Celia del Palacio. Periodismo de frontera en América Latina. Violencias y desigualdades múltiples. Zapopan: Universidad de Guadalajara/FLACSO Ecuador/ Centro Maria Sibylla Merian de Estudios Latinoamericanos Avanzados (CALAS), 2023.

 

Raciel D. Martínez Gómez

Universidad Veracruzana

racmartinez@uv.mx

 

El gremio de periodistas en América Latina padece una violencia sistémica que lo coloca en una situación de precariedad y vulnerabilidad extremas. Las agresiones de las que son objeto se gestan en medio de las luchas de los poderes constituidos y fácticos, cada vez más confundidos y operando en fachadas de la más diversa índole. Aun en este panorama adverso, los periodistas muestran una estoica capacidad de resiliencia que obliga a matizar las explicaciones de los embates que atentan contra su libertad de expresión.

Aunque prevalece una tentación grande por anteponer una receta de interpretaciones para generalizar esta violencia, también hay esfuerzos académicos por entender esta vorágine de hechos violentos como resultado de contextos diferenciados. Tal es el caso del ensayo intitulado Periodismo de frontera en América Latina. Violencias y desigualdades múltiples (2023). La autora, Celia del Palacio, coordina el Observatorio de Libertad de Expresión y Violencia contra Periodistas de la Universidad de Guadalajara. Su labor de 30 años de investigación se la ha dedicado al estudio de la prensa mexicana en las regiones, y en 2021 fue fellow del Centro Maria Sibylla Merian de Estudios Latinoamericanos Avanzados (CALAS), periodo con el que completa la investigación bajo consideración.

El libro se integra por nueve apartados, que son: primero, “Introducción”, donde se plantea la problemática del periodismo de frontera; dos, “Contextualización”, en el que se comparan los distintos estatus de libertad de expresión en países de América Latina y sus especificidades políticas y sociales dentro de sus democracias; y tres, el cual refiere a la metodología utilizada por la autora, que ella llama acertadamente “La caja de herramientas”. Aquí se deslinda de modelos pensados para otras latitudes y comenta lo complicado que es nombrar el espacio local y la frontera. Además, en este collage afortunado de metodología incluye las imágenes del proyecto Vestigios realizado por el fotógrafo veracruzano Félix Márquez.

Asimismo, el capítulo cuatro, “Periodistas de frontera. Múltiples desigualdades y violencias”, está dedicado a la precariedad y resiliencia de los comunicadores; el cinco, a las “Consecuencias en los espacios públicos microlocales”; mientras el seis, “Resistencias”, trata sobre los mecanismos de protección gubernamentales y debate en torno a la crisis y los periodistas como actores del cambio. Los últimos apartados abarcan unas “Palabras finales”, así como bibliografía y datos sobre la autora. Con esta estructura de investigación, Del Palacio es cauta para hacer tabla rasa de la problemática; prefiere describir este escenario donde el periodista se desenvuelve en el vórtice de un insípido clima democrático que no termina de desarrollarse a plenitud, no obstante contar con nuevos espacios públicos y mercados mediáticos abiertos. Para escudriñar en estos arraigados esbirros del ayer despótico, la definición de “periodismo de frontera” reconoce la notable prevalencia de nichos autoritarios, entendidos como algunas zonas del estado donde perdura una suerte de ingobernabilidad.

La investigadora conmina a romper con la costumbre académica de tomar a América Latina y al sur global “como laboratorio de las teorías pensadas en y para el norte, así como la idea de modernidad (en prácticas y rutinas) como eje de los modelos a seguir; en vez de analizar los sistemas mediáticos en relación con sus propios contextos” (p. 48). De ahí que el aporte de Celia del Palacio en su ensayo sea negarse a homologar las causas de esta violencia en contra de los periodistas. Al contrario, reitera la académica, es un epifenómeno multicausal en donde debe agregarse una plétora de factores para entender las agresiones en contra de un gremio diezmado en ambientes de cariz democrático.

Las desigualdades que hila el trabajo de la autora no están limitadas a los casos lamentables de suyo, sino se extiende a las condiciones mismas con las que se practica el oficio. El enfoque teórico que juzga pertinente para este estudio que funge como un mapeo que retoma de Johan Galtung, quien propone “un triángulo en cuyas aristas se sitúan las violencias estructural, simbólica y directa” (p. 52). Por esto critica que solo notar la violencia directa sería constreñirse a la punta del iceberg, mientras en el fondo el entramado permanece acallado. Con este enfoque triangular de Galtung, el ensayo analiza un caldo de cultivo –estructural, simbólico y directo–, donde los poderes normados y los reales vigentes aprovechan la coyuntura para amordazar una libertad de expresión que les es incómoda.

La noción de periodistas de frontera le permite a Del Palacio analizar con graduación el mosaico de variantes que intervienen para que los periodistas sean eventuales víctimas de ataques. La definición que surgió de una conversación con el periodista Antonio Mundaca entiende por aquellos sujetos a los “que ejercen esta profesión desde los márgenes no solo físicos o políticos de un territorio, sino también en un sentido económico, cultural y tecnológico” (p. 11). El estado del arte relacionado a los estudios sobre la violencia contra periodistas –informes a nivel internacional, por ejemplo– justifica esta definición por ubicar a las agresiones que en su mayoría se encuentran entre periodistas que trabajan a nivel local.

Sostiene la autora que no es viable entender la problemática de los periodistas de frontera como un reflejo nacional o internacional. Su corpus teórico recupera los autoritarismos subnacionales de Edward Gibson, el concepto de márgenes del estado de Veena Das y Deborah Poole, así como la noción de zonas silenciadas de la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión y el de periferia de Celeste González de Bustamante y Jeannine R. Relly. Del Palacio comprende por frontera lo conceptualizado por Frederick Jackson Turner, un territorio donde “conviven los actores de la colonización por parte del estado y los bárbaros” (p. 60). La frontera es un espacio de conflicto donde los actores se enfrentan y buscan formas de sobrevivencia y resiliencia; y claro, aprovechando aún a Jürgen Habermas, propone la existencia de microesferas públicas en las propias fronteras.

En México se dio un vuelco en materia de medios de información durante el periodo de Vicente Fox, puesto que ahí cambió el presidencialismo de poder omnímodo. Se diluyó el sistema ante el meteórico ascenso en la influencia de los gobernadores que, en el citado periodo, recibieron mayores recursos con lo que se fomentaron los cacicazgos regionales. Agregaríamos que se pulverizó el mercado mediático cuando se da un boom de empresas de comunicación sin un modelo de negocios independiente, sino más bien, modelos que fueron representando la vocería de intereses de poderes regionalizados.

América Latina está colmada de democracias frágiles donde se combina la inestabilidad y fragmentación del poder. Entre el ámbito académico y organizaciones civiles existe el consenso del riesgo que viven los periodistas locales. En consecuencia, la importancia del posicionamiento de Del Palacio sostiene que los periodistas de frontera “no pueden ser analizados con los modelos que se han usado hasta ahora, incluidos aquellos que suponen que el riesgo es igual para todos” (p. 18). La violencia a nivel general en el país ha escalado dimensiones que muchos ignoramos por estar inmersos en la saturación informativa. Los resultados del texto son un acicate para la impunidad. En el transcurso del análisis, producto de una metodología que incluye entrevistas a los actores, se revelan minucias en esos nichos autoritarios que serían representaciones clave en imaginarios de novelas absurdas y paradójicas, como lo muestran las historias de los periodistas Jorge Celestino Ruiz, Cándido Ríos, Moisés Sánchez y Gregorio Jiménez en el estado de Veracruz.

El telón de fondo del libro es un tejido social roto. El México del capitalismo gore de Sayak Valencia (2016) metido en una atrofia que se ha convertido en políticas de la muerte. El escritor y periodista Sergio González Rodríguez en El hombre sin cabeza (2009) habló de desmesura criminal a partir de la crueldad de los sicarios del narcotráfico. El periodista italiano Roberto Saviano en CeroCeroCero (2013), experto en cárteles internacionales como los de Italia y Rusia, no da crédito del sadismo que distingue a México. En este sentido, para el caso de los estudios de la violencia en contra de los periodistas, nos recuerda Del Palacio que ya se utiliza el término de mexicanización para referirse al entorno hostil en donde se desenvuelve la actividad periodística.

Sobre el mismo tema, Celia del Palacio publicó Callar o morir en Veracruz. Violencia y medios de comunicación en el sexenio de Javier Duarte (2018) y editó Porque la lucha por un hijo no termina… Testimonios de las madres del Colectivo Familias de Desaparecidos Orizaba-Córdoba (2020). Ahora Periodismo de frontera en América Latina. Violencias y desigualdades múltiples se torna como referencia indispensable para entender que los periodistas locales ejercen su noble tarea en territorios liminales en donde son víctimas de los poderes constituidos y fácticos pero, sobre todo, son reos eternos de una violencia mayor: una desigualdad sistémica, estructural, que parece una condena en América Latina.

 

Referencias

Del Palacio, Celia (2018). Callar o morir en Veracruz. Violencia y medios de comunicación en el sexenio de Javier Duarte (2010-2016). CDMX: Juan Pablos Editor.

Del Palacio, Celia, ed. (2020). Porque la lucha por un hijo no termina… Testimonios de las madres del Colectivo Familias de Desaparecidos Orizaba-Córdoba. Xalapa: Universidad Veracruzana.

González Rodríguez, Sergio (2009). El hombre sin cabeza. Barcelona: Anagrama.

Saviano, Roberto (2013). CeroCeroCero. Cómo la cocaína gobierna el mundo. Barcelona: Anagrama.

Valencia, Sayak (2016). Capitalismo gore. Control económico, violencia y narcopoder. CDMX: Paidós.