Revista de la Universidad de México: 1968, la colectividad como postura editorial

Revista de la Universidad de México: 1968, Collectivity as Editorial Stance

Miguel Ángel Hernández Acosta[1]

 

Resumen

En noviembre de 1968 la Revista de la Universidad de México (RUM) publicó un número que incluía una “Relación de los hechos” sobre el movimiento estudiantil y su trágico fin en Tlatelolco. Generalmente, la publicación incluía a autores literarios destacados de México y el mundo. Sin embargo, en dicho ejemplar designó a un colectivo que no pertenecía al canon literario para redactar la relación referida. Gracias al diseño de Vicente Rojo, las fotografías de Héctor García y un texto colectivo (al que se añadió una pieza narrativa de Alfonso Reyes y el fragmento de un poema de Octavio Paz), la RUM generó una narrativa que denunciaba el abuso del poder, abandonó su elitismo literario y otorgó a la colectividad un espacio hasta entonces negado: el central. Con esto mostró una postura editorial que enfrentó al poder del Estado. En este análisis, realizo una lectura del número, lo relaciono con otras publicaciones y rememoro el contexto social de la época para comprender lo atípico de dicho caso.

Palabras clave: estudios literarios, revistas, Revista de la Universidad de México, movimiento estudiantil mexicano de 1968, estudios culturales

 

Abstract

In November 1968, the Revista de la Universidad de México (Magazine of the University of Mexico, RUM) published an issue that included an “Account of the Facts” regarding the student movement and its tragic end in Tlatelolco. In general, the magazine included outstanding literary figures from Mexico and the world. For this issue, however, a collective without ties to the literary canon was chosen to write the account. Thanks to Vicente Rojo’s design, Héctor García’s photographs and a collectively authored text (to which were added a narrative piece by Alfonso Reyes and an extract of a poem by Octavio Paz), the RUM generated a narrative that denounced the abuse of power, abandoned its literary elitism and granted to the collectivity a space that until then had been denied: the center. With this it demonstrated an editorial stance that confronted the power of the State. In this analysis, I perform a reading of the issue, relate it to other publications and draw on the social context of the era to understand the atypical nature of this document.

 

Keywords: literary studies, magazines, Revista de la Universidad de México, Mexican student movement of 1968, cultural studies

 

 

 

La Revista de la Universidad de México

La revista Universidad de México surgió en 1930 bajo la dirección de Julio Jiménez Rueda.[2] Esta era una continuación del Boletín Universitario y durante su primera década de existencia tuvo una periodicidad irregular, además de que cambió su nombre a Universidad. Para 1946 retomó su nombre original (Universidad de México, con el subtítulo Órgano Oficial de la Universidad Nacional Autónoma de México) y en 1954 adquirió el que hasta hoy tiene: Revista de la Universidad de México (RUM). En 1968 la publicación era un órgano de la Dirección General de Difusión Cultural. En 1967 Gastón García Cantú se hizo cargo de dicho puesto y, por lo tanto, también fungía como director de la revista.[3] Por su parte, Vicente Rojo fue el director artístico (así como responsable del diseño y producción del resto de publicaciones de los distintos departamentos de Difusión Cultural desde 1966) (Elizalde, 2009, p. 79).[4] Debido a la predilección de Rojo por las soluciones técnicas que le ofrecía la Imprenta Madero, esta fue la responsable de la impresión de la revista. Si bien en sus páginas no se daba crédito a un editor, Lydia Elizalde (2009) apunta que bajo la dirección de García Cantú la publicación contó con dos: Luis Villoro y José Emilio Pacheco (p. 99).

Los contenidos tendían a lo literario, además de que las firmas pertenecían al campo cultural nacional e internacional. En julio de 1968 (XXII[11]),[5] por ejemplo, se incluyeron colaboraciones de José Revueltas, José Emilio Pacheco y Eliseo Diego; en agosto del mismo año (XXII[12]) se publicaron textos de Esther Seligson, Elsa Cross, Alejandro Aura, José Lezama Lima, Alicia Reyes; en octubre-noviembre (XXIII[2-3]) dieron espacio a trabajos de Carlos Fuentes, Luis Cardoza y Aragón, Jaime García Terrés, Gabriel García Márquez, João Guimarães Rosa, Ezequiel Martínez Estrada, Ernesto Cardenal, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, y en diciembre (XXIII[4]), aparecieron obras de Salvador Elizondo, Sergio Galindo, Jorge López Páez, Carlos Monsiváis, Efraín Huerta y Enrique Lihn. Además, la influencia de la revista no se constreñía a la comunidad de la UNAM, sino que tuvo presencia en el ámbito cultural nacional (Monsiváis, 1994, p. 1493) y se sumó a las actividades de Difusión Cultural en la Casa del Lago, a Poesía en Voz Alta, la edición de la revista Punto de Partida y al lanzamiento de la colección Voz Viva de México que surgieron en la gestión de Jaime García Terrés durante la década de 1960.

 

El movimiento estudiantil de 1968

El 22 de julio de 1968 se dio un enfrentamiento entre estudiantes de la Vocacional 2 del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Preparatoria “Isaac Ochoterena”, incorporada a la UNAM. Esta reyerta escaló de nivel tras involucrarse otras preparatorias pertenecientes a la Universidad y vocacionales del IPN, y debido a la represión que sufrieron los estudiantes por parte del cuerpo de granaderos del Departamento del Distrito Federal (DDF), quien también ocupó algunas de las escuelas. La madrugada del 30 de julio los militares tomaron la Preparatoria 1, en San Ildefonso, y tras violar la autonomía de la Universidad, el conflicto estudiantil ascendió hasta involucrar a las autoridades universitarias, federales y locales, así como a diferentes grupos estudiantiles. A raíz de estos sucesos, se formó el Consejo Nacional de Huelga (integrado por estudiantes de diferentes instituciones académicas –públicas y privadas– de la Ciudad de México y de algunos estados de la República), así como la Coalición de Profesores de Enseñanza Media Superior (que apoyaba al movimiento). Ambas agrupaciones establecieron un pliego petitorio de seis puntos dirigido al gobierno en los que reclamaban: 1) libertad a los presos políticos; 2) destitución del jefe y del subjefe de la policía, y del jefe del cuerpo de granaderos; 3) extinción del cuerpo de granaderos; 4) derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal referentes al delito de disolución social; 5) indemnización a las familias de los muertos y heridos durante el movimiento estudiantil, y 6) deslinde de las autoridades por los actos de represión. Tras un periodo de manifestaciones de más de dos meses, con diversas escuelas en huelga, y sin poder llegar a un acuerdo con las autoridades, el 2 de octubre se convocó a una manifestación en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, que terminó en un tiroteo donde murieron estudiantes y militares. La acción concertada por el gobierno incluyó al batallón de élite Olimpia, cuya creación tenía como finalidad vigilar los XIX Juegos Olímpicos que se celebrarían en el país en octubre de ese año.

El conflicto estudiantil se dio en un México en el que el poder presidencial de Gustavo Díaz Ordaz era indiscutible y en el que la represión ya se había mostrado en años previos. La prensa servía al Estado y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) controlaba las fuerzas obreras y campesinas, así como a la burocracia a través de diferentes agrupaciones. También existía una falta de solución a las demandas de la clase media, espectro que, tras un crecimiento sostenido a mediados del siglo, dejó de interesar a las políticas gubernamentales; así como un debilitamiento del modelo cultural nacionalista impulsado tras la Revolución mexicana; un favorecimiento de las clases altas por parte del Estado, además de un deterioro en la relación entre el gobierno y las universidades (Zermeño, 1978, pp. 55-98).[6]

A lo anterior, habrá de añadirse un contexto internacional que impulsaba un cambio ideológico, político y de pensamiento en dicha década. José René Rivas Ontiveros (2007) apunta como acontecimientos significativos para la generación de estudiantes del 68 el triunfo de la Revolución cubana; la proliferación de movimientos guerrilleros liberacionistas en América, Asia y África; las protestas mundiales contra la guerra en Vietnam; las pugnas políticas entre China y la URSS, así como las diversas expresiones culturales del momento (pp. 26-27).

En este entorno, el movimiento estudiantil se enfrentó al poder político, pero también a las instancias que controlaba el Estado: los partidos políticos, los sindicatos, los medios de comunicación… Si bien los diarios dieron cuenta de los hechos, tuvieron una clara tendencia en favor de la versión gubernamental y en contra de los estudiantes. Para Rodolfo Gamiño Muñoz (2011) los medios de comunicación mostraban una completa subordinación al poder político, por lo que replicaban el discurso e ideología que este les instruía. De no hacerlo, eran sancionados, como se observa con los cierres de las revistas Política y Contenido ordenados por Gustavo Díaz Ordaz y el de El Diario de México (que no pudo subsistir tras la penalización estatal consistente en no comprarle publicidad). Además, a los medios impresos se les limitaba la distribución de papel, la cual estaba controlada por la empresa Productora e Importadora de Papel (PIPSA), bajo la dirección del gobierno mexicano. Incluso se tiene referencia de un documento (en apariencia redactado entre 1966 y 1967) en que se instruía a los medios de comunicación sobre cómo guiar su política editorial en beneficio del gobierno y del PRI (Gamiño, 2011, p. 44-47). A esto debe agregarse la posible vigilancia de los medios realizada por la Dirección Federal de Seguridad y la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales, como le ocurrió a la revista Política, crítica del oficialismo (Hernández, 2013, p. 73). Su director, Manuel Marcué, en el editorial que anunciaba el cierre de la publicación, hizo un balance de la relación entre prensa y gobierno en esa época: “Sobornos, coacciones, amenazas, bloqueos económicos, negativas para obtener papel mediante su pago, inquisiciones policiacas, amedrentamiento pertinaz de los colaboradores, escritores, editorialistas y de los trabajadores de los talleres” (en Hernández, 2013, p. 74).

Lo anterior se aprecia en la forma de informar sobre las manifestaciones estudiantiles en 1968. Por ejemplo, El Sol de México, el lunes 29 de julio, dio espacio a un comunicado de la Procuraduría del Distrito Federal sobre la muerte de un estudiante de la Facultad de Comercio: “Federico de la O. García, de 23 años, falleció ayer a consecuencia de una intoxicación por tortas que comió en la lonchería ‘Kolm’ de Anillo de Circunvalación o de viejas heridas en la cabeza y no por lesiones sufridas en los recientes disturbios” (La Cultura en México [345], p. V).[7] Por su parte, Últimas Noticias, el 31 de julio, publicó: “El general Juan Barragán, presidente de PARM [Partido Auténtico de la Revolución Mexicana], calificó de ‘medida acertada’ la intervención del ejército. ‘Primero están las necesidades del D.F. que la petición de los estudiantes…’” (La Cultura en México [345], p. VI). Además, los registros de los principales diarios de la Ciudad de México (El Universal, Ovaciones, La Prensa, El Nacional, Tiempo y El Universal Gráfico) sobre la matanza en Tlatelolco condenan de forma unánime los llamados “actos vandálicos” de los manifestantes (ver Gamiño, 2011, p. 49). Por ejemplo, El Universal Gráfico publicó: “[…] son: cobardes y traidores, malhechores e hipócritas, intentan encaminar a nuestros jóvenes estudiantes por tortuosas sendas que producirán directamente la destrucción de ese gran edificio que el pueblo mexicano se está esforzando en levantar” (en Gamiño, 2011, p. 49). Asimismo, como apunta Monsiváis, en El 68. La tradición de la resistencia (2008), tras el 2 de octubre se hizo desaparecer las filmaciones y fotos con material “calumnioso” en contra del gobierno.

En este contexto es que la RUM editó el número que aquí analizo.

 

Número 1, septiembre de 1968

Debido a su periodicidad y a las fechas en que surgió el conflicto estudiantil, la Revista de la Universidad de México no pudo fijar de inmediato una postura respecto del movimiento. A finales de julio, cuando se dieron los primeros hechos, el número de agosto debió estar en imprenta o completamente diseñado (además de que no fue de inmediato cuando se comprendió la magnitud de los disturbios que se vivían). Así, en el volumen XXII, número 12, no existió ninguna referencia o comentario al respecto. Por su parte, el 1 de agosto la Gaceta UNAM. Órgano informativo de la Universidad Nacional Autónoma de México sí dio cuenta de la toma de las instalaciones universitarias por parte del ejército. En su portada publicó una foto de la manifestación del 30 de julio a las afueras de la Torre de Rectoría y tituló: “La educación requiere de la libertad. La libertad requiere de la educación” (Gaceta UNAM, XVII[15], p. 1).[8]

El número de septiembre de la RUM se retrasó y fue hasta noviembre cuando se publicó. No es posible conocer la fecha precisa, pero debido a que la Universidad estaba en huelga y a que el rector pidió terminarla el 25 de noviembre, puede suponerse que en esa semana salió a la venta el número.[9] Lo que puede ayudar para inferir una fecha es que en la Gaceta UNAM del 1 de diciembre (XVII[17], p. 15) se apuntó que ya estaba disponible el ejemplar de septiembre de la RUM,[10] y en el suplemento La Cultura en México del 4 de diciembre, en la sección “Notas, reseñas y noticias”, se elogió el ejemplar de la RUM (La Cultura en México [355], p. XII).[11] En este sentido, no resulta posible que se haya puesto a la venta en octubre, tal como afirma el director de la publicación, Gastón García Cantú: “La Revista de la Universidad de México publicó en octubre de 1968 –volumen XXIII correspondiente a julio, agosto, septiembre y octubre– una cronología de los principales hechos de ese año” (cursivas en el original). Asimismo, comete un error al afirmar que el volumen contemplaba los meses referidos, pues hay vol. XXII, número 11, de julio; vol. XXII, número 12, de agosto, y vol. XXIII, números 2-3, de octubre-noviembre (García Cantú, 1993, p. 123).

La portada de la revista muestra una fotografía de Héctor García de la manifestación del zócalo del 27 de agosto, impresa en alto contraste en dos tonos: verde con negro.[12] La imagen es una toma elevada de la plancha del zócalo en donde se aprecia a un grupo de manifestantes, según se intelige a partir de las mantas desplegadas en la parte superior. En este sentido, la imagen se recontextualiza como parte de la conquista del zócalo dada en la manifestación de ese día (como se verá más adelante, sobre esta fecha se registra una crónica detallada en la “Relación de hechos”). Sobre la fotografía, impreso en letras blancas, aparece un poema de Eduardo Santos, de la Facultad de Comercio de la UNAM, según se asienta en la segunda de forros.

 

Imagen 1. Portada, Revista de la Universidad de México, XXIII(1).

 

El poema entrelaza los hechos violentos que se viven en la capital con una declaratoria del amante que promete proteger al ser amado (en cursivas):

 

Escucha

El rumor escucha

las cadenas que lleva el torrente

oye, mira

el terror cabalga en aras de bayoneta

acércate amor mío, no temas, ya pasará

Nos cubrieron con lazos de dolor

nos robaron el lenguaje de los astros

No temas ya llegará la aurora

En la negritud se volcó́ la imagen

nos rompieron los cráneos

y mis cabellos bañan la simiente

Estréchate ya pasará el frío

Se crecieron las negras raíces

Serpiente verdesmeralda

formada de cristal de gritos

Nos negaron el silencio

y nos acogotaron con sus voces

Ya pasará amor mío no temas (Santos, 1968, portada)

 

Si bien el poema ha sido retomado en diversos libros, es casi nula la información sobre el autor. Elena Poniatowska, en La noche de Tlatelolco (2017 [1971]), incluye este poema, pero solo apunta como origen el número de la RUM, y lo mismo ocurre en 100 poemas mexicanos en papel revolución, de Cato, Orduña y Ponce (2008). En cambio, Marco Antonio Campos y Alejandro Toledo, al compilar poemas y narraciones sobre dicho movimiento estudiantil, consignan en las fichas de los autores que Santos nació en la Ciudad de México en 1948, que “trabaja en asuntos de contaduría pública” (1998, p. 279) y que publicó en la RUM y en la revista Punto de Partida.[13] David Huerta (2018), en un artículo sobre “El 68 y la poesía” apunta que Santos: “formó parte del grupo de poetas bisoños que Juan Bañuelos se encargaba de orientar en el taller universitario de poesía que tuvo en Ciudad Universitaria por aquellos años”. Marco Antonio Campos (2009) añade que en el taller de Bañuelos fue compañero de Santos, quien vivía en Tlatelolco y era un “amigo generoso, gran lector de poesía, pero a quien lo abandonó pronto la musa”.

En la segunda de forros aparece el sumario de la revista, la aclaración de que las fotografías son de Héctor García “[Excepto pp. 5 y 6]” y se anuncia a los colaboradores del próximo número. Con excepción de Octavio Paz, el número de octubre-noviembre incluyó a los autores ahí mencionados: José Lezama Lima, João Guimarães Rosa, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Rubén Bonifaz Nuño, Ezequiel Martínez Estrada, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar y dibujos de Rodolfo Nieto.

En la página 1 se retoma la fotografía de la portada, en blanco y negro, y se titula el número: “Relación de los hechos. Julio/agosto/septiembre/octubre/1968”. El título abarca la cuarta parte de la página superior y está enmarcado en un rectángulo de márgenes negros. Este detalle se repetirá a lo largo del número, pero en lugar del título llevará fotografías.

La página 2 es una foto a página completa de una manifestación en las escalinatas entre la Torre de Rectoría y la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria, y en ella se aprecia a personas jóvenes viendo hacia la zona abierta de piedra y césped denominada Las Islas.

Debido a que a partir de la página 3 se mezclan los discursos visual y textual a partir del diseño, describiré cada uno de estos discursos por separado para después establecer el mérito de la puesta en página.

 

El discurso visual

La composición de la revista fue realizada por Vicente Rojo (2007). De acuerdo con el artista, en su trabajo le interesaba diseñar a partir de golpes de vista. En este sentido, hace un “uso audaz” de los espacios blancos y la fotografía en alto contraste (Elizalde, 2009, p. 81), además de que limita la mancha tipográfica de tal modo que se note el diseño y no solo resalte el texto. Los recursos técnicos son muy pocos y cuando es necesario establecer el momento cuando ocurren los hechos descritos se coloca el nombre del mes dentro de dos plecas negras que permiten identificar la temporalidad de cuanto se narra.

Respecto de las fotografías, que forman parte del discurso impulsado por el diseño editorial, algunas son intervenidas al mostrar solo una parte y no ocupan el total del rectángulo antes aludido:

 

Imagen 2. Revista de la Universidad de México, XXIII(1), p. 5.

 

A través de estos elementos visuales se presenta al movimiento como un hecho con un orden cronológico en el que un conglomerado de estudiantes decide manifestarse, pero es reprimido por el ejército y el cuerpo de granaderos. Ante las detenciones que se dan, se conforma como un colectivo que lucha por ciertas reivindicaciones y que marcha al lado del rector de la UNAM. Ante ello, la Universidad es tomada por las fuerzas del orden y las demandas de los estudiantes escalan hasta confrontar directamente al Estado (en una manta se puede leer: “Paguen maestros, no asesinos”) (RUM, XXIII[1], p. 12). Asimismo, se nota una contraposición respecto del gobierno y de la historia que ha querido contar. Por ejemplo, algunas mantas señalan las matanzas cometidas por el poder como las "fechas en que las armas nacionales se han 'cubierto de gloria'” (RUM, XXIII[1], p. 13). En tanto, se muestra al movimiento a través de las marchas y del arte creado a su rededor (como una exposición montada a los pies de la Torre de Rectoría). Después de ello, se deja ver que adquiere matices populares: “Ante la agresión de la reacción, la resistencia popular”, se lee en otra manta (RUM, XXIII[1], p. 17); y que las causas por las que lucha van más allá de las académicas: “Los agitadores son la ignorancia, el hambre y la m/”, se alcanza a distinguir en una manta (RUM, XXIII[1], p. 20).[14] Posteriormente, de la página 21 a la 26 se relata de forma visual el mitin del zócalo del 27 de agosto, así como la entrada de los militares para impedir que los manifestantes acamparan en el lugar. En la página 26 se aprecia a unos soldados en Ciudad Universitaria, frente a la Torre de Rectoría y en la página 28 solo se ve una imagen en picada de dos soldados, misma que es replicada al pie de la página. La siguiente imagen es un recorte de una vista de un edificio de la Unidad Tlatelolco desde donde jóvenes aprecian un mitin a los pies del edificio. Esta imagen no corresponde al 2 de octubre, sino al 7 de septiembre, cuando también hubo una marcha que acabó en dicho lugar. Esto se puede saber porque en La Cultura en México aparece la misma imagen, pero completa, ilustrando el mitin de dicha fecha:

 

 

Imágenes 3 y 4. La Cultura en México (345), p. XVI; Revista de la Universidad de México, XXIII(1), p. 29.

 

En las páginas 30, 31 y 32 se ven manchas de tinta que simbolizan la sangre que se derramó el 2 de octubre. Incluso al final de la “Relación de los hechos”, como si marcara el término del texto o de lo sucedido, existe otra mancha “de sangre” que culmina la narrativa visual.

          Así, las fotografías de Héctor García en la RUM cumplen una función de acompañamiento de la “Relación de hechos”, pero también generan una idea de que en este relato hubo dos partes muy definidas: los manifestantes y el Estado represor. Lo que destaca de estas imágenes es que nunca se ve la agresión por parte de las fuerzas policiacas y militares, solo se insinúa que existe en relación metonímica. Es decir, es posible transitar por la narración e ir adquiriendo un grado de emotividad mayor conforme pasan las imágenes. En este sentido, se construye un conflicto que solo se “resuelve” cuando los militares entran a Ciudad Universitaria y se conforman en el único poder al que se debe enfrentar. Así, la foto de Tlatelolco permite reconocer un espacio que entonces (tras la matanza) era ya icónico y las manchas de tinta en las siguientes páginas obligan al lector a “imaginar” el desenlace de cuanto ha atestiguado. Este último recurso recuerda una de las imágenes que García captó en el movimiento ferrocarrilero de 1958 y que le había valido ganar el Premio Nacional de Periodismo en 1959.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Imágenes 5-15. (De arriba hacia abajo): Selección de imágenes aparecidas en la Revista de la Universidad de México, XXIII(1), pp. 3, 4, 5, 9, 20, 22, 28, 29, 30, 31 y 32.[15]

 

 

Imagen 16. Foto de Héctor García, México, 1958. Fuente: Fundación María y Héctor García A.C. (https://www.fundacionmariayhectorgarcia.com/premios-nacionales?lightbox=image10vk)

 

La Cultura en México también publicó el 25 de septiembre imágenes de Héctor García sobre el movimiento estudiantil. Sin embargo, estas son mucho más explícitas en la represión que vivieron los estudiantes, a quienes se les ve ser golpeados por el cuerpo de granaderos. Son, de algún modo, un registro fotográfico testimonial que evitó la censura, pues el autor revelaba sus propias películas. Al respecto, García le confesó a Blanche Petrich (1998): “Mi material no se dispersó, está intacto. Yo nunca di lugar a que nadie husmeara en mis materiales. Los demás fotógrafos tenían que dejar sus rollos para que los revelaran, en los archivos de los diarios. Y de ahí fueron enfilando quién sabe a dónde” (p. 17).

Ahora bien, aunque la dirección artística también estuvo a cargo de Vicente Rojo y las fotografías contrastan los textos que acompañan, la función de estas dentro de La Cultura en México es dar un seguimiento puntual de las fechas que registran, es decir, carecen de una narrativa que crezca o avance conforme pasan las páginas. Además, debido a que el ejemplar termina con el mitin del 7 de septiembre en Tlatelolco, no alcanza a componer una trama narrativa completa en la que se vea el origen, desarrollo y desenlace del movimiento estudiantil. En este sentido, el poder del diseño y composición hecho por Vicente Rojo en la RUM nace de seleccionar los elementos gráficos que permitan hilvanar al movimiento estudiantil en su totalidad e ir creando en el lector una idea de continuidad, aun cuando las fotos no correspondan cronológicamente con los hechos plasmados. Así, a pesar de que la imagen de Tlatelolco no corresponde al 2 de octubre, al ser icónica por representar un edificio de dicha unidad habitacional, retratar estudiantes y poder asumirse como la imagen de un mitin, permite que Rojo se sirva de ella para evocar la matanza en la Plaza de las Tres Culturas.

En La Cultura en México las imágenes y su composición tienen un afán periodístico, de registrar los hechos, pero en la RUM adquieren un valor simbólico en el que representan mucho más de lo que muestran. Como refiere Alberto del Castillo Troncoso (2012), en Ensayo sobre el movimiento estudiantil de 1968: la fotografía y la construcción de un imaginario (pp. 16-17), las fotos “contribuyen a la creación de imaginarios visuales que deben ser leídos en función de contextos concretos”. Estos contextos se visibilizan en la estrategia editorial que consiste en la selección de imágenes, el ordenamiento de estas y la sistematización de un discurso por medio de cierta secuencia gráfica, ya que con esto dan “forma a un discurso visual que intenta persuadir al lector en torno a cierto tipo de mensajes y contenidos” (Del Castillo, 2012, p. 17). Es decir, al insertarse dentro de un discurso que el lector sabrá interpretar a la luz de los hechos ocurridos, crean una narrativa visual que cuenta la historia del movimiento estudiantil y que se corresponde, al menos en los símbolos, con aquello que narra el texto de la “Relación de los hechos”. Además, (re)valora y pone en su justa dimensión la importancia de las imágenes dentro de la construcción de un discurso formado por estas, por el texto y por una propuesta editorial.

 

La narrativa textual

En lo que respecta al texto, la RUM señala que la relación de sucesos “pretende ofrecer un panorama, objetivo y sucinto, de hechos singulares y dramáticos” (RUM, XXIII[1], p. 3). Para ello, se resume lo ocurrido “Tratando de evitar, además, los juicios sumarios” (p. 3). Asimismo, aclara que el texto fue elaborado “en el Departamento Técnico de la Dirección de Información de la Universidad, por Guadalupe Acevedo, Margarita Suzán, Jorge Ayala Blanco y Jorge González Teyssier, con la orientación de Adolfo Chacón y la revisión del director de esta revista” (p. 3).

De Guadalupe Acevedo no se han logrado conseguir más datos. Se revisó hemerografía en donde se menciona el número de la RUM que analizamos, pero no existe otro registro de esta persona. Por su parte, Margarita Suzán Prieto había publicado un cuento en el número de agosto de 1968. Al final de este, una nota autobiográfica apuntaba que en esas fechas era investigadora en el Departamento Técnico de la Dirección de Información de la UNAM, además de que estudiaba un doctorado en Ciencia Política (Suzán, 1968, p. 7). Con el paso de los años se convertiría en fundadora del Concurso de Cine y Videodocumental “Contra el silencio todas las voces”, auspiciado por la UNAM. Por su parte, Jorge Ayala Blanco era crítico de cine en La Cultura en México, además de profesor en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (donde también impartía clases Héctor García). Posteriormente sería conocido como uno de los grandes historiadores del cine en el país. En tanto que, en 1968, Jorge González Teyssier era jefe de departamento en la Dirección General de Información de la UNAM; en 1977 fue director del Colegio de Ciencias y Humanidades, plantel Vallejo, y en 1995 coordinador de los CCH, entre otros cargos dentro del organigrama universitario. Por último, Adolfo Chacón Solano pertenecía a la Subdirección Técnica de la Dirección General de Información de la UNAM y era académico de la Facultad de Ciencias Políticas (Ponce, 2007, p. 19).[16]

La “Relación de los hechos” es una cronología diaria de los sucesos más importantes entre el 22 de julio y el 8 de octubre. Esta cronología mantiene referentes temporales que hacen pensar que conforme pasaban los días se iban redactando los textos, pues se apunta, por ejemplo: “hoy debieron iniciarse los exámenes finales” (RUM, XXIII[1], p. 13) o “El Consejo Nacional de Huelga dijo que a las 9 horas de mañana, 26 de agosto, establecerá […]” (RUM, XXIII[1], p. 19).

La “Relación…” tiene tres tipos de narrativas: 1) textos con un tono informativo donde se registra un hecho noticioso; 2) transcripción de declaraciones, boletines o documentos de participantes del movimiento: autoridades universitarias, funcionarios públicos o del gobierno federal, del Consejo Nacional de Huelga (CNH) y de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET, quien tenía una fuerte relación con el Poder Ejecutivo), entre otros; y 3) textos con tono de crónica sobre dos sucesos en particular: la represión policiaca y militar tras el mitin en el zócalo el 27 de agosto, y lo ocurrido el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas.

Los textos con tono informativo dan cuenta de hechos precisos, como el conflicto entre los alumnos de la Vocacional 2 del IPN y los de la Preparatoria “Isaac Ochoterena” que dieron origen al movimiento estudiantil. En algunos días se retoma lo dicho por reporteros de los periódicos El Universal, El Día o Excélsior.[17] El martes 23 de julio se refiere la “Transcripción textual de varios párrafos” de una nota de El Universal (RUM, XXIII[1], p.  4) que en la revista abarca 29 renglones. En otras ocasiones se presenta la información con una acotación vaga de la fuente, como en el siguiente caso en que no se aclara que Silvia Mireles era reportera del periódico El Día: “Se presentan al lugar los granaderos y la 19 compañía de policía, al mando del capitán Manuel Robles. Los granaderos estaban respaldados por bazookas ‘dispuestos a utilizarlas’ (Reportera Silvia Mireles)” (RUM, XXIII[1], p. 4).[18]

De las transcripciones de declaraciones destaca el peso que tiene durante los primeros días la FNET, así como el espacio que se da a los boletines emitidos por la Secretaría de Educación Pública, los jefes de la Policía Preventiva, la Procuraduría General de la República, la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal y Territorios Federales, la Secretaría de Gobernación, la Secretaría de la Defensa; además de opiniones del Jefe del Departamento del Distrito Federal, de un agente del servicio secreto mexicano, del presidente del Congreso del Trabajo, de la Federación de Sindicatos de Trabajadores del Estado y del presidente de la Comisión Permanente del Senado, todas ellas contrarias o críticas del incipiente movimiento estudiantil (en este sentido, el discurso textual de estas páginas contrasta con el visual, donde se ve a estudiantes sometidos por el ejército). No es sino hasta el miércoles 31 de julio cuando se transcribe (en cursivas) la declaración del rector en la que condenaba la ocupación de instalaciones universitarias por parte del ejército. Esto se repetiría el jueves 1 de agosto en que se transcribe (también en cursivas) el discurso de Barros Sierra pronunciado previo a la manifestación que marchó de Ciudad Universitaria a Félix Cuevas y de regreso. Asimismo, empieza a darse espacio a las declaraciones del CNH, pero de forma muy breve (este discurso es acompañado por fotos de manifestaciones estudiantiles ordenadas o de la marcha encabezada por el rector).

La sobrerrepresentación de aliados del gobierno, así como del propio Gustavo Díaz Ordaz y la FNET se mantiene en la relación hasta la primera semana de agosto. Después comenzará a publicarse lo dicho por el director del IPN, Guillermo Massieu, así como por el CNH y la Coalición de Maestros de Enseñanza Media y Superior. Asimismo, se perciben datos que apuntan al apoyo que comienza a tener el movimiento por parte de diferentes sectores de la población. En este sentido, el martes 20 de agosto se refiere: “José Rodríguez, campesino del Estado de Morelos, declaró que los campesinos apoyan a los estudiantes con una condición: que ayuden al pueblo” (RUM, XXIII[1], p. 14). Sin embargo, las declaraciones en contra persisten y se notan los canales gubernamentales que se utilizan para promover la idea de que hay una gran parte de personas que rechazan las medidas que han tomado los estudiantes. Resulta por lo menos extraño que se dé espacio a grupos cuya existencia misma es por lo menos dudosa como “las madres de familia pertenecientes al Sindicato Nacional de Vendedores Ambulantes de Billetes de Lotería”, quienes hacen llamados a la cordura a los estudiantes o las noticias que pretenden criminalizar y desprestigiar al movimiento como las incluidas el 24 de agosto: 1) “Varios estudiantes que pedían dinero para el movimiento estudiantil, dieron una violenta golpiza al empleado Antonio de la Concha Valdez, de 20 años de edad. Según explicó el agredido, lo golpearon porque sólo dio un peso, a pesar de que llevaba más dinero en su bolsillo. Lo recogió la Cruz Roja en las calles de San Ildefonso, frente al Hotel Coloso” (RUM, XXIII[1], p. 19). 2) “[…] el campesino Francisco Ambriz, dijo que los ejidatarios rechazan los escándalos estudiantiles y expresó que si los jóvenes no quieren estudiar, que se dé a los trabajadores del campo los millones de pesos que se invierten en educación y que ellos prefieren desperdiciar, pues en el campo lo que hace falta es dinero para la construcción de obras” (RUM, XXIII[1], p. 19) (destaca que las imágenes que acompañan estas páginas son de manifestaciones estudiantiles y que en la página 19 se publica la foto de un concierto de Óscar Chávez en CU en un ambiente armónico, lo que contrapone al discurso textual).

Estos textos pierden predominancia hacia el 27 de agosto, día de la toma del zócalo capitalino. A partir de ese momento el movimiento estudiantil en voz del CNH, la Coalición de Maestros y estudiantes son los que hilan la trama de los sucesos. Esto no varía sino hasta el jueves 19 de septiembre cuando se publican las palabras del rector sobre la indignación que ocasiona la ocupación militar de Ciudad Universitaria; una carta de 180 periodistas que piden, entre otras demandas, el retiro de las tropas de los planteles de la Universidad y del Politécnico; la carta de renuncia de Barros Sierra el día 23 (acompañado por una foto de tanques militares en el zócalo de la ciudad); la respuesta de la Junta de Gobierno donde no se acepta la renuncia, y el llamado del 27 de septiembre que hace el rector para luchar por el bien de la Universidad, tras aceptar continuar en su cargo (todas ellas aparecidas en cursivas y con una imagen de convoyes militares frente a la Rectoría de la UNAM).

Ahora bien, si hasta aquí la “Relación…” ha dado espacio a una gran cantidad de los involucrados en el movimiento estudiantil en todos los frentes, destacan dos textos con tono de crónica que se refieren a momentos de represión en contra de los estudiantes. Para comprender el tono de estos, cito en extenso el correspondiente a lo sucedido tras el mitin del 27 de agosto:

 

[…] El mitin concluyó a las 21: 40.

 

A la una de la madrugada del 28 de agosto, fuerzas del ejército, la policía y los bomberos, desalojaron de la plaza de la Constitución al grupo de estudiantes que se habían instalado en ella en guardia permanente. El desalojamiento se produjo minutos después de que los estudiantes habían sido conminados a abandonar el Zócalo a través de los altoparlantes instalados en el edificio del DDF. A las 0.55 una voz advirtió a los estudiantes: "Se les ha permitido hacer su manifestación; se les ha permitido realizar su mitin. Ya han permanecido demasiado tiempo en este lugar. El Zócalo es plaza pública de uso común. La acción de ustedes contraría el artículo noveno constitucional. Se les invita a que se retiren." Estas palabras se repitieron en un plazo de 5 minutos; por último, se dijo: "Se les dan dos minutos para retirarse."

A la una de la mañana, soldados y policías y (sic) comenzaron a avanzar en formación compacta en un movimiento envolvente; los estudiantes iniciaron la retirada, lanzando vivas a México.

La columna de estudiantes avanzó lentamente por la avenida Madero, acosada por los soldados. Pasada la 1.30 los carros blindados, con los faros encendidos y las sirenas ululantes, cargaron sobre la retaguardia del grupo estudiantil, embistiendo un camión del Politécnico.

En las calles de Isabel la Católica, los jóvenes atravesaron un tranvía que impidió, momentáneamente, el paso de los soldados.

La persecución continuó hasta pasar la calle de Gante. Allí se detuvieron los soldados y los estudiantes hacían lo propio junto a la Torre Latinoamericana. Un destacamento marchó por San Juan de Letrán y, otro, por la avenida 5 de mayo. En ese momento la tropa cargó sobre los estudiantes, golpeándolos con las culatas de los rifles. En la calle de Luis Moya un camión, que permanecía atravesado sobre Avenida Juárez, fue lanzado contra la banqueta. La última carga se efectuó en el "Caballito". Los soldados volvieron a golpear a los estudiantes. Las unidades del ejército volvieron sobre sus pasos a las 2.35 de la mañana, mientras los estudiantes se retiraban a la CU, donde se celebró una asamblea. A las 4.15 se inició una sesión del Consejo Nacional de Huelga, a puerta cerrada (RUM, XXIII[1], pp. 20-21) (se reproduce la puntuación original).

 

Este texto adquiere un peso mayor debido a la narración posterior, en la que se refiere que al día siguiente acudieron “Numerosos burócratas” al zócalo para un acto de desagravio a la bandera (organizado por el Departamento del Distrito Federal) y en el que los habitantes “De los edificios […], le lanzaban a los soldados botellas, macetas, basura, etc., a lo que respondían con disparos” (RUM, XXIII[1], p. 21).

Lo anterior permite apreciar una trama narrativa en la que los personajes gubernamentales son quienes de principio tienen el poder de lo que se dice y se cree. A quienes hasta ese momento han sido los protagonistas de la historia se les presenta un conflicto en el que una minoría los confronta y tras ello se transforma en una colectividad que lucha por sus derechos e incluso consigue el respaldo de más personas. Ante una primera victoria (el mitin del zócalo ya referido), el Estado responde con represión y cuando este acto no logra minimizar o erradicar a los rebeldes, viene uno mayor (el del 2 de otubre) que acaba con las ideas planteadas por el movimiento estudiantil. Esta narrativa termina casi como empezó: con el Estado como quien establece la verdad histórica y se dispone a celebrar el inicio de los XIX Juegos Olímpicos. Los otros, los derrotados, aceptan sus culpas y poco a poco empiezan a dispersarse. Así, en la última página de esta “Relación de hechos”, acompañada por la imagen de gotas de tinta que simula sangre, se refiere que:

 

José Andrade Ruiz, estudiante de Leyes, admitió haber empleado una metralleta de ráfaga M-1 durante la balacera y afirmó que es posible que algunos estudiantes asistieron armados al mitin e hicieron uso de esas armas. Gilberto Guevara Niebla, estudiante de Ciencias, admitió ser miembro del CNH, haber participado en el derrocamiento del Rector Chávez y que nunca se propuso hacer la revolución. Ambos detenidos señalaron ante los reporteros que rindieron declaración sin presión alguna (RUM, XXIII[1], p. 32).

 

El número de septiembre termina con dos textos más: “Junta de Sombras” de Alfonso Reyes, en el que cuenta la historia de los jóvenes de Tamazunchale, quienes por vivir al lado de la carretera han perdido la capacidad de diferenciar la derecha y la izquierda, pues al cerebro le es difícil distinguir estas direcciones dependiendo del lado de la vía en que se ubiquen: “Y de aquí la crisis que atraviesa la juventud intelectual de Tamazunchale. Esta crisis es el símbolo y el compendio de muchas angustias juveniles” (RUM, XXIII[1], tercera de forros). Este fragmento, perteneciente a Marginalia y escrito en 1953, simboliza la incapacidad de distinguir quién es el ganador y quién el perdedor tras el movimiento estudiantil.

Sin embargo, si hasta aquí la narrativa plantea un dejo de derrota de la colectividad, la contraportada, también impresa en tonos verdes, da un poco de esperanza a partir de la foto de dos jóvenes sonrientes la cual es acompañada por un fragmento del poema “El cántaro roto” de Octavio Paz, quien el 4 de octubre había presentado su renuncia como embajador de México en la India, por lo sucedido en Tlatelolco. El fragmento seleccionado de este poema de 1955 se reinterpreta a la luz de todo el movimiento estudiantil, y mira con ilusión el futuro a pesar de la derrota vivida. Es una palabra de aliento respecto a por qué vale la pena seguir luchando:

 

hay que soñar hacia atrás, hacia la fuente, hay que remar

siglos arriba,

más allá de la infancia, más allá del comienzo, más allá de

las aguas del bautismo,

echar abajo las paredes entre el hombre y el hombre, juntar

de nuevo lo que fue separado,

vida y muerte no son mundos contrarios, somos un solo tallo

con dos flores gemelas,

hay que desenterrar la palabra perdida, soñar hacia dentro

y también hacia afuera,

descifrar el tatuaje de la noche y mirar cara a cara al mediodía

y arrancarle su máscara

 

Lo anterior, en conjunto con la foto de los jóvenes sonrientes, es una apuesta por la juventud y por lo que ella representa: la voluntad de continuar a pesar de los resultados adversos.

 

 

Imagen 17. Contraportada de la Revista de la Universidad de México, XXIII(1).

 

 

El número 1, septiembre de 1968, tras su publicación

Gastón García Cantú (1993) refirió en el libro 1968. Javier Barros Sierra. Conversaciones con Gastón García Cantú que tras la difusión del número de septiembre de la Revista de la Universidad de México un funcionario le refirió el disgusto que le había causado el ejemplar a Gustavo Díaz Ordaz: “El propósito era que se olvidara lo ocurrido para que las víctimas fueran cómplices del victimario. La relación de lo ocurrido fue también un acto político” (p. 123). Sin embargo, el director de la revista parece ignorar que el mérito de este número no es solo el texto incluido o las imágenes que recopila, sino el establecimiento de un relato en el que lo comunitario se pone al centro de una política editorial y se le hace ver como la epopeya de un conglomerado de estudiantes y maestros en un contexto histórico definido.

En este relato las voces del gobierno y sus comparsas, así como el de las autoridades universitarias tienen un peso mayor, pero justo eso es lo que hace posible que la colectividad se transforme en el héroe de esta historia; un héroe que no triunfa, pero que deja una semilla que habrá de “juntar de nuevo lo que fue separado”, como poetiza Paz. La colectividad es quien está presente en las fotos de Héctor García, quien la retrata como el centro. Las fotos muestran a los militares, a los granaderos, al rector Barros Sierra, pero alrededor hay una colectividad que empieza a tomar las calles y a hacer suyas demandas que habrán de impactar a nivel nacional. El diseño de Vicente Rojo funciona porque crea una cronología que da un simbolismo a las imágenes y en las que los pequeños detalles (las gotas de tinta que representan la sangre) son mucho más poderosas que la sangre que cubre los cuerpos de los estudiantes en otras fotografías (como las publicadas en La Cultura en México). Además, contrapone el discurso gubernamental y el de sus aliados con las fotos de García, quien reivindica la participación de los estudiantes.[19] El poema de Eduardo Santos es la primera señal de que por esa ocasión la RUM se guiaría por los estudiantes y no por las grandes plumas, pues los textos de Alfonso Reyes y de Octavio Paz son la coda a un relato que ha sido impulsado por la colectividad que no tiene un “nombre”.

La imagen de un contingente anónimo que marcha de la mano del rector (ver imagen 8) resguardada por la masa es la misma que metafóricamente permite apreciar a la colectividad escritural de la “Relación de los hechos” que va sostenida por Reyes y Paz, y amparada por la Revista de la Universidad de México. El rector, Paz y Reyes son quienes avanzan con el regimiento, pero no como vanguardia, sino acompañando una lucha sostenida por una multitud que se ha atrevido a tomar las calles y a ubicarse a la par de las grandes plumas latinoamericanas, a incidir dentro de la historia nacional.

Es la unión de todos estos elementos y su simbolismo lo que hace potente al número de la revista. Sin uno de ellos la percepción lectora no es la misma. Para comprobarlo basta leer la “Relación de los hechos” replicada (solo el texto) en García Cantú (1993, pp. 181-253). Ahí todo lo simbólico queda fuera y el contenido no alcanza el poderío narrativo que sí tiene el número de 1968. Lo mismo sucede al revisar la separata incluida en el número de octubre de 1988 de la propia RUM (XLIII[453]), y en la que se eliminó el diseño de Vicente Rojo y las fotos de García fueron sustituidas por otras de Rogelio Cuéllar, las cuales tienen un afán de denuncia, más que un poder evocador. A ello habrá de sumarse el contexto en que se reedita esta separata, es decir, en medio de un conflicto entre la Rectoría y el Consejo Estudiantil Universitario (CEU), el cual llevaba dos años oponiéndose a las reformas planteadas por el rector Jorge Carpizo, y que censuró este tipo de movimientos en la segunda de forros del número en cuestión.

El acomodo de las imágenes (en el número de septiembre de 1968) y no solo lo que retratan es lo que aumenta el mérito de este ejercicio editorial. Si bien Héctor García colaboró con fotos en el ejemplar de García Cantú referido (García Cantú, 1993); en La noche de Tlatelolco, de Poniatowska (2017 [1971]), o en Días de guardar, de Carlos Monsiváis (1996 [1970]), su poder expresivo no consigue la sumatoria que alcanza al acompañar una relatoría como la de la RUM, con un diseño determinado. Por ello, consideramos que el número de septiembre de la Revista de la Universidad consiguió anteponer la voz de la colectividad frente a las voces oficiales y universitarias; dio voz a quienes hasta entonces no la habían tenido.

 

Conclusiones

“Relación de los hechos”, la parte textual del número de la RUM analizado, establece un lugar en donde los poderes del Estado son los que imponen su verdad. Si bien existen agentes que pueden responder a estos discursos en un nivel de no total subordinación (el rector de la UNAM o el director del Politécnico), es la emergencia de las minorías lo que termina por imponerse (el CNH y la Coalición de Maestros). Este intento por enfrentar al poder del presidente de la República es pagado con sangre, pero en el camino permite apreciar las deficiencias del Estado que hasta ese momento habían intentado esconderse. En ese sentido, configura a la colectividad y la hace partícipe de un mundo que le había estado negado si es que no se afiliaba a las instancias que el poder había establecido para mantener en orden su mandato (si bien los redactores de este texto tuvieron un impacto en la vida universitaria posterior, llama la atención el caso de Guadalupe Acevedo y Eduardo Santos, quienes se perdieron en esta historia al igual que los nombres propios de la mayoría de los participantes del movimiento estudiantil).

La dirección de García Cantú, el diseño de Rojo y las fotografías de García, por su parte, conforman un discurso visual que confronta la realidad de las palabras y crean una nueva a partir de la puesta en página que permite que el lector interprete los hechos narrados con aquellos registrados por las imágenes. Por último, el texto de Reyes y el poema de Paz no hacen sino remarcar la labor también colectiva de quienes en 1968 pertenecían al Departamento Técnico de la Dirección de Información de la UNAM, pues desaparecen en aras de privilegiar un texto colectivo. Así, este ejercicio editorial es una muestra y puesta en práctica de lo central de este número: el triunfo de la colectividad sobre las individualidades, la transformación de una publicación literaria y elitista que afrontó un momento histórico determinado y ajustó sus políticas editoriales en favor de un ideal.

A raíz de esta lectura se hace necesario rastrear el impulso que este número representó para posteriores trabajos sobre 1968: piénsese por ejemplo en la estructura de La noche de Tlatelolco, de Poniatowska, o en el trabajo de Ana Sabau (2019) en el que se considera a la crónica como el legado del movimiento estudiantil de 1968. Además, sería oportuno establecer un mapa de relaciones entre los participantes en este número y los agentes culturales de la época para comprender si estas fueron determinantes o influyeron en la conceptualización de este ejemplar calificado como un “documento clásico dentro de la historia mexicana contemporánea” (RUM, XLIII[453], p. 2).

 

Referencias

Hemerografía de estudio

1968, Relación de los hechos [separata] (octubre de 1988). Revista de la Universidad de México, XLIII(453).

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La Cultura en México [Suplemento de Siempre!] (25 de septiembre de 1968) (345).

Punto de Partida (enero-febrero de 1972) V(29).

Revista de la Universidad de México (1968): XXII(11), XXII(12), XXIII(1), XXIII(2-3), XXIII(4) (julio, agosto, septiembre [publicado c. noviembre], octubre-noviembre, diciembre).

Revista de la Universidad de México (octubre de 1988). XLIII(453).

 

Otras fuentes

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[1] Universidad Nacional Autónoma de México, México. ORCID: 0009-0005-7211-0019. Correo electrónico: mangelacosta@hotmail.com

Fecha de recepción: 21-02-2024 | Fecha de aceptación: 21-05-2024

[2] La escritura de este texto contó con el apoyo del Conahcyt a través de su convocatoria Estancias Posdoctorales por México 2022 (3) en la modalidad Estancia Posdoctoral Académica-Inicial.

[3] De acuerdo con Armando Pereira (2019, p. 200), la llegada de García Cantú a este cargo tenía como finalidad desarticular al llamado grupo de “La mafia”, quien se había “apoderado de los principales puestos de dirección en las distintas esferas de expresión cultural (literatura, música, cine, teatro, etcétera) de la Universidad”. Para Luis Guillermo Piazza (citado por Pereira, 2019), “La mafia” surgió alrededor del suplemento La Cultura en México, de la revista Siempre!, dirigido por Fernando Benítez y donde tendrían preminencia autores como Carlos Fuentes, Emmanuel Carballo, Juan Vicente Melo, Juan García Ponce, Inés Arredondo y Huberto Batis, entre otros.

[4] En Vicente Rojo: cuarenta años de diseño gráfico (Rojo, 2007), basado en entrevistas al artista y diseñador, se asienta que durante el periodo de 1961 a 1983 también fue director artístico del suplemento La Cultura en México, así como director artístico o diseñador de portadas para las revistas y suplementos Nuevo Cine, Revista de Bellas Artes (del Instituto Nacional de Bellas Artes [INBA]), Artes Visuales (del INBA), Gaceta del Fondo de Cultura Económica, Vuelta y México en el Arte; además de diseñador de portadas para editorial Joaquín Mortiz, El Colegio de México, Artífice Ediciones y Editorial Salvat.

[5] Debido a que referiremos números completos de la Revista de la Universidad de México, a partir de este punto y solo en estos casos, acotamos volumen y número para su identificación.

[6] Al respecto, debe recordarse que los presupuestos universitarios, en lugar de aumentar, decayeron durante la década de 1960 hasta alcanzar el nivel que tenían en 1959 (Basáñez, 1996, p. 38); además se dio la huelga universitaria de 1966 que buscaba la democratización de la vida universitaria y que tuvo su punto culmen en la toma de Rectoría de la UNAM que llevó a la renuncia del rector Ignacio Chávez en 1966; asimismo, se encuentra el cierre de la Escuela de Altos Estudios, de Morelia, el mismo año; la toma de la Universidad de Sonora por parte del ejército en 1967, y la relación poco cordial entre el rector Javier Barros Sierra y el presidente Gustavo Díaz Ordaz (Krauze, 2000, pp. 339-342). Para un análisis mayor de los movimientos estudiantiles precedentes a 1968 se recomienda la consulta del capítulo 6, “Las minirrevueltas universitarias y nacionales de 1959-1965 y su impacto en la UNAM”, en Rivas (2007).

[7] El 25 de septiembre el suplemento La Cultura en México publicó el número 345 dedicado por completo a lo ocurrido en la Ciudad de México hasta ese momento, el cual llevaba por título en la portada: “Lo que se ha visto y lo que se ha dicho. Una versión del movimiento estudiantil. Fotos y textos de antología. 23 de julio 17 de septiembre”. Las fotos son “fundamentalmente” de Héctor García y se atribuye el texto a Carlos Monsiváis, quien era el jefe de redacción, aunque en la publicación no existe ninguna nota al respecto. El número incluye una “Mínima cronología” que abarca del lunes 22 de julio al 9 de septiembre, así como diversos apartados donde se retoman notas publicadas en periódicos o manifiestos cuyo contenido contrasta por completo con lo que muestran las fotografías. Mientras en los textos se habla de orden, de auténticos estudiantes, de padres que educan bien a sus hijos, en las fotos se aprecia la represión por parte del ejército, el bazucazo a la Preparatoria 1, algunas manifestaciones estudiantiles, así como eventos culturales en torno al movimiento (como un concierto de Óscar Chávez o los lienzos que pintaron al pie de rectoría algunos artistas que se solidarizaron con el movimiento, y entre quienes estaban Vicente Rojo, José Luis Cuevas, Adolfo Mexiac, Benito Messenger, Fanny Rabel y Aceves Navarro). Cabe resaltar que este número, diseñado por Vicente Rojo, le valió a Héctor García el Premio Nacional de Periodismo 1969 en la categoría de “Reportaje”.

[8] Este número debió publicarse desfasado de la fecha que consigna (30 de julio), pues incluye también los discursos del rector al iniciarse y al concluir la manifestación del 1 de agosto. En su página 2 se presenta íntegro el texto que leyó el rector Javier Barros Sierra al izar la bandera nacional a media asta en protesta por la irrupción del ejército en varias preparatorias de la Universidad y vocacionales del IPN. Al margen, se lee: “LUTO en la UNAM”. En su página 16 se incluyen textos del Consejo Técnico y profesorado de la Facultad de Filosofía y Letras; de la Escuela de Economía; de profesores de la Facultad de Ciencias Políticas, y del Colegio de Profesores de la Facultad de Ciencias, quienes condenan la violación a la autonomía universitaria. En tanto, el resto del contenido es similar al que se publicaba cada 15 días en dicho medio informativo. Cabe destacar que las fotos de este medio son también de Héctor García, quien fungía como fotógrafo oficial de la publicación.

[9] Consultada vía correo electrónico, la Dra. Verónica González Laporte, actual encargada de Investigación y archivo de la RUM, señaló que en la publicación no conservan ningún tipo de archivo en el que pueda consultarse información sobre la misma. De acuerdo con la funcionaria, tras la digitalización de todos los números, solo conservan algunos de los últimos ejemplares de la revista, pues el resto se enviaron a la Biblioteca Nacional.

[10] Debido al movimiento estudiantil y la huelga que vivía la UNAM, durante los últimos meses de 1968 la Gaceta UNAM se publicó con irregularidad. De agosto a diciembre solo se tiraron tres números: el 1 de agosto, el 15 de septiembre y el 1 de diciembre.

[11] La Cultura en México registró la matanza del 2 de octubre el día 23 de ese mes. En respuesta a una carta de sus lectores, señala que no lo hizo los días 9 o 16 porque ya estaban impresos esos números. De este dato, se puede extraer que el suplemento se tiraba con dos semanas de anticipación, lo que haría suponer que la RUM podría haberse publicado incluso antes del 25 de noviembre o que Fernando Benítez o Carlos Monsiváis (el jefe de redacción) conocían el número por intermediación de Vicente Rojo, quien colaboraba en ambas publicaciones, o por Héctor García, cuyas fotos aparecieron en el ejemplar de la RUM y recién había colaborado en La Cultura en México con un reportaje fotográfico sobre el movimiento y en el que utilizó varias fotos que también se publicaron en la RUM, como más adelante se describirá.

[12] Elizalde (2009, p. 144) señala que la foto fue tomada “desde arriba de algún edificio de la plaza de Tlatelolco”, sin embargo, la cuadricula del piso es igual a la que se aprecia en todas las fotografías con que se ilustra “La conquista del zócalo” y “La pérdida del zócalo”, en La Cultura en México.

[13] En dicha revista aparece un poema de “Eduardo Santos R./Facultad de Ciencias” (Punto de Partida, V[29], p. 3). Es curioso que el poema aparecido en la RUM señale que el autor del poema de su portada pertenece a la Facultad de Comercio (y no a Ciencias, como en Punto de Partida), y que incluso Campos y Toledo (1998) mencionen que se dedicaba a la contaduría. Por lo tanto, habría que investigarse si ambos nombres se refieren a la misma persona.

[14] En la imagen no es posible leer la frase completa.

[15] Roberto Cruz Arzabal, de forma personal, anotó el parecido de esta narrativa con el de una novela gráfica. En ese sentido, sería conveniente profundizar sobre el trabajo de Rojo para saber si en algún otro momento replicó dicho artificio.

[16] En 1973, por instrucciones de la Secretaría de la Rectoría, Chacón Solano hizo llegar al Archivo Histórico de la UNAM 69 cajas que contenían material hemerográfico recopilado y organizado por la Subdirección Técnica de la Dirección General de Información referente a los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971 en la UNAM, así como los ocurridos de marzo de 1970 a junio de 1971 en la Universidad de Nuevo León. Los documentos sobre 1968 pueden consultarse en http://www.ahunam.unam.mx:8081/index.php/hemerografia-sobre-el-movimiento-estudiantil-de-1969.

[17] Para conocer el origen de este tipo de textos sería conveniente revisar la Colección hemerográfica de Movimientos Estudiantiles que se encuentra en el Archivo Histórico de la UNAM, sin embargo, esto excede el propósito de este artículo.

[18] Al respecto, ver Baltazar (2018).

[19] Elena Poniatowska (1982, p. 3) señala respecto del fotógrafo: “Al seleccionar determinado fragmento de la realidad, Héctor García toma partido [...]. Si Héctor García se alió del lado de los estudiantes en 1968, es porque los granaderos son los agresores”.