La lectura al centro. 55 autobiografías lectoras Eduardo Cerdán, compilador. Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2022. Olivia Jarvio Fernández |
El estudio de las prácticas de lectura en nuestro país se ha intensificado durante los últimos 20 años. Esto se ha abordado desde diversas disciplinas como la pedagogía, la sociología, la historia, la filología, la psicología, la semiótica, los estudios literarios, la bibliotecología y, más recientemente, la antropología. En cuanto a esta última área de estudio, los trabajos etnográficos de investigación cultural consideran la interacción con un grupo de personas, por un tiempo determinado, para acercarse a un conocimiento profundo de la vida cotidiana. Pero también ha habido aproximaciones al tema mediante protocolos que consideran análisis estadísticos muy elaborados.
Con la irrupción de una cultura técnica, donde se pluralizan las prácticas de lectura, estos estudios empíricos, que realizan principalmente las editoriales, instituciones educativas y culturales, bibliotecas, ferias de libros, informes, u organismos como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc) o el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), se han movido hacia aquellos que utilizan técnicas de recolección de datos y de análisis de contenido, como los cuestionarios online ‒sobre todo en la etapa de la pandemia y pospandemia‒, observación participante, entrevistas a profundidad –abiertas, discursivas o semidirigidas–, talleres experimentales, webnografía, etc. Todo ello debido a que, como lo establece Cruces (2017), pocas prácticas cotidianas ‒y hasta morales‒ han tenido un lugar tan central en la constitución del sujeto social como la lectura y la escritura. Y es que nuestras formas de trabajo y de ser resultan impensables sin ellas; se puede decir que estamos ante una práctica estructurante.
Leer ha pasado de ser un comportamiento o una acción a ser una práctica compleja que está determinada social e históricamente y que debe abordarse desde la multiplicidad de significaciones. Tal situación ubica a la lectura como una práctica de gran valor en los entornos de la creación cultural. Por lo anterior, los estudios de literacidad hacen énfasis en la importancia de mostrar todas estas transformaciones con lectores situados, en diversos contextos y a partir de su vida cotidiana.
El libro La lectura al centro. 55 autobiografías lectoras es el resultado de un proyecto que nació en Internet con la revista Cuadrivio, fundada, entre otros, por Ramsés LV. En esta revista se incluyeron temas de literatura, crítica cultural y política y divulgación de la ciencia, incluyendo la sección Caminos de la lectura. La idea surgió a partir de la idea de Tim Parks, quien en The New York Review planteó la necesidad de acercarse a la antropología de la lectura. Así, en Cuadrivio se propusieron recabar testimonios sobre la experiencia lectora de novelistas, poetas, ensayistas, editores y periodistas. De esta manera, a partir de 2016 y por poco más de un año, autores de diferentes países compartieron cómo y por qué se convirtieron en lectores. Quien asumió la responsabilidad y edición de los materiales fue Eduardo Cerdán, joven escritor xalapeño, egresado de la Universidad Veracruzana, quien continuó la idea de tener colaboraciones con las que compartiera afinidad y admiración. En la presentación del libro se enfatiza que Caminos de la lectura “no fue ni se propuso ser el epítome de una generación ni una muestra representativa de nada” (p. 13).
En el tema de la promoción de la lectura es central indagar cómo alguien se puede hacer lector, aunque el problema es altamente complejo. “Tenemos muchos datos sobre la lectura, pero sabemos muy poco” (García Canclini, 2017, p. xiii), por lo que hoy más que nunca se requiere conocer más a los lectores: su historia, sus prácticas, sus relaciones e imaginarios.
El libro integra todos los elementos para constituirse en un material de análisis, y no solo para ser un libro ampliamente disfrutable, que lo es, por las historias que cuenta y cómo se cuentan: historias breves, que pueden ser leídas sin orden, algunas sobrecogedoras, cargadas de sentimientos de todo tipo, que además muestran lo determinante que puede llegar a ser la lectura en la elección de vida.
Las 55 autobiografías se constituyen en un grupo que tiene elementos que nos hacen creer que el número de participantes son suficientes. Si atendemos a que una muestra representativa es una pequeña cantidad, parte o subconjunto que tiene las mismas propiedades que una población mayor que representa, podemos decir que es representativa: es representativa respecto a sexo ‒incluye hombres y mujeres‒, a diferentes grupos de edad ‒se encuentran en el rango de 1930 a 1990‒ y también de profesión ‒novelistas, poetas, ensayistas, editores y periodistas‒ y de ubicación geográfica –México, España, El Salvador, Guatemala, República Dominicana, Argentina, Chile y Estados Unidos‒. Que una muestra no sea aleatoria no demerita su representatividad; de hecho, una muestra seleccionada aleatoriamente puede no ser representativa. Las muestras “por juicio” o de “propósito” pueden ser muy adecuadas en muchas investigaciones, sobre todo cuando se estudia un fenómeno a profundidad, es decir cualitativamente. Creo que este es el caso.
Además, el libro se concibió “como una pequeña contribución a la discusión general sobre el sentido de la lectura, de gente enamorada de las letras”; es decir, de lectores situados en determinados contextos, como testimonios personales, de vida cotidiana, para lo que se consideró un criterio de afinidad y de admiración. Cito: “Un conciliábulo de cómplices y entusiastas que querían compartir los motivos de su gozo por la lectura” (p. 13); es decir, compartirla como una práctica estructurante.
El compilador del libro se encargó, junto a otros colegas, de realizar la selección de participantes, del diseño y el orden de los trabajos, para acercarse al porqué y a los resultados. Estableció además un hilo conductor de análisis a fin de revelar las correspondencias entre ellos. Desde un punto de vista de interés en la formación de lectores y de la promoción de la lectura, considero relevante destacar lo siguiente:
Primero, 52 de los 55 participantes contaron con libros en sus entornos. Como bien lo establece Judith Kalman (2003), la disponibilidad de materiales impresos influye sobre el surgimiento de oportunidades para acceder a las prácticas de lectura y escritura. Pero igual de destacable fue el apoyo de los padres, los cuales en su mayoría eran lectores, o de otras personas que fungieron como guías en este proceso. Es decir, aquí vemos la importancia de los mediadores. Y como la misma Kalman dice: la presencia física de materiales no es suficiente para diseminar la cultura de la lectoescritura. La presencia de libros no siempre promueve por sí sola la lectura; es su circulación y su uso entre las manos de los lectores lo que la fomenta. Así se aporta la voz personal.
Las biografías que aquí se plasman inician en la infancia. De ahí la importancia de afianzar estas prácticas en esta etapa. También destaca en algunas de las biografías un punto de inflexión que se da en la adolescencia. El dejar y regresar. Está documentado que niños que tuvieron acercamientos a la lectura y que realizan prácticas de lectura de forma permanente, al llegar a la adolescencia, las dejan de lado. Por un lado, los jóvenes trasladan sus energías e intereses a otras actividades inherentes a la edad. Aquí la tecnología juega un papel muy importante. Pero, además, los padres que dedicaron tiempo a la lectura con sus hijos en la infancia dan por sentado que la escuela continuará este proceso. A veces esto no ocurre.
Otro punto que destacar es la lectura como salvación o asidero. Petit (2021) estableció que la lectura en etapas difíciles permite construir sentido, encontrar puntos de referencia, aclarar lo incomprensible, transformar las tristezas en ideas y tal vez hasta en belleza. La lectura nos da abrigo, un espacio íntimo y un horizonte (p. 10). Qué importante es conocer esto cuando se promueve la lectura.
Algunas de las autobiografías también señalan etapas de enfermedad en la infancia, lo que obligó a la reclusión o a guardar cama por largos periodos. El acercamiento a los libros fue decisivo para la aprehensión de los textos. En estos espacios se eliminan las prisas, la rapidez, lo urgente. Como dice Vallejo (2020, p. 53):
Las ideas que sustentan nuestra racionalidad necesitan tiempo, sigilo y sosiego para desarrollarse. Presos de la prisa, hemos arrinconado la educación de la paciencia. A esta falta de serenidad cognitiva podemos denominarla crisis de distracción. Por ello siguen siendo los libros los aliados para recuperar el placer de la concentración, la intimidad y la calma.
Cabe señalar que todas las biografías mencionan el libro impreso como fuente de lectura. Esto puede deberse al periodo en que nacen las y los participantes, entre los años treinta y noventa. Y no es que quiera reducir las prácticas vernáculas actuales de los jóvenes a una reversión de la lectura; al contrario, la lectura digital es una forma de expresión que permite que se lea y se escriba como nunca, aunque en soportes distintos (Albarello, 2019). Replicar un ejercicio igual al que nos muestra esta obra, pero con personas que estén naciendo en este siglo, nos permitirá conocer si el impreso ha prevalecido o si hemos transitado a nuevas formas de concebir el acto lector.
Por último, todos mencionan dentro de sus experiencias lectoras la elección de textos solo para disfrutar. En su mayoría, los libros, comics, periódicos, revistas que refieren fueron los que propiciaron, como bien dice Eduardo Cerdán, una “alfabetización liberadora”; es decir, fueron un ejercicio de libertad. Y esta acción transformadora de la lectura puede favorecer libertad y belleza en la acción creadora. Muestra de ello son estas 55 emocionantes historias de vida.
Referencias
Albarello, F. (2019). Lectura transmedia. Leer, escribir, conversar en el ecosistema de pantallas. Ampersand.
Cruces, F. (comp.) (2017). ¿Cómo leemos en la sociedad digital? Ariel-Telefónica Fundación.
García Canclini, N., V. Garber Bicecci, A. López Ojeda, E. Nivón Bolán, C. Pérez Camacho, C. Pinochet Cobos y R. Winocur Iparraguirre (2017). Hacia una antropología de los lectores. UAM-Ariel.
Kalman, J. (2003). El acceso a la cultura escrita: la participación social y la apropiación de conocimientos en eventos cotidianos de lectura y escritura. En Revista Mexicana de Investigación Educativa, 8(17), enero-abril.
Petit, M. (2021). El arte de la lectura en tiempos de crisis. Océano.
Vallejo, I. (2020). Manifiesto por la lectura. Siruela.