y la integración de otras mujeres y el
discurso sobre lo aceptado y no aceptado.
De
ello, se desprende la función selectiva: esas normas y valores, que se
consideran propios de las mujeres, orientan sus conductas y haceres que se
consideran propios de las mujeres y que regulan su comportamiento a partir de
lo permitido y no para ellas. La interiorización de éstos no sería posible si
no pertenecieran a un grupo social, del cual “aprenden” esos principios,
derivados del antaño y que conjugan el pasado y presente. De ahí que, se
evidencie una función integrativa al ser parte de un colectivo.
La identidad se construye de marcos “estructurales”
(valores, normas, hacer y modelos) que son socializados a los sujetos según la
posición que ocupen en el colectivo y que inciden en que cada uno (con base en
su sexo) detente cierta forma de autoconstituirse:
[…] la pertenencia social
es uno de los criterios básicos de “distinguibilidad” de las personas: en el
sentido de que a través de ella los individuos internalizan en forma
idiosincrática e individualizada las representaciones sociales propias de sus
grupos de pertenencia o de referencia. Esta afirmación nos permitirá […]
comprender mejor la relación dialéctica entre identidades individuales e
identidades colectivas (Giménez 2000, 54).
Las
identidades de las mujeres rurales como un tipo de identidad social, adquiere
tintes de diversidad, coexistentes y en interrelación al momento de la
constitución e identificación de las mujeres. Esto se ve reflejado en las
categorizaciones para detallarlas y demostrar cómo son vistas, nombradas y
clasificadas por el conjunto. La identidad se explícita en las interacciones
entre sujetos, pero también de éstos con los objetos tecnológicos, tal es el
caso de la TV.
Por tanto, los cambios en el contexto influyen en la identidad,
es decir, median entre el adentro y el afuera. La identidad es generada en las
relaciones que entablan las mujeres, a la vez que éstas las modifican. Ello se
expresa en prácticas como el ver TV en tiempos y espacios específicos, en los
que, transmiten modelos “de fuera”, no se deben separar del conjunto social, a
partir de éste, se interpretan sus contenidos: la TV es influyente e
influenciada por estos marcos sociales.
Se puede decir que ambas formas de interacción (directa o
indirecta) tienen como ejes, además de la transmisión de modelos, la
comparación entre el yo-sujeto mujer y el otro (hombre o personajes de
telenovela) que las hace definirse de sus condiciones sociales inmediatas. La
socialización (interacción directa) influye en la condición de llevar a cabo
ciertas cosas en ciertos lugares, mientras que, las prácticas de consumo
cultural pueden convertirse en factor de socialización al reflejar modelos y
valores de comportamiento (la abnegación y el sufrimiento).
Las relaciones sociales imprimen particularidad a la
identidad y si éstas cambian, la identidad sufrirá modificaciones. Por ello,
algunos de los roles de las mujeres se han transformado y otros permanecen, es
decir, se presentan cambios y continuidades en la identidad pues, se mantienen
los de tipo cultural y se realizan prácticas sociales que contrastan
generacionalmente. Lo anterior refiere a las interacciones en mecanismos
dinámicos ya que, no se viven ni se experimentan idénticamente a lo largo del
tiempo e incluso varían en la misma temporalidad. En este sentido, son
importantes los procesos de cambio social: las identidades se modifican
mediante la flexibilización de relaciones sociales y las prácticas
alternativas.
Resaltando el caso presentado aquí: de las diferentes
posturas sobre el consumo cultural, tanto a favor como en contra, se generan
accesos a esos tiempos de ocio, caracterizados por la charla y el “chisme”; se
valora lo que se ve a partir de nociones culturales transmitidas
generacionalmente; se feminizan los espacios y se expresan relaciones entre
iguales y diferentes; siendo singulares a un sujeto: las mujeres rurales.
En este caso, se trata de una identidad que se configura
de un modelo híbrido de lo que se espera de ellas, más la variación de los
medios para obtenerlo. Se puede decir que, las identidades enfrentan procesos
de cambio y continuidad: a la vez que se mantienen elementos de tipo cultural,
se realizan prácticas sociales y culturales que contrastan generacionalmente, y
que se encuentran en interrelación con los contextos donde se desenvuelve su
historia de vida.
En resumen, la identidad de las mujeres rurales se
caracteriza por retomar sus bases desde la interacción directa e indirecta. Son
esos referentes que: a) las constituyen a partir de la transmisión de
referencias y reglas, que pueden expresarse de forma mixta entre los vínculos
cara a cara y los mediados; las cuales establecen una posición con respecto a
los contenidos como máxima expresión de las relaciones indirectas; a la vez que
b) son constituidas, las identidades enfrentan señas de variabilidad, de cambio
a la par de continuidades a partir de los consumos, las acciones llevadas a
cabo, las relaciones con otras y las disidencias.
AGUADO, José C. y María A. Portal. 1991. “Tiempo,
espacio e identidad social”. En Alteridades,
no. 2: 3-41.
CUCHE, Denys. 1999. La noción de cultura en ciencias sociales. Buenos Aires: Ediciones
Nueva Visión.
DONCEL
DE LA COLINA, Juan A. y Oscar Mario Miranda Villanueva. 2017. “Percepción y consumo de
telenovelas e identidad étnica de universitarios y universitarias indígenas: el
caso de Un refugio para el amor”. En Comunicación y Sociedad, no. 30: 265-285.
GARCÍA
CANCLINI, Néstor. 1995. Consumidores y
ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización. México:
Grijalbo.
GIMÉNEZ, Gilberto. 1995. “Modernización,
Cultura e Identidad social”. En Espiral,
no. 2: 35-55.
GIMÉNEZ, Gilberto. 2000. “Materiales para una
teoría de las identidades”. En Decadencia
y auge de las identidades, coordinado por José Manuel Valenzuela Arce, 45-78.
México: Colegio de la Frontera Norte/Plaza y Valdés.
GIMÉNEZ, Gilberto. 2016. Estudios sobre la cultura y las identidades
sociales. Guadalajara: Secretaría de Cultura.
GRIMSON, Alejandro y Sergio Caggiano. 2010. “Respuestas
a un cuestionario: posiciones y situaciones”. En En torno a los estudios culturales. Localidades, trayectorias y
disputas, editado por Nelly Richard, 17-30. Santiago de Chile: ARCIS-CLACSO.
IBARRA
MELO, María E. 2007. “Transformaciones
y fracturas identitarias de las mujeres en la acción colectiva por la paz”. En La manzana de la discordia, no. 2 (4): 73-84.
Instituto
Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). 2010. Censo de Población y Vivienda, ITER, México. http://www.inegi.org.mx/sistemas/consulta_resultados/iter2010.aspx
LACALLE,
Charo y Deborah Castro. 2018. “Fandom televisivo y construcción de identidad.
Análisis de los comentarios de las fans españolas y los community managers”. En Revista Latina de Comunicación Social,
no. 73: 1-18. http://www.revistalatinacs.org/073paper/1242/01es.html
MOEBUS
RETONDAR, Anderson. 2008. “A
(re)construção do indivíduo: a sociedade de consumo como ‘contexto social’ de produção de Subjetividades”.
En Sociedade e Estado, no. 23(1): 137-160.
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=339930892006
OSTRIA REINOSO, Olga. 2012. “Otra vuelta a la
identidad latinoamericana en los estudios literarios y culturales”. En Revista Atenea, no. 506: 29-42.
PÁRAMO, Teresa. 2004. “Identidad social,
televisión y cultura”. En Polis, no.
4: 79-100.
PEÑA-MARÍN, Cristina. 2002. “Ficción
televisiva y pensamiento narrativo (cultura televisiva y procesos de
identificación)”. En Televisión y
cotidianidad, coordinado por Gérard Imbert, 67-83. Madrid: Instituto de
Cultura y Tecnología Miguel de Unamuno/Universidad Carlos III.
PORTOCARRERO, Gonzalo y Víctor Vich. 2010. “Respuestas
a un cuestionario: posiciones y situaciones”. En En torno a los estudios culturales. Localidades, trayectorias y
disputas, editado por Nelly Richard, 31-37. Santiago de Chile: ARCIS/ CLACSO.
ROMERO,
Jessica e Iris A. Bergero. 2016. “Representaciones
femeninas en la telenovela argentina contemporánea (informe técnico)”. En ICT-UNPA, no. 137: 31-51.
SARDAR, Ziauddin y Borin Van Loon,
(2011). Estudios culturales. Barcelona: Paidós.
[1] Maestra en
Antropología Social de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (México).
Sus líneas de investigación versan sobre la nueva ruralidad, tiempo y consumo
cultural. Correo electrónico: mrmquiroz8@gmail.com
Fecha de
recepción: 04/08/2017. Aceptado: 18/10/2018
[2]
Parte de la información presentada se obtuvo en el marco de la elaboración de
tesis de maestría Ver telenovelas en un
contexto rural. Acercamiento etnográfico al consumo cultural y tiempo de las
mujeres de San Bartolo Teontepec, Puebla.
[3]
Se ha organizado en la parte correspondientes a las interacciones indirectas,
ya que, la TV funge como mediadora de las relaciones entre mujeres.
[4]
Vegetación de la región, de forma alargada y delgada.
[5]
Son contenedores para almacenar las tortillas y reciben sus nombres a partir de
su tamaño y técnica de tejido.
[6]
Tipo de malva que se
prepara en caldo.
[7]
Mujer adulta A, testimonio
obtenido en diciembre 2014.
[8]
Mujer adulta B, testimonio obtenido el 8 de agosto 2015.
[9]
Que es signo de valores como la caballerosidad y asediado por otros personajes
mujeres. Pero que a pesar de ello, mantiene una conducta “intachable”.
[10]
Mujer mayor C, testimonio obtenido el 5 de octubre 2015.
[11]
Mujer mayor D, testimonio obtenido el 26 de septiembre 2015.
[12]
Principalmente de
aquellas que se consideran mayores, cuyos intervalos de edad van de los 80 años
en adelante.
[13]
Mujer adulta E, testimonio obtenido el 29 de agosto 2015.