Entre cuerdas, metales y tambores

Among Strings, Brass, and Drums

Alejandra Álvarez1

Resumen

Este artículo versa sobre cómo la música representa, entre otros aspectos, un símbolo ritual que permite fortalecer e integrar las identidades de diversos pueblos originarios de México como nahuas, mixtecos, rarámuris, otomíes, coras y tsotsiles. Se presenta una muestra fotográfica que resalta tanto las particularidades como los elementos comunes entre las comunidades retratadas en las imágenes.

Palabras clave: música, ritual, fiesta, costumbre, ceremonia, identidad

 

Abstract

This article explores how music represents, among other aspects, a ritual symbol that serves to strengthen and integrate the identities of various native peoples of Mexico such as Nahuas, Mixtecs, Rarámuris, Otomi, Coras and Tzotzils. The author presents a photographic portfolio that highlights particularities as well as elements shared by the communities portrayed in the images.

Keywords: music, ritual, party, custom, ceremony, identity

 

 

La música acompaña la fiesta, el ritual, la ceremonia; le da sentido a la costumbre, pues es una mezcla de sonidos antiguos con notas y acordes muy profundos, muy naturales. En los distintos pueblos originarios de México, la música es muy importante: con el toque de campana se anuncia la fiesta, se llama a misa, mientras con los sonidos de los tambores y de las flautas la celebración da inicio.

La música enmarca los patrones significativos del ritual. Según Aristóteles, “no es fácil determinar la naturaleza de la música” (citado en Barfiel, 2007, p. 371); sin embargo, ha estado ahí, acompañando las significaciones culturales de los pueblos originarios: entre otras, los rituales de petición de lluvia, las fiestas patronales, los ritos de paso, los carnavales, las procesiones o las celebraciones de Semana Santa. Con la música se vive el sincretismo cultural tan propio de México; por ejemplo, el de los coras, que conjuntan la religión católica con su cosmovisión, o el de los nahuas de la Huasteca, que piden la lluvia a las antiguas, representadas por la virgen católica de San Juanita.

Nuestro país está permeado de una diversidad de rituales, tantos como sus más de 364 pueblos originarios. Los rituales son acciones formales que tienen un propósito, y muchas veces implican un acto de fe. Radcliffe-Brown dice al respecto: “El ritual es una palabra que describe las acciones sociales que ocurren en las situaciones sagradas” (1986, p. 16). Explican y dramatizan la mitología: “La gente suele actuar sus mitos acerca del origen de la sociedad y al hacerlo reconoce concretamente la legitimidad del orden establecido de las cosas” (Radcliffe-Brown, 1986, p. 16).

En esas múltiples vidas, la fiesta también juega un papel muy importante, ya que alegra el mundo y fortalece el sistema sociocultural. En ella se encuentra de nuevo la integridad de la vida, se restaura el periodo creador mediante la posibilidad de ejercer actos considerados profanaciones; depura y renueva a la sociedad. En palabras de Roger Caillois: “La fiesta cumple una doble función; por un lado, es una actividad cognitiva que permite el entendimiento de las diferencias de los principales conceptos que organizan el mundo y, por otro, la catarsis que implica una descarga emocional colectiva. La Fiesta recrea el mundo” (citado en Zapata y Sunig, 2014, p. 242).

La música, el ritual y la fiesta son elementos simbólicos de la vida, representan una experiencia liberadora. Son una ofrenda valiosa, una comunicación con el mundo sagrado. Los acordes, los sonidos, las velas y el copal, el papel picado y las flores, la vestimenta festiva con las máscaras y el tambor son algunos de los símbolos que permiten comunicar y vincular al mundo cotidiano con el mundo sagrado.

La música, los músicos y los instrumentos musicales representan algunos de estos signos de relación y de comunicación. Podemos dar cuenta de ello en ceremonias como una boda tsotsil, la petición de lluvias a las antiguas y a San Juanita por parte de los nahuas de la huasteca veracruzana, la Judea cora, las fiestas patronales de los otomíes de Santiago Mexquititlán y de los nahuas en Huahuaxtla, los toques de los tambores rarámuris y la música mixteca evocando su raíz afrodescendiente que los hace ser quienes son. También en las fiestas, ofrendas y costumbres de los nahuas que habitan la ribera del río Balsas, en San Juan Tetelcingo, Guerrero. En las páginas que siguen, presentamos con breves anotaciones una muestra fotográfica del papel que tiene la música en las ceremonias, fiestas o tradiciones de algunos de los pueblos originarios en México.

 

Una boda tsotsil

Bachen, en el estado de Chiapas, es un pueblo tsotsil o Bats’il winik, como suelen llamarse, de “hombres y mujeres verdaderas”. Ahí la música es un regalo de Dios que representa el sonido de los ancestros para acompañar la fiesta. En el caso aquí retratado (foto 1), es la celebración de Naxieli y José, quienes unieron sus vidas. Días antes de la boda, se prepara la comida y el lugar donde será el festejo; se llama al padre para que oficie la misa, y los músicos afinan sus instrumentos. Recuerdo que, en uno de los días antes del evento, Naxieli me contó que no fue fácil que la comunidad aprobara el matrimonio. Tuvo que demostrar que estaba lista para tortear, caminar la montaña, levantarse temprano y encender el fogón, entre otras actividades. José no pudo verla en algunos meses y tuvo que hacer oración por los dos. Sin embargo, lograron pasar la prueba y al fin los músicos pudieron acompañar la fiesta.

Foto en blanco y negro de un grupo de personas en una guitarra

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Foto 1. Regalo de Dios. Bachen, Municipio de Chenalhó, Chiapas, México, 2008. Fotografía: Alejandra Álvarez.

 

La petición de lluvias a las antiguas y a San Juanita

Otra tradición muy importante, que no se puede realizar sin los sonidos del violín, es la petición de lluvia a las antiguas que se efectúa en la Huasteca veracruzana. Los nahuas de San Martín, en esta región, piden a las antiguas el agua, y le llaman “el costumbre”. Se trata de una comunicación entre el mundo cotidiano y el mundo sagrado de las antiguas: fuerzas cósmicas ancestrales del viento, el agua, la tierra, la madera y la lumbre (fuego), donde los sonidos antiguos que se desprenden del violín y de las cuerdas de la guitarra forman parte de esa comunicación, de ese vínculo.

El ritual es de noche. Se llega a la ermita después de haber caminado por más de cinco horas cuesta arriba para ver la piedra con la figura de la santa, la virgen de San Juanita (foto 2). A ella se le llevan figuras de papel que representan a las antiguas elementales que dan la vida: el fuego, el viento, el agua, la tierra y la madera. Se le lleva la música y los sones, la ofrenda de flores e incienso. Se le pide la lluvia a través del sonido, de las oraciones y de las plegarias en náhuatl. Se le ofrenda el recorte de papel con las figuras simbólicas, el ayuno y la danza.

En la ermita, una catarsis muy honda comienza entre sones profundos para que venga la lluvia. Unos lloran y piden, otros cantan y piden. Todos se regocijan ante la obscuridad de la noche y los sonidos, para que venga la lluvia, para que haya agua “para todos en el mundo”. “El ritual encauza las distintas emociones, tiene una intención […] Es una costumbre que se repite siempre de formas invariables” (Turner, 1969, p. 16).

Como hemos descrito hasta aquí, las fiestas, tradiciones o rituales que enmarcan la vida de los pueblos originarios de México se acompañan de música, de sonidos y acordes antiguos. Otra ceremonia donde la música juega un papel muy importante es una celebración cora llamada la Judea.

Foto 2. Camino a la ermita. Los músicos se dirigen a la montaña sagrada para la petición de lluvia. San Martin, Municipio de Ixhuatlán de Madero, Veracruz, México, 2011. Fotografía: Alejandra Álvarez.

 

La Judea cora

Los coras o nayeris festejan la Judea, un ritual que marca momentos de transición cósmica y de la vida. Es un rito de paso, donde los “borrados” pintan su cuerpo con arena blanca que traen de la montaña, para transfigurarse en demonios y matar al Cristo Sol, que renace el sábado de Gloria (foto 3). La celebración de la Judea cora coincide con la Semana Santa católica; sin embargo, se remonta a una celebración ritual relacionada con la muerte y con el nacimiento de un nuevo sol (equinoccio), así como con un rito de paso o de transformación cósmica y de la vida humana, de la niñez a la pubertad-adolescencia. Es una analogía entre sol-niño y la infancia cora.


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Foto 3. Borrado. Músico que acompaña la Judea cora. Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México, 2012. Fotografía: Alejandra Álvarez.

 

A esta ceremonia le nombran Judea porque hacen una caracterización de los judíos bíblicos; sin embargo, en realidad no son los judíos de la visión cristiana, sino personajes celestiales o guerreros cósmicos relacionados con animales. La Judea es un ejemplo del sincretismo entre la religión católica y las prácticas rituales coras. De acuerdo con Barfield (2007), estos rituales o ritos “son acciones prescritas y formales y dramatizan la mitología […] El ritual y las creencias son formas de exposición simbólica que ordenan el mundo. El ritual es un sistema de símbolos […] tiene un valor simbólico, integra y vincula a una comunidad, cultura o sociedad, pueden ser de naturaleza espiritual, psicológica o social […] El rito es un conjunto de prácticas establecidas que regulan en cada religión el culto y las ceremonias religiosas” (p. 450).

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Foto 4. Tambor cora. Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México, 2012. Fotografía: Alejandra Álvarez.

 

Las fiestas patronales de los otomíes de Santiago Mexquititlán y de los nahuas de Huahuaxtla

Mientras los coras realizan la Judea por varios días, los otomíes de Santiago Mexquititlán festejan a su santo patrono. Al iniciar el día, el viejo violín se escucha en la iglesia, donde las pastorcitas danzan. El origen de la danza de las pastoras se remonta a tiempos de la Conquista, durante la evangelización franciscana. Este tipo de danzas se utilizaba para representar el nacimiento de Cristo en la Navidad, en las llamadas pastorelas; de ahí su nombre de pastoras. Consta de veinticuatro piezas con un son a ritmo del violín y del tambor; solo la bailan mujeres. Actualmente estas danzas se realizan en las fiestas patronales o en alguna otra fiesta religiosa. Tienen diversas significaciones sincréticas, ya que también se danza por gratitud a las esencias que dan la vida, por fertilidad, prosperidad, reciprocidad, salud y protección. Representan un compromiso social con el cual se fortalece la memoria colectiva.

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Foto 5. El viejo violín y las pastoras. Santiago Mexquititlán, Municipio de Amealco de Bonfil, Querétaro, México, 2007. Fotografía: Alejandra Álvarez.

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Foto 6. Sonidos de iglesia. Santiago Mexquititlán, Municipio de Amealco de Bonfil, Querétaro, México, 2007. Fotografía: Alejandra Álvarez.

Foto 7. Después del compromiso. Santiago Mexquititlán, Municipio de Amealco de Bonfil, Querétaro, México, 2007. Fotografía: Alejandra Álvarez.

 

En Huahuaxtla, un pueblo náhuatl de la sierra poblana, también celebran a su santo patrono, San Miguel Arcángel, cada 28 de septiembre. Cuando son más o menos las tres de la tarde, sacan en hombros al patrono San Miguel. De las casas salen mujeres con flores en las manos, niños disfrazados de tigres y de monos, hombres ataviados con máscaras y en zancos. En esos días se permite el velo, ofrendar flores, bailar y cantar en torno al santo. Los más ancianos tocan sus instrumentos y todos en procesión dan la vuelta por las calles cercanas al centro del pueblo. El humo del copal invade las calles, la algarabía comienza; hay danzas, cantos, música y rezos. La fiesta, en palabras de Caillois: “Regula la violencia y el caos […] es un periodo sagrado de la vida social en que las reglas se suspenden, se produce la licencia de las prohibiciones” (citado en Zapata y Sunig, 2014, p. 250).

Imagen en blanco y negro de un grupo de personas caminando en la calle

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Foto 8. Sonido de fiesta para el santo patrono. Huahuaxtla, Municipio de Xochitlán de Vicente Suárez, Puebla, México, 2018. Fotografía: Alejandra Álvarez.

 

Los toques del tambor rarámuri

La fiesta patronal termina para los otomíes y los nahuas; sin embargo, en la sierra rarámuri el tambor no deja de sonar. Martín Makawi, poeta rarámuri, dice que ellos despiertan la tierra con el sonido de los tambores de cuero, desde febrero hasta abril, por toda la sierra, y escribe:

 

Cuando resuenan los tambores en este mundo

retumban poderosamente en las cuevas y las barrancas;

los animales y plantas que viven en el monte

despiertan alegres al escuchar el eco.

[…]

¡Despierta, despierta, Madre Tierra!

Ya haz nacer al maíz y a las plantas.

(“Tiempo de los tambores”, en Makawi, 2012)2

 

Los rarámuris o corredores a pie, como suelen llamarse, tocan el tambor al unísono con el sonido de su corazón. Cada toque simboliza un latido, el de la Madre Tierra y el de ellos. Por eso hay que tocarlo para estar en unión y en contacto con ella, para conjuntamente hacer sonar la tierra como latido. El tambor, rámpora o kampore como también le nombran, es el corazón de la tierra.

Foto 9. El sonido del corazón y del viento. Creel, Municipio de Bocoyna, Chihuahua, México, 2014. Fotografía: Alejandra Álvarez.

 

Los mixtecos y su herencia afrodescendiente

Imagen en blanco y negro de un hombre sentado en una silla

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Foto 10. Sonidos de negritud. Santiago Pinotepa Nacional, Oaxaca, México, 2013. Fotografía: Alejandra Álvarez.

 

Se considera que la identidad mexicana se ha configurado con tres raíces: la raíz de los pueblos originarios, la raíz de los europeos-españoles y la raíz afrodescendiente. Juntas enmarcan lo que somos como nación: un pueblo heterogéneo, diverso, mestizo, originario, afrodescendiente. De África llegaron yorubas y bantúes con su música, sus danzas, su oralidad, su religión, su cultura y su identidad y han resistido siglos de discriminación y de racismo; sin embargo, esta cultura es tan fuerte y profunda que resiste y existe. En esta región se ha dado un proceso de transculturación, término que se refiere a la forma en que un pueblo adopta e incorpora rasgos culturales de otro pueblo. Es así como en la costa chica de Oaxaca, particularmente en Pinotepa Nacional, mixtecos y afrodescendientes comparten sus culturas ancestrales y sus resistencias. Ahí, los mixtecos o ñuu savi, pueblos de la lluvia, festejan la negritud y la herencia afrodescendiente con danzas y sonidos ocultos en un instrumento de cuerdas que ha ido forjando su identidad (foto 10).

Imagen en blanco y negro de un hombre con un sombrero

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Foto 11. En espera de la danza. Santiago Pinotepa Nacional, Oaxaca, México, 2013. Fotografía: Alejandra Álvarez.

 

Los sonidos nahuas para la fiesta

Finalmente, otro pueblo originario de México donde tampoco puede faltar la música para las celebraciones es San Juan Tetelcingo, Guerrero, con el toque del tambor, inicia la fiesta.

¿Quiere venir?, vamos a la casa de mi compadre por la ofrenda”. Invitaciones así se oyen en San Juan Tetelcingo, un pueblo nahua que se encuentra en los bordes del río Balsas, donde la música y los sonidos musicales son parte fundamental de la fiesta, de la danza, del ritual, de la ceremonia. Son los acompañantes los que alegran el carnaval y la fiesta del “tercero viernes” (el tercer viernes antes de la Semana Santa). Estos sonidos no siempre son alegres; dan un toque de solemnidad necesario en las ceremonias de fertilidad de la tierra o Xilocruz, así como en la fiesta de Todos Santos que se realiza cada noviembre.

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Foto 12. Con el toque del tambor inicia la fiesta. San Juan Tetelcingo, Municipio de Tepecoacuilco de Trujano, Guerrero, México, 20007. Fotografía: Alejandra Álvarez.

Foto 13. Formas musicales. San Juan Tetelcingo, Municipio de Tepecoacuilco de Trujano, Guerrero, México, 2007. Fotografía: Alejandra Álvarez.

 

En los días de fiesta es común ver a los músicos alistarse desde muy temprano para ir a la casa del mayordomo por la ofrenda, pues ahí la celebración dará comienzo. Desde que empieza el día y hasta el anochecer, los músicos tocan; no dejan de hacerlo hasta el momento en que encienden el castillo y entonces la ceremonia culmina. Es muy importante para ellos que en todo momento haya música, porque, en palabras de don Manuelito Millán, anciano nahua del pueblo: “La música es un cantito que nos pone contentos a todos y se escucha así alegre; en veces es un poquito triste porque así debe ser, pero siempre debe haber música, porque ella nos acompaña, desde tempranito hasta la noche, porque sin música no hay fiesta…”.3

Foto 14. Entre cuerdas y metales. San Juan Tetelcingo, Municipio de Tepecoacuilco de Trujano, Guerrero, México, 2007. Fotografía: Alejandra Álvarez.

Foto 15. Los sonidos para la fiesta. San Juan Tetelcingo, Municipio de Tepecoacuilco de Trujano, Guerrero, México, 2007. Fotografía: Alejandra Álvarez.

 

Y así, año con año, entre cuerdas, metales y tambores, nahuas, mixtecos, rarámuris, otomíes, coras y tsotsiles festejan, danzan, celebran, honran la vida y la muerte, piden la lluvia, enaltecen sus herencias ancestrales y forjan su identidad. Festejan al santo patrono, a los astros y a las antiguas. La música los acompaña en todas esas acciones y enmarca sus distintas formas de concebir la vida, en ese mundo donde caben todos los mundos posibles…

Foto 16. Los metales de la fiesta. San Juan Tetelcingo, Municipio de Tepecoacuilco de Trujano, Guerrero, México, 2007. Fotografía: Alejandra Álvarez.

Foto 17. Entre cuerdas, metales y tambores. San Juan Tetelcingo, Municipio de Tepecoacuilco de Trujano, Guerrero, México, 2007. Fotografía: Alejandra Álvarez.

 

Referencias

Barfield, T. (ed.) (2007). Diccionario de Antropología. México: Siglo Veintiuno.

Bautista Cruz, S. (coord.) (2022, 1 de mayo). Primeras raíces: poesía en lenguas indígenas. Imágenes A. P. Morales Cortez. Taller Igitur. Revista Literaria. https://tallerigitur.com/poesia/primeras-raices-poesia-en-lenguas-indigenas-cantos-y-poesia-indigenas-en-el-norte-de-mexico-por-susana-bautista-cruz-y-ana-paola-morales-cortez/10450/

Makáwi, M. (2012). Eká kusúala. Canciones del viento. México: Colección Masadi.

Radcliffe-Brown, A. R. (1986). Estructura y función en la Sociedad Primitiva. Barcelona: Planeta-Agostini.

Turner, V. W. (1969). El proceso ritual. Estructura y antiestructura. Madrid: Taurus.

Zapata, C. D., y N. C. Sunig (2014). Fiesta y Sacrificio. Explorando el problema de la transgresión en Georges Bataille. Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales. 59(222), pp. 235-256.

1 Universidad Nacional Autónoma de México, Unidad Acatlán, México. ORCID: 0009-0004-0067-7617. Correo electrónico: tletpapalot@gmail.com

Fecha de recepción: 15-05-2023 | Fecha de aceptación: 10-10-2023

2 Disponible en Bautista Cruz (2022): https://tallerigitur.com/poesia/primeras-raices-poesia-en-lenguas-indigenas-cantos-y-poesia-indigenas-en-el-norte-de-mexico-por-susana-bautista-cruz-y-ana-paola-morales-cortez/10450/ [N. de la E.].

3 Palabras recopiladas en 2006 para el trabajo de campo etnográfico como estudiante de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.