A veces no
quiero ir a trabajar,
luego
recuerdo que soy pobre
y me voy en
chinga.
Tu tesis es
tan mala,
que Ricardo
Arjona quiere el marco teórico
para hacer
una canción.
Si a tu novio le gusta el reggaeton,
déjalo ir, si regresa ¡déjalo ir!
Efectivamente estoy citando
memes: maravillosos disparadores de atención que aluden a un referente común y
que tienen la capacidad de ser replicados con una gran velocidad de
propagación. Signo inequívoco de la posmodernidad es
que estemos aquí el día de hoy, en esta revista, hablando nada más y nada menos
que de memes.
A título personal quiero decir que la idea de que
hubiera un estudio serio, teórico y profundo sobre el tema fue algo que me
sorprendió de muy buena manera, y es que hasta antes de leer el libro El meme en internet, identidad y usos
sociales de Gabriel Pérez Salazar yo creía que el meme era algo divertido
en extremo, súper bobo, adictivo, original e irreverente, pero no creí, o al
menos no había advertido que el meme dijera tanto de mí, de lo que soy en
esencia y de lo que soy en sociedad, pues –citando al autor– “el generar y
compartir memes revela nuestra verdadera naturaleza humana” (Pérez, 2017).
Tras leer este novedoso y divertido texto –que, dicho
sea de paso, sí trae memes y trae muchos– es que he podido comprender cómo y
por qué funcionan. Resulta que cada “Me
gusta”, “publicación”, “retuit” o “comentario” en Internet es parte de
la construcción que hacemos de nosotros ante el resto de las personas con
quienes nos relacionamos. Mientras leía pensaba que –siendo honestos– a quién
no le gusta mirar imágenes en las que los animales, las celebridades, los
políticos, los superhéroes dicen cosas tan chistosas que van del Keep calm al Winter is coming y –siendo más locales– nos dicen también cosas
como: “Maldita lisiada, marginal, pepenadora” y el inolvidable “Me amarraron
como a un puerco”.
El condescendiente Willy Wonka, Bad Luck Brian,
mascotas divertidas, comediantes, bebés, teporochitos, cholos, chacas, godínez,
chachas, hipsters, etiquetas (hashtags), emojis, Batman cacheteando a Robin, Bob Esponja, Grumpy cat, Homero
Simpson, el gif de John Travolta en Pulp Fiction, los ojos del gatito de Shrek
y miles de imágenes más que son altamente efectivas y
relativamente fáciles de hacer, sin llevar una secuencia lógica se van
viralizando mientras crean vínculos entre comunidades.
Para hablar del meme
debemos entender que somos una sociedad altamente visual que quiere
entretenimiento, de ahí que vivamos en plena revolución de las imágenes compartidas. Imágenes con un alto grado de
iconicidad, pues el meme se entiende de inmediato, traduciendo grandes paquetes
de información condensada en una viñeta.
El meme es un proceso de expresión identitaria en línea: una imagen con
texto incrustado, puede ser fotografía, video o dibujo con diversos grados de
manipulación digital y cadenas de caracteres. Meme es cualquier “unidad cultural
que es replicada. Un aparato conceptual concebido desde los mass media a una realidad con una lógica
más horizontal, ausente de los aparatos de control ideológico (Pérez, 2017)”.
Los
memes nos gustan porque nos hacen felices y la risa es la medicina universal;
éstos despiertan nuestra imaginación a través de frases ingeniosas que detonan
nuestra creatividad e incluso el talento artístico. Es el “Test de la amistad”.
Si tú “conectas” con alguien a través de los memes es porque –como tus amigos–
eres lo que publicas. Un meme dice: “Te conozco y me reconozco en lo que has publicado”,
de ahí que sea una
importante herramienta social que vincula a millones de personas alrededor del
mundo.
Pero, ¿De qué va el libro?
En la introducción se explica que: “Los memes son
empleados para expresar una amplia gama de aspectos propios de la condición
humana, desde la intolerancia, el racismo y la discriminación, hasta aquellos
actos que arrojan una luz de esperanza sobre nuestro futuro como civilización” (Pérez,
2017, 9-12).
El capítulo 1 dice que “memes
no son sólo de imágenes o videos que alcanzan millones de reproducciones en
poco tiempo, sino cualquier manifestación cultural (…) De esta manera, al
encontrarse con alguna de estas unidades culturales, uno puede determinar su
morfología, como si se tratara de un meme metamórfico o replicador, persistente
o volátil, fecundo o epidémico, local o global” (Pérez, 2017, 17).
El capítulo 2 habla de los
productos audiovisuales y su uso social. Como ejemplo se detalla una
investigación en torno al Harlem Shake
que fue capaz de dar integración social al ser un mediador emergente en el
proceso identitario a partir de la interacción que da el baile. “Todo meme
cuenta con una serie de sentidos y funciones sociales. En algunos casos, su
referente puede ser deducido de forma relativamente directa. En el caso del
meme Harlem Shake, se trata de un proceso presente en todo ente social, tanto
individual como colectivo: la auto-afirmación del yo”.
El capítulo 3 se define lo
que son los memes y se explica que van del ocio, la diversión y el
entretenimiento a temas políticos o laborales, artísticos y culturales. Y es
que el meme trasciende lo humorístico al tratar temas como los normalistas de
Ayotzinapa, siendo algunos memes una “celebración sublime del sentido humano”.
Y finalmente, el capítulo 4
aborda los antecedentes del meme, dados los estudios culturales. Los memes
pueden reflejar, una reinterpretación creativa de aspectos de cualquier tipo.
Al respecto comento que antes de leer este libro
nunca me había preguntado cuándo es que la Mona Lisa o las primeras cinco notas
de la Quinta sinfonía de Beethoven se volvieron meme.
Sucede que la categorización y taxonomía de los memes es tan amplia que
incluye una unidad gráfica reproducida en souvenirs
y objetos, como las hechas a partir de las imágenes de Da Vinci o Andy Warhol,
pero memes son también las conductas, sonidos, aromas, texturas y bailes como
el Gangnam Style, el Payaso de Rodeo o la Macarena.
En los memes también se tocan temas que tienen que ver con el racismo a
negros, indígenas, obesos u homosexuales. Como vemos, no todo es diversión y en “El lado oscuro
de los memes” el autor comparte además, que en Facebook y Twitter ha sido
posible registrar una gran cantidad de memes que expresan prejuicio y
discriminación.
En internet se observan con
relativamente alta frecuencia imágenes que tienen que ver con el sobrepeso y los
estereotipos culturales como que quien le va al América o a las Chivas –según
sea el caso– es un naco; encontramos
otros memes que expresan que a quienes les gusta la música de banda tienen un
muy bajo nivel educativo y de ingresos y otros dicen que si no saltas “Eres
Peña”.
A continuación unos ejemplos:
«Justin Bieber
no es gay, es lesbiana».
«8 de cada 10 gatos prefieren al Komander».
«Escuchen, las gorditas van con salsa, no con
leggins», dice el Pirruris.
Otros más:
«Quería platicar con
Agustín Carstens, pero no hablo cetáceo».
«Maná es un cuarteto de
Arjonas».
«El problema no es Arjona,
el problema es que lo escuchen».
Conclusiones: ¿Para qué usa la gente los memes? La
respuesta corta es: para todo. Al final se trata de recursos expresivos,
abiertos a la más amplia flexibilidad creativa de quienes los conciben. Es como
preguntar para qué sirven las palabras o para qué sirve cualquier otro elemento
capaz de dar lugar a un significado: “para lo que la gente quiere expresar,
como una manera de mostrarse a sí mismo ante los demás”, dice el autor.
Los Millennials
–es decir la mayor parte de la comunidad universitaria– son un gran público
consumidor de memes, ellos serán –si no lo son aún– creadores de grandes
mensajes que podrán ser usados en línea para comunicar y crear una conexión con
un producto o empresa. Es por ello que si entendemos al meme, podremos entender
a esta generación para quien la comunicación en redes sociales es tan importante
y si ellos quieren crear campañas creativas, quizá el meme sirva para darle una
voz divertida e irreverente a las marcas.
La era del Millennial es la
era del meme. Por ello creo que este libro es una herramienta muy útil para los
publicistas, comunicólogos, antropólogos, historiadores, sociólogos,
mercadólogos y todos aquellos que quieren ser escuchados en las redes sociales,
pues nos permite comprender cuál es la efectividad del meme y cómo es que puede
llegar a grandes audiencias.
Recordemos que entre más fans se tengan y más seguidores vean nuestras
imágenes, más oportunidades tendremos de que estas comunicaciones sean
compartidas y viralizadas, con el meme adecuado podemos ser tendencia. Somos lo
que expresamos y nuestras construcciones sígnicas nos reflejan.
Por ello y por mucho más, les recomiendo ampliamente el libro El meme en Internet,
identidad y usos sociales de Gabriel Pérez
Salazar, se trata –sin duda– de una muy valiosa aportación.