Memoria para el Futuro. Vinculación y comunicación pública para la salvaguarda del patrimonio arqueológico

Memory for the Future: Public Communication and Outreach for the Preservation of Archaeological Patrimony

 Virginia Arieta Baizabal[1]

 

Resumen

Este artículo presenta una estrategia de vinculación y de comunicación pública de la arqueología a fin de promover la valoración y la salvaguarda del patrimonio arqueológico entre los habitantes de la región olmeca, en el sur del estado de Veracruz, México. Tiene como meta la apropiación y la identidad cultural a través del diálogo de saberes entre los arqueólogos y la sociedad en torno a la historia reciente de piezas arqueológicas halladas de manera fortuita. Dicha propuesta se fundamenta en la relación teórica entre las perspectivas de la historia del tiempo presente y la arqueología del pasado reciente, mientras que las nociones de memoria e identidad cobran particular importancia. A través de un caso de estudio piloto en la localidad de Antonio Plaza mostramos la aplicación de dicha estrategia –su operación y primeros resultados–, que se visualiza como una vía factible para promover la valoración y la protección del patrimonio arqueológico en las comunidades participantes.

Palabras clave: comunicación, vinculación, arqueología, memoria, patrimonio

 

Abstract

This article presents a strategy of public communication and outreach designed to promote the appreciation and conservation of archaeological heritage sites among inhabitants of the Olmec region, in the southern part of the state of Veracruz, Mexico. The program promotes cultural identification through exchanges of knowledge between archaeologists and society regarding the recent history of archaeological pieces found in the region. The proposal is based on the theoretical relationship between perspectives offered by the history of the present and archaeology of the recent past; the notions of memory and identity are of particular importance. A pilot study in the town of Antonio Plaza demonstrates the application of this strategy –its operation and initial results–, showing it to be a feasible way to promote the conservation of archaeological patrimony.

Keywords: communication, outreach, archeology, memory, cultural heritage

 


Introducción

México es un país con un vasto patrimonio cultural. Particularmente, el estado de Veracruz es rico en cuanto a patrimonio arqueológico se refiere, desde el norte hasta el sur. Esto lo podemos observar en la cantidad de piezas arqueológicas resguardadas en algunos de los museos más importantes del continente. Tales son los casos del Museo Nacional de Antropología (MNA) y el Museo de Antropología de Xalapa (MAX). Lamentablemente, muchas de estas piezas provienen de hallazgos fortuitos y, por lo tanto, carecen de contexto arqueológico.

Para la arqueología, el contexto de los artefactos y de los sitios arqueológicos es fundamental ya que, a través de este, se reconstruyen los procesos y las dinámicas socioculturales del pasado. Es decir, el contexto arqueológico proporciona información sobre la función y la temporalidad, por lo que, si una pieza es encontrada ex situ –fuera de su lugar de origen–, se vuelve sumamente complicado explicar qué papel tenía en la antigüedad. Su pérdida conlleva consecuencias negativas graves, que afectan la salvaguarda del patrimonio arqueológico.[2] Además, representa un desgaste del valor social e identitario debido a que se trata de la expresión material de un pasado compartido por una sociedad o por un grupo de personas con intereses comunes, que afrontan el presente y tienen prospectivas. Es decir, el deterioro del patrimonio cultural, por ser no renovable, puede representar la desaparición de la historia y de la identidad de una sociedad.

Según Manuel Gándara (2000), quien ha formulado numerosos proyectos para la salvaguarda del patrimonio arqueológico en México, la protección de este se logra cuando la sociedad establece la conexión entre el pasado y el presente, a través del conocimiento generado por la arqueología, teniendo como resultado su valoración y su conservación. En ese sentido, consideramos urgente la formulación de estrategias de vinculación y de comunicación pública desde la disciplina arqueológica, enfocadas en la salvaguarda del patrimonio cultural y cimentadas en el análisis del contexto social donde se reconozcan las necesidades particulares de regiones, localidades o comunidades específicas.

Pensamos que la arqueología con apoyo de la perspectiva del pasado reciente puede ser una herramienta útil para la comprensión de la cultura moderna y para el esclarecimiento de hechos que atañen al pasado inmediato de una localidad. Se trata del tiempo al que pertenecen los actores sociales más importantes en la fórmula: los miembros de la comunidad donde se realizan las investigaciones arqueológicas y los arqueólogos. Esta traza representa una mirada particular a acontecimientos de los que los habitantes de la comunidad forman parte y constituye una vía factible para proteger y preservar el patrimonio arqueológico a través del lazo entre el pasado cercano y la sociedad, convirtiendo a las piezas arqueológicas (sobre todo aquellas que no tienen contexto) en el elemento conector que une estas dos partes. Esta inserción de la labor arqueológica en el presente y el futuro amerita una nueva relación social con el tiempo –comúnmente enfocado en el pasado antiguo– y la visión de una arqueología participativa y pública.

De acuerdo con lo anterior, planteamos el proyecto “Memoria para el Futuro. Estrategia de vinculación y de comunicación pública de la ciencia para la salvaguarda del patrimonio arqueológico en el sur de Veracruz”, que promueve la valoración y el cuidado del patrimonio arqueológico entre los habitantes de la región olmeca, en particular de la comunidad de Antonio Plaza, y se fundamenta en la búsqueda de la apropiación y la identidad cultural a través del diálogo de saberes entre los arqueólogos y la sociedad en torno a la historia reciente de piezas arqueológicas halladas de manera fortuita.

En este artículo desarrollamos una valoración de la relación entre las piezas arqueológicas carentes de contexto, la reconstrucción de su historia reciente a través de la memoria de los pobladores del lugar donde fueron halladas y la comunicación pública de la arqueología como la vía para suscitar la apropiación social y cultural que promueva la salvaguarda del patrimonio arqueológico. Al mismo tiempo, ejemplificamos esta revisión y la aplicación de una estrategia piloto en la localidad de Antonio Plaza. Teniendo en mente las partes, en primer lugar se expondrá el escenario teórico-conceptual. En segundo, nos centraremos en el análisis del contexto social de la comunidad de Antonio Plaza. Finalmente, realizaremos una exposición sobre la estrategia operativa y sus primeros resultados.

 

Arqueología del pasado reciente, comunicativa, pública y participativa

La arqueología participativa, o arqueología pública, ha tenido auge en las últimas décadas pues surge ante la necesidad de que los especialistas en arqueología efectúen acciones de reciprocidad, en relación con los resultados obtenidos y con los conocimientos generados, en cuanto a las comunidades contemporáneas donde se realiza el trabajo de campo. Es decir, se fundamenta en la idea de que las investigaciones arqueológicas deben ser de interés público. Desde esta perspectiva se han desarrollado líneas de investigación en torno al saqueo de bienes arqueológicos, la arqueología en la educación formal e informal, los estudios de patrimonio cultural, la construcción de representaciones sobre el pasado de una comunidad, nacionalismo, memoria e identidad, entre otros.

Es cierto que la relación entre la arqueología y los tópicos arriba descritos siempre ha sido muy estrecha; sin embargo, casi siempre se vinculan con el pasado antiguo y muy poco con el pasado reciente. En este sentido, el enfoque de la historia del tiempo reciente es de gran utilidad. Dicha perspectiva pone hincapié en el papel de la actualidad en la historia, teniendo como objeto de estudio el presente en el estudio del pasado –lo que representa una irrupción en las formas tradicionales de pensar y de abordar el estudio de procesos socioculturales.

En una revisión de debates surgidos en torno a las definiciones de la historia del pasado reciente, Eugenia Allier (2018, p. 105) determina seis características: 1) el objeto central es el presente de una persona, lugar u objeto; 2) el presente está determinado por las generaciones que vivieron cierto acontecimiento; es decir, conlleva la centralidad del testigo y, por lo tanto, de la memoria colectiva; 3) la coetaneidad entre la experiencia vivida por el investigador y el acontecimiento del que se ocupa, lo que lo convierte en un actor importante dentro de la construcción del discurso; 4) una visión interdisciplinaria y 5) las demandas sociales en el presente como eje rector.

Referido a lo anterior, Reinhard Koselleck (2009) propone la teoría de los tiempos históricos y la existencia de un periodo intermedio y de interconexión entre los cambios históricos, donde se señala la simultaneidad de lo sincrónico y lo asincrónico para significar (o resignificar) el pasado en un presente. También menciona que los conceptos e ideas se transforman de experiencia y expectativas a vivencias, a través de la experimentación sensorial que puede comunicarse. Es decir, la perspectiva de la historia del tiempo reciente es de tipo interaccionista simbólica, se basa en el punto de vista de los participantes y busca la interconexión entre los elementos contextuales del fenómeno por medio de la asociación de fenómenos, personas, objetos, lugares y/o acontecimientos.

Consideramos importante desarrollar estos puntos en términos de la disciplina arqueológica. Aunque, como ya hemos mencionado, los trabajos arqueológicos usualmente nos remiten al pasado antiguo, recientemente se ha desarrollado la propuesta de una arqueología enfocada en el periodo moderno o pasado contemporáneo, poniendo en tela de juicio la existencia de un límite temporal para la disciplina. Dicha perspectiva aborda cuestiones relevantes para la sociedad y que le conciernen directamente al arqueólogo, en tanto es testigo. Muestra que el pasado –lugares y objetos, tales son los casos de sitios y piezas arqueológicas– puede ser resignificado por sociedades y generaciones del presente que van variando la forma de interpretarlo, bajo una conciencia histórica común. A este enfoque se le conoce como arqueología del pasado reciente o arqueología contemporánea.

Según Alfredo González y Xurxo Ayán Vila (2018), “la Arqueología debe ser multitemporal, pues todos los periodos han sedimentado en el paisaje y permiten comprender procesos culturales que llegan hasta la actualidad” (p. 27). Alfredo González (2012) propone que la arqueología del pasado reciente está íntimamente vinculada con un compromiso social, con la arqueología participativa y pública, respondiendo a necesidades locales, como bien puede ser el caso de la protección del patrimonio arqueológico. En este sentido, historia, memoria, identidad, pasado, presente y futuro son términos que conviven en tanto lo que pasó tiene como consecuencia lo que está pasando y, por lo tanto, el pasado es pertinente hoy en día y en el futuro como el elemento de identidad para la comunidad local, a través de su memoria y del significado de momentos, lugares, personas u objetos. En este punto cobran importancia los conceptos de memoria e identidad dentro del debate, donde se muestra que los lugares y objetos, tal es el caso de sitios y piezas arqueológicas, pueden ser resignificados por sociedades y generaciones del presente que van variando la forma de interpretarlo, bajo una conciencia histórica común. De acuerdo con lo anterior, planteamos abordar e interpretar el pasado reciente de las esculturas prehispánicas, convirtiéndolo en campo de estudio de la arqueología y en una opción que vale la pena considerar a fin de proteger y conservar todo tipo de patrimonio cultural.

Un aspecto teórico para abordar, a fin de formular una estrategia óptima, tiene que ver con la relación entre la arqueología y la comunicación pública de la ciencia. Según Miguel Martínez (2014), el pensamiento (o episteme) responde siempre al modo de vida del grupo humano; es decir, a la praxis total, integral de una comunidad determinada en su momento y tiempo histórico determinados. En este sentido, la matriz epistémica se define como el trasfondo existencial y vivencial, el mundo de vida y, a su vez, la fuente que origina y rige el modo general de conocer, propio de un periodo histórico-cultural y ubicado dentro de un marco geográfico. Consiste en el modo propio que tiene un grupo humano para asignar significados a las cosas y eventos, y en su capacidad de simbolizar la realidad (p. 14).

Según María Alejandra Sánchez (2008), al público no especializado le interesa el conocimiento científico por diversos motivos, mientras sean significativos y útiles. Asimismo, usa la información sobre la ciencia para orientar decisiones, establece relaciones sociales e institucionales con base en la confianza y se interesa en la comprensión de las dimensiones sociales de la ciencia, porque le es evidente su imbricación en la sociedad. Por su parte, Davies et al. (2019) asientan que la pertinencia cultural en un proyecto de comunicación pública de la ciencia está relacionada con las historias sobre acciones propias a las que se les da un significado y con las que se construyen identidades. En este sentido, la comunicación del pasado reciente relacionado con las piezas será una vía de identidad y de emociones que propiciará la resignificación de los objetos y de las situaciones, así como la generación de significados colectivos. De manera específica, consideramos que, para los niños de Antonio Plaza, el hecho de que la pieza se hallará en el terreno donde actualmente se encuentra la escuela representa la conexión más significativa y emocional.

En este sentido, el principio de complementariedad entre la arqueología y la comunicación, en esta propuesta, se basa en transformar la idea de que las piezas arqueológicas tienen un valor económico intercambiable y en comprender que tienen un valor identitario fundamentado en la memoria colectiva; implica la comprensión de su presente como una localidad asentada en un sitio arqueológico que debe ser resguardado por ser su patrimonio, y el proyecto de un futuro que puede ser beneficioso económicamente (por ejemplo, un museo comunitario). Esta transformación en la matriz epistémica pretende lograrse a través de la significación (y resignificación) de las piezas arqueológicas en el presente por medio de la reconstrucción y la divulgación del pasado reciente de las piezas y de la materialidad de su imagen como vías para el establecimiento de un vínculo entre actuales pobladores y su pasado.

Una vez establecido el marco teórico-conceptual, dispondremos la relación de este con el estudio de caso, la propuesta y la aplicación de una estrategia operativa. Es decir, nos valdremos del enfoque de la arqueología del tiempo reciente, pública y participativa, para reconstruir la historia reciente de las esculturas prehispánicas de Antonio Plaza, localizadas de manera fortuita y, por lo tanto, carentes de contexto arqueológico. Los lugares, personajes involucrados en el hallazgo de las piezas arqueológicas, posibles dueños, acontecimientos con lo que estuvieron involucradas las esculturas, entre otros datos, son nociones que se encuentran en la memoria colectiva y en la identidad de la comunidad. Consideramos que esta es una opción viable para provocar el establecimiento de un vínculo entre los pobladores actuales y el pasado, teniendo como consecuencia la valoración y la protección del patrimonio arqueológico.

 

Contexto sociocultural de Antonio Plaza, Veracruz

Dado que la estrategia de vinculación y de comunicación pública que hemos formulado se fundamenta en perspectivas de las ciencias sociales, utilizamos el método etnográfico-contextual, que tiene como premisa que los sujetos o miembros de la comunidad son portadores de competencias y de criterios, así como su representación a través de un papel activo. Dicho método tiene como objetivo establecer vínculos a partir de los saberes, valores e intereses de un grupo de personas enmarcado en un contexto particular, y tiene como fin promover el intercambio entre todos los actores a través del diálogo, la discusión y el debate (Cortassa, 2014). Aunado a lo anterior, la percepción del patrimonio, al igual que la de cualquier cosa (espacio, tiempo, color y objetos), está condicionada por factores étnicos, lingüísticos, sociales y culturales, por lo que la perspectiva será distinta en cada sociedad, e incluso de persona a persona. De acuerdo con lo anterior, la formulación de una estrategia de vinculación y de comunicación pública, en este caso de la arqueología, debe fundamentarse a través de un análisis contextual previo. Es decir, las particularidades de la comunidad nos darán la pauta para la formulación de una estrategia idónea de acuerdo con sus demandas sociales.

Antonio Plaza pertenece al municipio de Minatitlán, situada al sur del estado de Veracruz. Específicamente, se ubica dentro de la llamada región olmeca. Las peculiares características fisiográficas y ambientales se relacionan íntimamente con los modos de vida de la gente que actualmente la habita (figura 1). Se trata de una isla tropical –denominada por los actuales pobladores como la Isla de Capoacán– situada a menos de 500 metros del río Uxpanapa, por lo que su altitud es de apenas 10 msnm. Sus terrenos se caracterizan por pequeños manchones de selva húmeda y zonas de popal determinados por suelos de drenaje eficiente que hacen que haya temporadas de superficie seca (enero a mayo), lo que permite la posibilidad de llevar a cabo el desarrollo de investigaciones arqueológicas por parte del Proyecto Arqueológico Antonio Plaza-Capoacán (PAAPC).[3]

 

Figura 1. Imagen aérea de la localidad de Antonio Plaza, Veracruz. Al fondo, el río Uxpanapa. Foto: Virginia Arieta Baizabal.

 

Como hemos mencionado, la comunidad participa en estrecho vínculo con su entorno, de la misma forma que desarrollaron su vida los antiguos pobladores olmecas en la región durante el periodo Preclásico (1800-400 a. C.). Es decir, los modos de vida y la matriz epistémica de los pobladores de Antonio Plaza responden y se observan claramente en sus actividades de subsistencia, transporte y comunicación, así como su cosmovisión, entre otras cosas. Asimismo, debemos mencionar que, por habitar en zona rural, su cercanía a la ciudad de Minatitlán representa la única vía de conexión con el resto de la estructura administrativa y económica estatal; la vida en la comunidad está dedicada a la agricultura, la ganadería y la pesca.

En cuanto al aspecto educativo, las escuelas de educación básica de la región, en la zona rural del municipio de Minatitlán, se caracterizan por ser de organización multigrado. Por lo tanto, un docente atiende a estudiantes de distintos grados, edades y niveles de aprendizaje en una misma aula. En el caso de Antonio Plaza, la matrícula es menor a 20 estudiantes, por lo que la profesora atiende a los seis grados en una sola aula, la cual se encuentra a cargo del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), que ofrece educación comunitaria en las localidades más pequeñas y dispersas del país. Algunos padres y madres de familia deciden enviar a sus hijos(as) a la escuela primaria ubicada en la localidad aledaña de El Cedral, a una media hora de distancia a pie, porque formalmente está a cargo de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Dicha escuela también es multigrado; sin embargo, los maestros atienden a tres grados académicos y no a seis, como en Antonio Plaza. Los pocos jóvenes que estudian secundaria y bachillerato se trasladan a las localidades de Madero y El Remolino, a una hora de camino, para continuar con su educación.

Un aspecto para tener en cuenta es el problema de inseguridad y de violencia en esta parte de Veracruz, región petrolera. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), con base en datos de 2020, reportó que 20 de los municipios con mayor desigualdad se encontraban en Veracruz. Entre ellos, destacaban tanto Coatzacoalcos como Minatitlán, ambos con coeficientes por encima de 0.5. Esto ha ocurrido al mismo tiempo en que la región se ha sumido en una espiral de violencia y de criminalidad, lo que sugiere que esta problemática, al menos en los municipios en cuestión, está vinculada de forma directa con la incidencia de la desigualdad.

En el caso particular de Antonio Plaza y de las otras localidades de la región de Capoacán, el aumento en la presencia de la delincuencia organizada relacionada con el tráfico de huachicol ha provocado el surgimiento de grupos de autodefensas para proteger a las comunidades rurales que no pueden salir a cubrir sus necesidades básicas, incluyendo la rutina escolar. Estos grupos hacen patrullajes con armas, instalan retenes y cierran los poblados por determinados periodos. Lo anterior se intensificó a causa de la pandemia por COVID-19, ya que se restringió el acceso a las localidades rurales por peligro de contagio, y permitían el paso solamente a la gente que presentaba documentos médicos y determinaron cuarentena a la gente que retornaba y que migraba en busca de trabajo.

La localidad de Antonio Plaza es conocida en la literatura arqueológica debido a que se trata del supuesto lugar de hallazgo de una de las esculturas prehispánicas más polémicas de la costa del Golfo. Nos referimos a la famosa pieza manufacturada en basalto denominada El Luchador de Antonio Plaza, llamada así por representar a un personaje con los brazos levantados y girando el torso, lo que causa la impresión de movimiento. Durante las últimas décadas, opiniones en relación con su autenticidad de pieza arqueológica y, por ende, con su pertenencia a la cultura olmeca, han estado divididas entre quienes sostienen que se trata de una falsificación moderna (Kelker, 2004; Kelker y Bruhns, 2010) y quienes piensan que es auténtica y típicamente olmeca (Stirling, 1945; Coe y Miller, 2005; Cyphers y López, 2007, 2008). Hasta el momento, la postura mejor fundamentada es la propuesta por Cyphers y López (2007, p. 70) quienes, a través de un estudio etnográfico en torno a los diversos dueños de la escultura, consiguieron relatar la historia reciente de la pieza, desde su aparición en 1933 hasta su permanencia actual como parte de la colección del MNA desde 1964, validando de forma documentada su autenticidad. Además, dicho estudio proporcionó nueva información; tal es el caso de la fotografía de otras esculturas localizadas durante la década de los setenta en la misma localidad. Actualmente, se desconoce el paradero de las seis piezas localizadas posteriormente, pero ninguna de ellas permanece en Antonio Plaza.

Fue hasta 2017 que da inicio el Proyecto Arqueológico Antonio Plaza-Capoacán (PAAPC). Es decir, antes de ese año los habitantes de la localidad no habían tenido relación alguna con la arqueología más allá del encuentro fortuito de las esculturas de los años treinta y setenta. A través de pláticas, entrevistas y actividades de la vida cotidiana que se comparten con los pobladores de la localidad mencionada, durante las temporadas de campo nos hemos percatamos que estos tienden a asignar un valor económico a todo lo relacionado con la tierra y con el agua. Por ello, las piezas arqueológicas que encuentran como parte de sus actividades agrícolas y pesqueras son concebidas como un bien intercambiable. Dicho de otro modo, en la matriz epistémica de los habitantes de Antonio Plaza (y de varias comunidades asentadas en sitios arqueológicos en el sur de Veracruz) el valor de las piezas arqueológicas está limitado a lo que puedan obtener en el intercambio (venta ilegal) y no lo refieren a algo práctico o funcional. De esta forma, le otorgan un significado a las cosas y a los eventos, así como a su capacidad de simbolizar la realidad.

Asimismo, notamos, a través de la convivencia con los niños(as) de la comunidad, que estos(as) no tienen la imagen mental de la pieza; por lo menos no se representan la imagen con las características físicas reales (tamaño, color, forma, material, entre otras). Es decir, no existe una construcción mental que permita la representación de la materialidad y, por lo tanto, del establecimiento de una conexión con la población más joven. No obstante, las autoridades locales (comisariado ejidal, agente municipal, pobladores de mayor edad que representan una autoridad moral), ejidatarios y la población adulta e infantil reconocen lugares, personajes y acontecimientos que son parte de la historia de las piezas, ya que se encuentran presentes en la memoria colectiva. Esto permite establecer un valioso vínculo entre la labor arqueológica y los pobladores, lo que posibilita la formulación y la aplicación de una estrategia de vinculación y de comunicación pública que tiene como objetivo la salvaguarda del patrimonio arqueológico de Antonio Plaza, Veracruz, como la que a continuación se expone.

 

Estrategia operativa

Esta estrategia tiene como premisas: a) la arqueología posee una escasa inserción social[4] y b) hay una aparente falta de interés por el patrimonio cultural (arqueológico) por parte de la sociedad, así como por el papel que este juega en la historia común y por su valor identitario. En este sentido, sostenemos que la formulación de un programa de vinculación con la comunidad y de comunicación pública del conocimiento generado a través de la labor arqueológica debe ser parte fundamental del proceso de investigación y contribuye de manera importante a reforzar la significación (y resignificación) comunitaria y social del patrimonio arqueológico a través de acciones participativas enmarcadas en el contexto social particular de la comunidad.

Específicamente, el método etnográfico-contextual, a través de entrevistas, es la vía para la construcción de un discurso común en torno a las piezas arqueológicas, que, a su vez, se convierte en promotor de identidad y memoria para la salvaguarda de estas como patrimonio. Esto solo se logrará a través de la vinculación y la comunicación efectiva con la comunidad. Es decir, la reconstrucción por parte de los pobladores de Antonio Plaza en torno a la historia reciente de las piezas arqueológicas será la vía para el establecimiento de un vínculo entre la comunidad y su pasado, mientras que el conocimiento generado por la arqueología será el medio o mecanismo para el establecimiento de esta relación. En este sentido, las piezas arqueológicas se vuelven el elemento conector del pasado, el presente y el futuro de la comunidad, lo que procura un interés y cuidado por el patrimonio.

Aunado a lo anterior, como ya hemos mencionado, dado que las piezas arqueológicas ya no permanecen en Antonio Plaza porque fueron vendidas en décadas anteriores, las nuevas generaciones no han configurado mentalmente la materialidad de las esculturas; por lo tanto, su construcción en la mente requiere de herramientas que promuevan el conocimiento sobre sus características físicas (tamaño, color, material, forma, entre otras cosas). Respecto de este punto, la presente estrategia utiliza la categoría ontológica de materialidad de la imagen como una línea para obtener conocimiento y expresar el comportamiento inconsciente de las sociedades, en este caso, la población infantil. Específicamente, los objetos ‒como las piezas arqueológicas‒ juegan un papel fundamental porque nos cuentan otra parte de la historia, la del inconsciente. Entonces, la materialidad se vuelve importante para acceder a un conocimiento no verbal.

Analizar la materialidad visual desde la arqueología es relevante a fin de transmitir conocimiento, valor y la idea de protección al patrimonio cultural, debido a que lo visual puede referirse a cualquier cualidad o característica de los objetos materiales (sitios, estructuras arquitectónicas o artefactos) que se perciban a través de la vista: dimensiones, colores, formas, entre otros.

En correspondencia con lo mencionado, la estrategia que se ha planteado tiene como meta generar la apropiación de conocimiento que promueva la salvaguarda del patrimonio arqueológico en la región sur del estado de Veracruz, particularmente en la comunidad de Antonio Plaza, por lo que sus objetivos específicos son: 1) propiciar el diálogo de saberes entre el conocimiento local y el arqueológico en torno a la historia reciente de las esculturas halladas de manera fortuita; 2) generar un marco de resignificación de las piezas arqueológicas a través de su historia reciente, que incorpore un valor identitario a través de la memoria colectiva; y 3) fomentar la materialidad de la imagen de las piezas arqueológicas en los habitantes que no conocen las esculturas; tal es el caso del público infantil.

De acuerdo con lo anterior, los pobladores de Antonio Plaza representan el público meta. Al ser un grupo amplio de personas y heterogéneo de por lo menos tres generaciones, la audiencia objetivo se enfoca en los públicos adulto e infantil, divididos en tres segmentos:

 

 

La segmentación de los públicos es importante por varios sentidos. En primer lugar, como señala Carina Cortassa (2014), en las últimas décadas y a raíz del interés por los procesos y las condiciones de recepción, se debe entender a los públicos de forma plural, como una categoría compleja y diversa, que cuenta con competencias, valores y criterios que deben ser vistos como actores activos. En segundo, en el caso de la comunidad de Antonio Plaza, los lugares, personajes involucrados en el hallazgo, posibles dueños, acontecimientos con los que estuvieron involucradas las piezas, entre otros datos que constituyen la historia inmediata de las esculturas, son nociones que se encuentran en la memoria colectiva y en la identidad del público adulto. Y en cuanto al público infantil, que desconoce las características físicas de la pieza –y carece de la imagen mental de ellas–, deben desarrollarse productos enfocados en la materialidad de la imagen de las esculturas que, junto con su historia reciente emanada de los adultos, ejercerán efectos concretos de arraigo hacia el patrimonio. Por ejemplo, consideramos que, para el público infantil, el hecho de que la pieza se hallara en el terreno donde actualmente se encuentra la escuela puede representar una conexión más significativa y emocional, al ser este un lugar de memoria.

 

Figura 2. Desarrollo de taller de arqueología con niños y niñas de la comunidad de Antonio Plaza, Veracruz. Foto: Virginia Arieta Baizabal.

 

De acuerdo con lo anterior, para el cumplimiento de nuestros objetivos, la estrategia operativa se distribuye en cuatro periodos:

 

  1. El primer contacto se efectuó durante las temporadas de campo 2018 y 2019, por lo que se ha logrado: a) el acercamiento al contexto social de la comunidad de Antonio Plaza; b) la reconstrucción de la historia reciente de las esculturas arqueológicas a través del método etnográfico-histórico, específicamente por medio de entrevistas dirigidas a los actores involucrados en los hallazgos que representan los insumos para la comunicación; c) charlas y talleres a los alumnos(as) de las escuelas primarias de Antonio Plaza y El Cedral, a manera de experimento piloto, lo que ha permitido la formulación de la presente estrategia operativa, instrumentos y tácticas.
  2. Implementación de tácticas y herramientas dirigidas al público infantil de la localidad de Antonio Plaza. Estas incluyeron el taller “Labor arqueológica”, la charla “El Luchador de Antonio Plaza”, la actividad “Colorea a El Luchador” y la lectura y distribución del cuento Los gemelos y el felino.[6] En cuanto al público adulto, se impartieron las charlas “Olmecas y su entorno” y “El Luchador de Antonio Plaza”.
  3. Se integran las evaluaciones de tipo cualitativo de la estrategia con la finalidad de realizar mejoras. Este objetivo se relaciona con la generación de un marco de resignificación de las piezas arqueológicas.
  4. A través de la acción participativa se reconstruye la historia reciente de las piezas arqueológicas.

 

En el siguiente esquema presentamos la estrategia operativa relacionada con los objetivos a corto, mediano y largo plazo (figura 3):

 

Figura 3. Esquema de estrategia operativa vinculada a los objetivos.

 

La historia reciente de las esculturas de Antonio Plaza

En lo referente a la historia reciente de las piezas arqueológicas localizadas en Antonio Plaza, que trata del insumo más importante de la estrategia de vinculación y comunicación pública de la arqueología, el PAAPC ha dividido el estudio de los acontecimientos en dos ejes. El primero está enfocado en la famosa escultura conocida como El Luchador, efectuado por Cyphers y López (2007 y 2008); y el segundo se centra en seis esculturas de menor tamaño halladas en la misma localidad durante la década de los setenta, realizado como parte de las investigaciones del PAAPC durante 2018 y 2019. En ambos casos se ha utilizado el método de entrevistas etnográficas, ya que, desde el punto de vista antropológico, estas consisten en analizar, describir y comprender las diferentes formas de vida de las personas, considerando sus interacciones sociales, creencias, valores, tipo de organización. En estas, el trabajo de campo juega un papel determinante, pues permite recopilar la información para posteriormente realizar una interpretación de significados y poder realizar un análisis de estructura social. Las entrevistas sobre la historia reciente de las piezas arqueológicas permiten el registro de conocimiento cultural, la investigación de patrones de interacción y un análisis holístico del tema en la comunidad de Antonio Plaza (figura 4).

 

Figura 4. Entrevistas con los adultos de la comunidad de Antonio Plaza, Veracruz. Foto: Virginia Arieta Baizabal.

 

La historia reciente aportada por Cyphers y López (2007 y 2008) ha tenido un sinnúmero de repercusiones positivas para la presente propuesta. En primer término, ha servido al PAAPC para establecer proximidad con la comunidad. En segundo, la narración involucra a personajes como Miguel Torres, habitante de Antonio Plaza, quien encuentra la escultura a principios de la década de los treinta del siglo pasado; su esposa, Fortunata Alor, quien a la muerte de Torres vende la pieza a Jesús Cabrera, segundo dueño de la escultura; Matilde Clemente Hernández, viuda de Cabrera, quien a la edad de 103 años se convierte en colaboradora clave en el estudio etnográfico; Luis Bernáldez, jefe de talleres de la refinería El Águila y tercer dueño del monumento; Carlos Godard, secretario ejecutivo del superintendente de la refinería, amigo de Diego Rivera y del arqueólogo Matthew Stirling; Gustavo Corona, asesor del presidente Lázaro Cárdenas durante la década de 1930 y último dueño de la pieza.

Por su parte, los espacios en la historia se cristalizan en lugares de memoria. En este sentido, el solar donde se localizó la pieza, que ahora es el terreno donde se ubica la escuela primaria de Antonio Plaza; la localidad vecina de El Cedral, donde la pieza pasó algunos años después de su hallazgo; la refinería El Águila (hoy propiedad de Pemex), un espacio simbólico y representativo en la región de estudio; y el Museo Nacional de Antropología en la Ciudad de México –donde está resguardada la escultura desde 1964 hasta hoy en día– se convierten en espacios donde se ancla la memoria colectiva de una comunidad.

Como hemos mencionado, un tercer aporte del estudio de Cyphers y López (2008) es la presentación de una fotografía en la que aparecen seis esculturas halladas en la misma localidad, de las que se desconocía su existencia. Aunque los autores mencionan que hubo un acercamiento con el actor principal del hallazgo, no estaba dentro de sus objetivos reconstruir la historia reciente de este grupo de piezas. Por ello, una de las líneas de investigación del PAAPC está enfocada en investigar los sucesos en torno a ellas, desde el momento del hallazgo hasta la posibilidad de determinar su paradero.

La tarea no ha sido fácil. No obstante, se ha logrado la reconstrucción de una parte de la historia, en la que se involucra uno de los ejidatarios de la comunidad, así como el lugar señalado del hallazgo asociado a la única tienda de abarrotes en la localidad. José Castillo, a la edad de 14 años, fue quien encontró las piezas en el arroyo que pasa detrás de su casa. En su narración platicó más sobre las piezas, sobre su descubrimiento, tránsito y posible destino. Los nombres de Roberto Bencomo y Luis González Calderón hicieron su aparición durante la entrevista. Ambos personajes son conocidos en el sur de Veracruz por su afición al coleccionismo de piezas arqueológicas. De hecho, González publicó varios libros, entre los que destaca Los señores de jade (1991), un catálogo de piezas concernientes a las colecciones privadas, donde aparecen cinco de las seis esculturas de Antonio Plaza.

Recientemente hemos establecido contacto con los familiares de Bencomo y González Calderón –ambos fallecidos–, a fin de llenar huecos en la historia reciente de las esculturas. Por ahora, contamos con la narración de José Castillo, actor importante en la historia y poblador de Antonio Plaza; asimismo, el catálogo publicado proporciona fotografías de las piezas en varios ángulos, lo que nos ha posibilitado implementar estrategias en busca de la imagen visual y de la materialidad de la imagen por parte del público infantil de la comunidad. Finalmente, Castillo señaló el área donde encontró las piezas hace casi 30 años –a escasos 500 metros de donde se encontró El Luchador–; por lo tanto, también se cuenta con el lugar de memoria.

A través del intercambio de saberes, por medio de entrevistas etnográficas, los adultos mayores han reconstruido la historia de estas piezas, y esta puede ser compartida al público infantil por medio de diferentes herramientas de comunicación pública. Específicamente, las fotografías constituyen el componente fundamental hacia la materialidad visual de su imagen por parte de la mayoría de los habitantes de Antonio Plaza.

 

Memoria para el Futuro

La información proveniente de la memoria colectiva en torno a las piezas arqueológicas es la base para la reconstrucción de su historia reciente, en la que los pobladores de mayor edad se vuelven protagonistas; asimismo, los lugares se convierten en espacios de memoria dentro de la localidad. Dicha historia representa el insumo de la charla “El Luchador de Antonio Plaza”, así como del cuento infantil que llevará el mismo nombre y que está en proceso. De ahí, el nombre de la estrategia: Memoria para el Futuro. Las charlas arqueológicas representan la otra parte en el intercambio de saberes. Estas fueron dirigidas tanto al público adulto como infantil y tienen como objetivo dar a conocer información derivada del proyecto de investigación arqueológica que realiza el PAAPC en torno a la ocupación prehispánica en la localidad. Los temas centrales son: la vida cotidiana olmeca (alimentación, vivienda, población, arte escultórico, entre otros temas) y El Luchador de Antonio Plaza, que trata sobre la historia reciente reconstruida a través de las entrevistas etnográficas.

La figura 5 expone los medios, productos y herramientas que se relacionan con la descrita estrategia operativa y con los objetivos a corto, mediano y largo plazos. 

 

Figura 5. Diagrama de medios, productos y herramientas de la estrategia operativa de vinculación y comunicación pública.

 

Las estrategias utilizadas para producir la imagen visual de la pieza se dirigieron a los niños y a las niñas de la escuela primaria de Antonio Plaza y de El Cedral. Consistió en diversos métodos que fueron determinados a partir de la edad de los estudiantes. Para los grados tercero, cuarto, quinto y sexto se consideraron las exposiciones La cultura olmeca, Arqueología: conociendo nuestro pasado y El Luchador olmeca y el sitio arqueológico de Antonio Plaza, para lo cual nos apoyamos en diapositivas con imágenes. Específicamente, respecto al tema centrado en la escultura y en su historia reciente, se mostró la imagen de la pieza varias veces en diferentes ángulos, así como fotografías de los lugares y de las personas involucradas.

 

Figura 6. Estrategias para la imagen visual de El Luchador en la comunidad de El Cedral. Foto: Virginia Arieta Baizabal.

 

Por su parte, para los grados primero y segundo de primaria se impartió la charla “Los olmecas y yo”, que establece una relación entre los modos de vida relacionados con el entorno, subsistencia, tipo de vivienda, materiales constructivos, entre otros tópicos sobre la época antigua en la región que la arqueología ha logrado esclarecer. Al mismo tiempo, se proporcionó un dibujo de la escultura de El Luchador, para colorear, mientras narrábamos su historia reciente, resaltando los personajes involucrados y la importancia de Antonio Plaza como un sitio arqueológico (figura 6).

Una segunda fase de la estrategia consiste en una campaña de reforzamiento a través de los cuentos Los gemelos y el felino y Mo y las enormes cabezas, así como el libro de divulgación sobre olmecas, que son producto del Proyecto Corredor Biolmeca, Veracruz, del Fondo para la Comunicación y Educación Ambiental (FCEA), que ha aceptado una colaboración y su distribución. Dichos productos de divulgación fueron elaborados para fomentar la identidad regional y para promover valores en torno al patrimonio natural y arqueológico de la región, y sirven como instrumento de enseñanza en las escuelas de educación básica (figura 7). Es de suma importancia mencionar que, independientemente del valor esencial del libro, en su interior figura la imagen de El Luchador, inmersa en el contexto general y mayúsculo de lo que hoy conocemos sobre los olmecas a través de investigaciones arqueológicas sistemáticas. Asimismo, uno de los objetivos a corto plazo del presente proyecto es la elaboración de un cuento ilustrado o folleto creativo y didáctico que, aunado al relato significativo sobre las esculturas olmecas halladas en las localidades, otorgue al público infantil una significación de las piezas arqueológicas (figura 8).

 

Figura 7. Imágenes del libro de divulgación y de los cuentos, producidos en colaboración con el Fondo para la Comunicación y Educación Ambiental A. C.

 

Figura 8. Estrategias para la imagen visual de El Luchador en la comunidad de El Cedral. Foto: Virginia Arieta Baizabal.

 

Comentarios finales

Como fue planteado en la propuesta del proyecto, consideramos que parte de la labor arqueológica implica necesariamente la vinculación con las personas que habitan actualmente en o cerca de los sitios arqueológicos, ya que, al propiciar un sentido de pertenencia local y al fortalecer la identidad cultural, se promueve la salvaguarda del patrimonio cultural. Las labores de gestión, vinculación y comunicación con las comunidades de Antonio Plaza y El Cedral, además de El Remolino y 5 de Mayo, iniciaron en el mes de octubre de 2017 con la presentación del proyecto de investigación ante las autoridades locales. Lo anterior permitió un acercamiento inmediato con la comunidad, el cual ha seguido profundizándose a través del proyecto Memoria para el Futuro.

Durante 2018, 2019 y 2022 hemos implementado la estrategia, así como los productos. En primer lugar, a través de entrevistas etnográficas con el público adulto, se ha reconstruido la historia reciente de las piezas arqueológicas localizadas de manera fortuita en la localidad en décadas pasadas. En segundo, hemos trabajado en instrumentos para producir la materialidad visual de la pieza en el público infantil de la escuela primaria de Antonio Plaza y de la de El Cedral.

La presente estrategia se fundamenta en que, para proteger el patrimonio arqueológico, se requiere interiorizar una narrativa, arraigada en la memoria y en la identidad, a partir de materiales del pasado. En este sentido, aunque la arqueología es una disciplina que ha contribuido en la construcción de representaciones sociales y en el fortalecimiento de la cohesión social, los trabajos de corte interdisciplinario, en donde se involucran enfoques y metodologías que ayudan a la construcción de un discurso común en torno al patrimonio, constituyen un instrumento útil para su cuidado y protección.

En este artículo reflexionamos sobre la perspectiva de historia del tiempo reciente desde la arqueología incluyendo nociones de memoria e identidad como elementos que entrelazan el pasado, el presente y el futuro. Mostramos, a través de un estudio de caso, la aplicación de una estrategia de vinculación comunitaria y de comunicación pública de la ciencia arqueológica fundamentada en la reconstrucción y el intercambio de saberes referentes a la historia reciente de esculturas prehispánicas halladas de manera fortuita en la localidad de Antonio Plaza. También, el presente estudio, presentado en calidad de piloto, expone las estrategias utilizadas para promover la imagen y la materialidad visual de las esculturas en las generaciones jóvenes que carecen de la imagen mental de las piezas, a fin de establecer un vínculo que procure su interés y cuidado por su patrimonio, en este caso, el sitio arqueológico en donde está asentada la comunidad.

Finalmente, la apropiación de conocimiento y un cambio en las formas de pensar y de concebir al patrimonio requieren de tiempo, pues representa una transformación en el proceso de modos de vida. Nuestra intención principal mira hacia una arqueología multitemporal, pública y participativa.

 

Referencias

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[1] Universidad Veracruzana, ORCID: 0000-0002-0932-6272, correo electrónico: varieta@uv.mx

[2] Definimos salvaguarda (o salvaguardia) como toda acción encaminada a la investigación, documentación, promoción, transmisión, formación, conservación, difusión y divulgación relacionadas con el patrimonio cultural de tipo arqueológico.

[3] El PAAPC, adscrito al Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana, está planteado como un proyecto interdisciplinario de funcionamiento integral y transversal, constituido por tres ejes: 1) la investigación arqueológica enfocada en la ocupación prehispánica; 2) la salvaguarda del patrimonio arqueológico y 3) la estrategia de vinculación y comunicación pública: Memoria para el Futuro.

[4] Reconocemos que existen proyectos de divulgación arqueológica exitosos por parte de algunas instituciones. Tal es el caso del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) o los desarrollados por proyectos adscritos a universidades públicas en México; sin embargo, la gran mayoría carece de estrategias formuladas desde la comunicación pública de la arqueología.

[5] El ejido Santa María es compartido por las localidades de Antonio Plaza y San Carlos. A las reuniones ejidales asisten alrededor de 52 ejidatarios o dueños de parcelas, lo que representa una oportunidad y un espacio para la comunicación.

[6] El taller “Labor arqueológica” únicamente trata recorrido de superficie. Decidimos no incluir actividades de excavación, a fin de no incitar al saqueo o deterioro del sitio arqueológico en donde está asentada la comunidad de Antonio Plaza. No obstante, la población participa como observadora en el programa de excavaciones del PAAPC, que cuenta con autorización del INAH. El cuento Los gemelos y el felino es un producto del Proyecto Corredor Biolmeca, Veracruz, del Fondo para la Comunicación y Educación Ambiental (FCEA), y del Proyecto Arqueológico San Lorenzo (PASLT-UNAM), con los que actualmente el PAAPC colabora.