En tierra de nadie. Memorias y narraciones personales sobre la migración y el exilio. Rolando Arrieta, Pilar Cebrián, Aleksandar Hemon, Eva Hoffman, Jamaica Kincaid, William Langewiesche, Óscar Martínez, Matthew McNaught, Chimamanda Ngozi Adichie, Albino Ochero-Okello y Mattathias Schwartz. Querétaro: Gris Tormenta, 2018

María Fernanda Galindo Ruiz[1]

En su poema “Extranjeros”, José Emilio Pacheco decía que todos teníamos algo de foráneos por los acentos, términos o formas de vestir que usamos; que solo había que emprender un viaje a otra ciudad para descubrirlo. Ese es uno de los sentimientos que se produce al leer En tierra de nadie. Dicha obra, de once textos acomodados en cuatro partes, recopila ensayos y narraciones que exponen vivencias, sentimientos o visiones de las experiencias migratorias que cada autor y autora de este libro han tenido o presenciado. Al margen de alguna pretensión académica, el documento apunta a la difusión y a la apertura del debate sobre uno de los problemas más complejos de nuestros días, y apuesta por una lectura sencilla, rápida, emotiva y crítica.

La Introducción de Jacobo Zanella es la brújula que nos va guiando entre los escritos, pero también en los tiempos, valores, ideas y particularidades que entrelazan la propuesta editorial. La primera parte, Travesía, expone los caminos físicos e internos que las personas recorren al dejar sus países de origen. Esta se compone de tres textos: en el primero, “Lampedusa”, el periodista Mattathias Schwartz describe el viaje que hacen cientos de gentes desde el continente africano, partiendo de Libia, para llegar al primer punto de entrada a Europa, la isla italiana Lampedusa, pasando por secuestros, extorsiones y siendo casi siempre recibidos, en medio de naufragios y de ahogos, con una apatía total. En seguida, “En tierra de nadie” del periodista William Langewiesche retrata el paisaje entre Tijuana y San Diego, desde el lado estadounidense en la década de 1990, y testifica cómo hombres, mujeres y niños recorren esos kilómetros mientras son perseguidos por la patrulla fronteriza. Y, en “La ruta larga” de Rolando Arrieta, seguimos de cerca el viaje de una familia cubana que, tras el giro político de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, decide aventurarse a recorrer (pese a peripecias económicas y geográficas) varios países, desde Sudamérica, para lograr su estatus legal en el país norteamericano y mejorar sus condiciones de vida.

En la segunda parte, Llegada, se lee sobre el impacto frente a esa realidad, temida y anhelada que es la llegada a suelo extranjero. Son vivencias de los primeros momentos en el país al que se arriba. En “La pobre invitada”, la profesora y escritora antiguana Jamaica Kincaid narra la experiencia ficticia de una joven caribeña que es niñera y estudiante en la ciudad de Nueva York, y las primeras impresiones que esta tiene (tristes y frías) de un nuevo mundo social que le es ajeno y hostil. A este relato le sigue “La llegada” de Albino Ochero-Okello, de corte autobiográfico, que inicia cuando el autor deja Kampala (Uganda) tras el conflicto civil de 1980 y llega a Londres pidiendo asilo político, dejando atrás a su esposa y a sus hijos para salvaguardar la integridad de estos. Allí enfrenta una detención temporal en el aeropuerto cuyo fin es analizar su situación como asilado. Mientras espera su resolución, el hombre es colocado en centros de detención para casos como el suyo, y comprende una nueva serie de significados que, entre el miedo y la esperanza, le aseguran estar a salvo.

La tercera parte del libro, titulada Espera, abarca la burocracia y los procesos legales, psicológicos, emocionales o laborales que enfrentan los migrantes en sus primeros días, meses y años en territorio extranjero: el tiempo que dure cada una de las transiciones. En “Fairouz en el exilio”, Matthew McNaught escribe sobre su amigo sirio Ahmad, quien vive desde 2015 en Bielefeld, Alemania, después de dejar Siria en 2013, pasando primero por Líbano y luego por Nepal. Ahmad aprende el idioma y pasa una experiencia lícita tranquila, pero emocionalmente debe convivir con las inestabilidades del conflicto armado y con la incertidumbre de estar lejos de su familia. Su única constante será un momento matutino con música de Fairouz como ancla para seguir adelante. 

En “Una oportunidad para la madurez”, la periodista Pilar Cebrián pone la mira en el pueblo sueco de Filipstad, donde se les ha dado asilo a muchas familias musulmanas de Siria, Irak y Afganistán, quienes introducen sus formas de vida a las cotidianidades escandinavas. Allí Pilar se entrevista con Sana, una joven que aguarda la carta que le podría llevar al estatus formal de asilada, documento que puede tardar hasta dos años en llegar. Mientras espera, Sana disfruta la oportunidad de vivir en otra sociedad, sintiéndose más libre y, hasta cierto punto, entusiasmada por las posibilidades del futuro, siempre que el procedimiento burocrático y las nuevas políticas suecas se lo permitan. El siguiente artículo, “Epifanio”, del periodista salvadoreño Óscar Martínez, cuenta la historia de Epifanio, un oaxaqueño que está en la frontera con Estados Unidos, donde lleva esperando tres meses poder cruzar, buscando el lugar y el momento idóneos, pero le es impedido por sus miedos e incertidumbres, lo que lo lleva a posponer todo día con día.

El cuarto y último apartado, Arraigo, cuenta las experiencias de gente que concluye el viaje e inicia un nuevo ciclo: el choque cultural, la reconstrucción identitaria, la adaptación, entre otras. Se exponen voces como la de Aleksandar Hemon, quien, en el relato “En busca del espacio perdido”, reflexiona sobre su propio cambio junto a sus padres, quienes vivían en Yugoslavia antes de la guerra y que se ven forzados a mudarse a Canadá, donde rescatan o reconstruyen su patrimonio familiar tangible e intangible. También se encuentra en esta parte el fragmento del ensayo “A mis queridos compañeros negros” de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, quien plantea cómo su color de piel le impuso (e impone a los migrantes africanos) una nueva categoría social en Estados Unidos, porque ser amerafricano o estar en la Asociación de Estudiantes Africanos no es lo mismo que ser afroamericano y estar en el Sindicato de Estudiantes Negros. Igualmente aborda la homogenización racial por medio del concepto negro, que se asocia con ciertos comportamientos o vocabularios. 

El último escrito, “Los nuevos nómadas” de la escritora Eva Hoffman, ejemplifica la interioridad del pensamiento y la memoria de esta mientras vive en el exilio. Nacida de padres polacos judíos en un bosque ucraniano después de la Segunda Guerra Mundial, siendo muy joven se mudaría con ellos a Canadá. En Norteamérica descubre que el terruño y la identidad se componen de ideas, en especial frente a lo desconocido, lo que le hace desarrollar un biculturalismo nostálgico, relativo y prospectivo. 

Por último, y me resulta placentero destacarlo, están los Anexos, donde aparecen los perfiles biográficos de los autores y las autoras, así como referencias bibliográficas; me complace, sobre todo, la inclusión de un sumario de términos para los posibles estatus migratorios: migrante regular, migrante irregular (o indocumentado), refugiado, exiliado, desplazado, solicitante de asilo o apátrida, conceptos que muchas veces son tergiversados debido a la falta de conocimiento de las características esenciales que se aplican para nombrar los distintos casos. Asimismo, se incluye un panorama general de la cuestión, basado en datos de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), atendiendo a las cifras, estadísticas y perspectivas actuales para cada región geográfica de nuestro mundo.

En tierra de nadie es una plataforma para la pluralidad de voces y culturas que enuncian, de diversas maneras y tiempos, los impactos que la emigración genera (generó y generará) en y desde las individualidades. No se trata de debatir políticas públicas o tratados internacionales; tampoco de seguir las rutas físicas ni de pensar masivamente en el empleo, la salud, la religión o la vivienda. Más bien, se apuesta por ver experiencias específicas, recuerdos y añoranzas, temporalidades, miedos, novedades, reencuentros y despedidas.

Otro rasgo fascinante de la antología es su atemporalidad. Actualmente, la afluencia de personas está marcada en gran parte por la ilegalidad, por el anhelo de llegar a ciertos países, o por conflictos específicos. Lo cierto es que, como todos sabemos, esta clase de movimientos ha estado presente a lo largo de toda la historia de la humanidad. Al presentar escritos atravesados por sucesos políticos y sociales de los siglos XX y XXI, como las guerras civiles en Uganda y Yugoslavia, pero de igual forma la diáspora cubana o siria que aún presenciamos diariamente, se demuestra que el tema siempre evoca múltiples visiones de crisis físicas y trances emocionales.

Entonces, como bien señala Zanella, es cuestión de preguntarse por qué alguien abandona su hogar y su país, cuáles son los motivos y qué sentimientos le atraviesan al momento de afrontar dicho proceso. Finalmente, me parece que el aporte central del volumen está en concientizar y, a la vez, criticar la falta de empatía con que se mira el fenómeno migratorio. Se debe apostar porque estas cuestiones humanicen, dignificando a sus actores, llenando de comprensión a quienes podríamos sentirnos ajenos al problema y promoviendo visiones de lo que significa seguir un instinto de supervivencia (biológico) que habita en nuestras raíces históricas (pero igualmente personales) y con el que, tarde o temprano, todos nos enfrentaremos.



[1] Universidad Veracruzana, México. Correo electrónico: mfgalindor@gmail.com